Tribuna

Sombras chinescas

El director de estrategia de Santander Private Banking asegura que «la geopolítica ha vuelto a demostrar que es una compañera de viaje perenne (e incómoda) para el mercado»

ALFONSO GARCÍA YUBERO

En los primeros compases de 2020 se han confirmado las expectativas compatibles con la relajación de la incertidumbre, desatascándose dos cuestiones que han venido ejerciendo como principales amenazas para el crecimiento global en el último año y medio: la relación comercial entre EE.UU. y China y el «Brexit» .

En torno a la firma del acuerdo entre EE.UU. y China, la actividad comercial ha empezado a emitir muestras de reacción positiva a la menor incertidumbre, en particular en las economías asiáticas. Algunas cifras son especialmente reveladoras: el índice de carga en contenedores de buques en China alcanzó a mediados de enero su nivel máximo desde 2015, mientras que las importaciones chinas procedentes de la UE y de Japón han venido creciendo en torno al 3% interanual en los últimos tres meses. Hasta aquí parecía ir todo «sobre ruedas», cumpliéndose rigurosamente los hitos más relevantes que venía descontando el mercado. Quizás no habría estado de más que, como en la antigua Roma, mientras disfrutábamos de las «mieles del triunfo», hubiésemos tenido a alguien a nuestro lado que nos recordase que «no somos dioses sino mortales». Y es que la geopolítica en sentido amplio ha vuelto a demostrar que es una compañera de viaje perenne (e incómoda) para el mercado , y que apenas otorga respiro.

El «memento mori» vino primero por la escalada de tensión entre EE.UU. e Irán, que eclipsó parcialmente los avances susodichos en las cuestiones que el mercado consideraba más críticas. Afortunadamente, fue la percepción de baja probabilidad de conflicto armado abierto la que acotó los daños correctivos en los activos de riesgo por la derivada tranquilizadora en el precio del petróleo.

Poco tardó en demandar su cuota de protagonismo el brote de coronavirus de Wuhan. La comparación entre esta nueva epidemia y el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) de 2002/03 es obligada. En el apogeo del brote en el segundo trimestre de 2003, el crecimiento interanual en China se desplomó 2 puntos porcentuales, mientras que la economía de Hong Kong cayó en recesión. Entre mediados de enero y finales de abril de aquel año, el índice bursátil MSCI Asia ex-Japón retrocedió un 10%.

Una vez quedó claro, a finales de la primavera de 2003, que el SARS fue erradicado, la actividad económica en China y en toda Asia repuntó rápidamente. Ayudados por un estímulo monetario que derivó en un aumento del crecimiento del crédito local chino del 23% interanual, los mercados bursátiles regionales se unieron con fuerza, con el MSCI Asia ex-Japón avanzando un 58% entre mayo y finales de 2003. Es probable que una recuperación tan contundente no se dé esta vez. En mayo de 2003, Asia estaba emergiendo tras las secuelas de la recesión posterior al 11-S, los inversores estaban recuperando la confianza después de la invasión estadounidense de Irak y la demanda de productos básicos se hallaba en una fase más prematura en la región emergente, que aparejaba crecimientos más rápidos. Como resultado, las Bolsas estaban más que predispuestas para un rebote. Ahora las estrellas no están tan alineadas, pero ni mucho menos están desordenadas. La firma del acuerdo «Fase 1» entre EE.UU. y China ha eliminado la amenaza a corto plazo de la escalada de la «guerra» comercial, y hay señales de resurgimiento (antes citadas) en los ciclos de electrónica y comercio de Asia.

También podemos apelar a Pepito Grillo para recordar que la geopolítica solo acaba teniendo un impacto adverso y duradero en el mercado cuando genera destrucción de capacidad económica (por ejemplo, un conflicto bélico con involucración de economías de peso a escala global) o una alteración en la formación de precios (derivada, sobre todo, de un shock de petróleo ). Como resultado, el último episodio de venta provocado por los temores sobre la gripe Wuhan es probable que proporcione a los inversores un nuevo incentivo para ganar exposición en renta variable. Un «Brexit» sin acuerdo y una mayor fricción comercial entre EE.UU. y China hubieran representado un cambio de paradigma, aparentemente abortado. En cambio, la situación en Oriente Medio y la alerta sanitaria, siempre y cuando la economía no descarrile por un descontrol del brote vírico en clave de duración y víctimas, representarían oportunidades de inversión. De nuevo, la importancia de la perspectiva: «que el árbol nos deje ver el bosque».

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