La aerolínea lusa de bandera se enreda en todas las turbulencias

Al efecto Covid se suma su discutida operación de venta en 2017 y su polémica desescalada, que margina a Oporto

Francisco Chacón

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Como las principales empresas internacionales del sector, la aerolínea bandera de Portugal, TAP , atraviesa un momento crítico en el actual contexto de crisis sanitaria y económica, que se traduce en una urgente necesidad de revitalización económica por valor de 1.000 millone s. Se suman, además, dos circunstancias locales que agravan la necesidad de una inversión suplementaria para sofocar su asfixiante situación. Una es que queda completamente en entredicho el modelo de venta elegido hace tres años para la que, hasta 2017, era la única compañía aérea 100% pública de Europa.

El tiempo ha demostrado que tenían razón los que desconfiaban de la operación que dejaba la firma lusa en manos del magnate brasileñoestadounidense David Neeleman , dueño de la «low cost» Azul, quien se alió con el empresario portugués Humberto Delgado para dar forma al consorcio Atlantic Gateway ... cuya solvencia no parece del todo acreditada, si tenemos en cuenta sus cifras y sus recurrentes peticiones de auxilio.

El Estado del país vecino mantiene la voz cantante en el control de su gestión... y ahora se halla en la tesitura de tener que lidiar con su discutida falta de acierto al efectuar el traspaso y, lo que es peor, un altísimo desembolso justo cuando el emblema financiero de la tierra lusitana, Novo Banco, se acerca a los 4.000 millones de euros en su requerimiento para evitar una quiebra similar a la de su antecesor, el Espírito Santo.

Así las cosas, la nueva dirección de TAP fue conminada a presentar un plan de renovación de las distintas rutas y dio la nota esta misma semana con un esquema de vuelos que apenas contemplaba al segundo aeropuerto del país, Oporto. De hecho, solo establece tres vuelos regulares desde el recinto bautizado con el nombre de Sá Carneiro, distante solo media hora del centro de la ciudad a bordo del tranvía.

La aerolínea bandera de Portugal, TAP, atraviesa un momento crítico en el actual contexto de crisis sanitaria y económica

La polémica y la indignación caminan de la mano desde que se revelaron semejantes intenciones, tal cual retrata la reciente comparecencia pública de los alcaldes de Oporto, Viana do Castelo, Maia y Vila Real. Todos juntos protestaron enérgicamente por la clara marginación del norte de Portugal , difícil de entender tratándose de la franja con mayor desarrollo económico de la República portuguesa.

En términos de otra escala, pero es algo así como si Iberia dejase de volar a Barcelona, lo cual explica la gravedad de una propuesta tan ampliamente contestada que el propio primer ministro, el socialista Antonio Costa, se ha visto obligado a terciar en la controversia y ha pedido a David Neeleman que rectifique para restituir a la cuna del vino como un aeropuerto imprescindible tanto de partida como de llegada. Diversos sectores industriales, de Coimbra a la frontera con Galicia, dependen de una reconsideración en toda regla, de modo que Portugal se juega mucho en el envite.

Diálogo de sordos

Las reuniones (a través de videoconferencia) se suceden a toda velocidad entre los representantes del Estado y la Comisión Ejecutiva de TAP, con el fin de buscar una solución satisfactoria, aunque de momento Neeleman ha demostrado escasa mesura con el país que le brindó en bandeja dar el salto a Europa. El enfado del alcalde de Oporto, Rui Moreira, resulta mayúsculo con el equipo del millonario de doble nacionalidad. De ahí que declarase días atrás: «TAP está intentando imponer un confinamiento a Oporto y a todo el norte. Nunca perdió la perspectiva de ser una empresa colonial y su estructura nunca pensó de otra manera».

La dirección de la firma se renovó con la presencia de Antonoaldo Neves , un hombre de confianza de David Neeleman, quien puso sobre la mesa 354 millones de euros para tomar el mando de la empresa. Su asociación con Humberto Pedrosa totaliza el 45% de las acciones, toda vez que el 50% continúa siendo propiedad del Estado luso y el restante 5% permanece en manos de los propios trabajadores.

Estaba previsto poner en marcha el puente aéreo Lisboa-Madrid esta primavera, pero el estallido de la pandemia dio al traste con todos los planes al respecto. En una segunda fase iba a contemplarse la explotación de una línea similar entre Oporto y la capital española.

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