Albella, y los molinos de viento, que no gigantes, en el horizonte
Tambores de crisis empiezan a retumbar en nuestras cabezas. Pero tan cierto como es que se avecinan tiempos convulsos para los inversores, mejor mantener la calma, aplicar prudencia y dejar que los supervisores hagan su trabajo. Todo bajo control
Al buen callar llaman Sancho, si bien a veces mejor hacer uso del derecho a la réplica pública, que no simple pataleta. Si uno tiene argumentos correctamente fundamentados mejor acabar con aquello del que «calla, otorga». Sea quien sea el don Quijote de turno. Cierto es que los tiempos que corren hoy son muy diferentes a los que corrían en tiempos del ingenioso hidalgo cervantino, y a los de aquellas novelas de caballería a las que era tan aficionado, pero los temas y los valores que representa siguen hoy vigentes. Don Quijote representa el riesgo, la pasión y la locura tan necesarios, en muchas ocasiones, para traer beneficios a nuestras vidas y entornos. Pero en sus kafkianas aventuras Alonso Quijano necesitaba un antagonista que, a pesar de su aspecto –también antítesis del hidalgo–, representaba la cordura, la prudencia y el control del riesgo, su escudero Sancho Panza, quien le socorrió y elaboró el bálsamo de Fierabrás después de salir tan malparado en la batalla de los molinos, que no gigantes.
Transportándonos en el tiempo y en los escenarios, en la actualidad y en los mercados, ese bálsamo milagroso vendría a ser la, para muchos del sector, excesiva regulación financiera –derivada de una crisis global que nos dejó la economía tiritando–, bajo la firme batuta de los supervisores, nacionales e internacionales. Unos organismos cuya función es actuar con prudencia antes que con exceso de pasión por enfrentar posibles molinos a la vista. Cuidado pues con los mensajes alarmistas continuados sobre gigantes en el horizonte, que cuando uno atiza y atiza el fuego luego es difícil de controlar, y mucho más aún de apagar. Y los simples molinos, de facto, se convierten repentinamente en los gigantes que nadie ve, salvo los Quijotes.
Cierto es que los tambores de crisis ya han empezado a retumbar en nuestras cabezas, si bien al menos esta vez los estamos oyendo. Prevenidos estamos. La economía no acompaña y el ciclo de recuperación parece que toca a su fin. De hecho, el consumo de las familias se ha paralizado, y los bancos se piensan muy mucho dar más crédito. La mecha está encendida. Y los mercados, ojo avizor. ¿Hay motivos reales para alarmarse? Podemos simplemente mirar apenas diez años atrás y aprender de lo vivido. Si no, no tendría sentido alguno haber inundado los sistemas de nuevas reglas para disipar posibles riesgos del mañana que, además, no parecen ser los mismos del pasado. Entonces, ¿verbalizamos los miedos o simplemente aplicamos las normas?Desde luego, en la actualidad hay «per se» herramientas suficientes para tener bajo control cualquier atisbo de activos potenciales de riesgo.
Las leyes nacidas tras la anterior crisis mundial además de establecer la necesidad de una supervisión global de los mercados financieros, fomentaron la cooperación internacional para prevenir situaciones comprometidas y crearon nuevas herramientas para detectar riesgos y prevenir nuevas crisis financieras. Por tanto, los gigantes en vez de molinos de viento no deberían quitarnos apenas el sueño.
Pues... a alguno si no se lo quita, al menos le inquieta. Desde hace poco menos de un año para algún que otro supervisor europeo –para más señas, con sede en Fráncfort– ha puesto el foco de alerta sobre el ahorro depositado en fondos. De hecho, para su vicepresidente, el español Luis de Guindos, el alto volumen de activos confiados a la industria de los fondos de inversión representa ya «la tercera amenaza» de las detectadas por el BCE para la estabilidad financiera europea que, afirma, tanto ha costado reconstruir. El exministro de Economía explica una y otra vez en los últimos tiempos que en un entorno de tipos de interés reducido –que, según expertos financieros, durará aún ¡entre 8 y 10 años más!– ha habido una búsqueda de rendimiento a través de la asunción de mayor riesgo y de activos menos líquidos y cada vez con un mayor apalancamiento. «El riesgo es de liquidez» –advierte–, porque los fondos pueden encontrarse con multitud de peticiones de reembolsos que les llevaría a una liquidación rápida de activos que se puede complicar como consecuencia de los valores que han ido adquiriendo en los últimos años.
Cierto es que De Guindos ha señalado que si bien ya se han visto ejemplos de ello –los casos H2O y Woodford en Reino Unido– ha comentado que la situación es más preocupante en la industria en el mercado estadounidense que en el europeo. Por tanto, el miedo a que se bloqueen los reembolsos en determinados fondos de inversión españoles no tiene base, por mucho que algunos se empeñen en ver gigantes –en vez de molinos– por tierras ibéricas.
Para disipar dudas y temores, aquel que tiene la función verdadera de supervisar cualquier producto susceptible de ser una bomba, el presidente de la CNMV, Sebastián Albella, ha apagado las alarmas antes de que el temor corriera como la pólvora y le estallase sin venir a cuento: el importe total de activos ilíquidos o potencialmente ilíquidos asciende a unos 4.000 millones, frente al patrimonio total de 270.000. Un 1,48% del total. «Es un área sobre la que estamos muy encima. La situación no es preocupante en absoluto», reitera Albella.
–¿Qué gigantes? –dijo Sancho.
–Aquellos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
–Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
–Bien parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y don Quijote salió de aquello como salió. Prudencia. No veamos fantasmas, o gigantes, donde no los hay. Si hay molinos, son molinos.