Alianza del Pacífico, un oasis integrador en tiempos proteccionistas
Los empresarios de la zona piden abrazar la cooperación frente a la inestabilidad y resaltan la importancia de la digitalización
Aquel viejo dicho de que la unión hace la fuerza cobra actualidad en un entorno dominado por las políticas proteccionistas. Cambiar el enfrentamiento por la cooperación es, sin duda, uno de los factores que pueden contribuir al impulso del tejido empresarial internacional, sobre todo de las pequeñas y medianas empresas (pymes), generadoras de una parte importante del trabajo que se crea en España y con un peso creciente en la economía de los países hispanoamericanos.
Uno de los mecanismos destacados en pro de la integración más allá de las fronteras territoriales es la Alianza del Pacífico, que cuenta con Chile, Colombia, México y Perú como países miembros, y en la que España fue el primer Estado europeo en acceder a la categoría de país observador. Una iniciativa sobre la que ha pivotado el foro «El futuro de la Alianza del Pacífico: visión sobre las pymes en los países miembros y observadores y sus organizaciones empresariales», celebrado esta semana en la sede de CEOE.
Antonio Garamendi, presidente de la patronal, explicó que, mediante el encuentro, «se intenta poner en valor uno de los procesos de integración regionales más dinámicos del mundo y de forma muy especial en un momento tan difícil como este, marcado por el abierto cuestionamiento del multilateralismo».
La ministra de Industria, Comercio y Turismo en funciones, Reyes Maroto, coincidió en que «la preocupante aparición en el mundo de prácticas proteccionistas está provocando un cierto desapego general al multilateralismo», por lo que «resulta especialmente valiosa la apuesta de la Alianza del Pacífico por la cooperación, por los mercados y por las cadenas de valor regionales y globales, dando un especial papel al desarrollo de las pymes en ellas». Pero para que las compañías puedan consolidar su crecimiento, es imprescindible que superen barreras como el acceso a la financiación o la transformación digital. A ello se añade la capacitación, una asignatura pendiente en países como México, donde apenas el 15% de las mipymes -micro, pequeñas y medianas empresas- ha recibido alguna clase de este tipo, tal y como explicó Alfredo González, director general de la Unidad de Desarrollo Productivo de la Secretaría de Economía de México.
La incorporación de la digitalización a los procesos productivos ya no es una opción sino una obligación. La razón: aquellas empresas que no lo hagan, serán víctimas de una muerte anunciada. «O cambiamos o somos historia», comentó Jhony Guevara, presidente ejecutivo de Grupo Mérica Foods (Perú), que insistió en la importancia de que los miembros de la compañía se conciencien sobre los beneficios de afrontar el reto tecnológico.
Trinidad Jiménez, actual directora global de estrategia de asuntos públicos de Telefónica, indicó que en el proceso de digitalización de las pymes no solo hay que pensar en las inversiones económicas o en los cambios culturales, sino en la importancia de que los pequeños y medianos empresarios vean los efectos positivos de la adopción de las nuevas tecnologías: «Cuando ese proceso sea más fácil e intuitivo, sentirán que merece la pena y que ayuda al propio desarrollo del negocio».
Facilitar el comercio
«No estamos viviendo una era de cambios, sino un cambio de era», dijo David Cierco, director general de Red.es. Y es que una de las conclusiones de la jornada fue que «la economía será digital o no será» y que la digitalización de las pymes tiene que estar liderada por el sector público, pero siempre en colaboración con el sector privado.
Los participantes en el foro señalaron que los jóvenes son un colectivo esencial en el que se debe poner el foco, incentivándoles a través de la apertura de las fronteras, eliminando las barreras de entrada arancelarias y no arancelarias. Antonio Magraner, secretario general de la Federación Iberoamericana de Jóvenes Empresarios (FIJE), contó el caso de Pepita Marín, una emprendedora de 32 años, fundadora de la empresa We Are Knitters, que no vende en América Latina porque no hay un mercado único. «Podemos tener la mejor programación o la mejor plataforma de comercio electrónico, pero la realidad es que los productos luego tienen que pasar por unas carreras de obstáculos para poder moverse con libertad».
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