El FMI y la CE han errado en su cálculo sobre España en los últimos años

Los presupuestos desatan una guerra de pronósticos entre el Gobierno y la Unión Europea

El FMI y la CE han errado en su cálculo sobre España en los últimos años AFP

maría cuesta / javier tahiri

Decía el economista John Galbraith que «las predicciones económicas hacen de la astrología una ciencia respetable». Y si hay un país que ha demostrado la veracidad de esta máxima, ese ha sido España. Si todos los organismos internacionales, sin excepción, se toparon de bruces en 2008 con la dureza de la crisis sin que ninguno de ellos fuera capaz de prever su verdadera magnitud, ahora es el brío de la recuperación el que parece haberles pillado por sorpresa.

El FMI ha revisado al alza hasta siete veces consecutivas su previsión de crecimiento para este año en España. Sólo en sus últimas previsiones de otoño, publicadas hace dos semanas, las mantuvo estables y dejó a nuestro país a la cabeza del crecimiento de los países desarrollados. En julio de 2013, la previsión era de un crecimiento nulo en 2014. En octubre se elevó al 0,2%, en enero al 0,6% y en abril al 0,9%. Para 2015 estima un alza del 2% y del 1,6% en 2016.

Pero los borrones en las proyecciones económicas no afectan únicamente a la institución que preside Christine Lagarde. Un vistazo a los cálculos de los veinticuatro organismos más relevantes y que conforman el panel de Funcas desvelan que, en 2014, ninguno de ellos acertó en el crecimiento del 1,4% que finalmente registró España según el INE. Además, la desviación no fue menor. Según la Diana Esade, análisis que elabora esta escuela de negocios y que mide el grado de acierto de las proyecciones económicas de las principales instituciones, el PIB real duplicó en 2014 el promedio de las previsiones realizadas.

Guerra de cifras

También Bruselas predijo en noviembre de 2013 que el PIB español se situaría en 2014 en el 0,5%, en febrero lo elevó al 1% y en mayo, una décima más, hasta el 1,1%. Para 2015, las estimaciones son del 2,8% y del 2,6% en 2016 y datan del pasado mes de mayo. La próxima revisión se espera para el 25 de noviembre. El propio Gobierno de España revisó al alza el pasado mes de julio sus últimas proyecciones con un aumento de cuatro décimas del PIB previsto para este año, hasta el 3,1%, y de una décima para 2016, hasta el 3,1%.

Precisamente esta diferencia temporal entre las publicaciones de las nuevas proyecciones ha sido causa de la enésima batalla dialéctica entre el Ejecutivo de Mariano Rajoy y Bruselas . El mensaje deslizado por el socialista francés Pierre Moscovici, de que la Unión Europea exigiría a nuestro país que retirase sus Presupuestos para 2016 ya que se iban a incumplir los objetivos de déficit, se saldó finalmente con un «doble capón» por parte de Bruselas. Uno para el comisario de Economía, que fue rectificado por el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, el día después de sus declaraciones, y otro, aunque más sutil, para España, pues finalmente Bruselas mantuvo las mismas proyecciones desveladas por Moscovici.

Así, mientras el Gobierno estima que cerrará con un déficit del 4,2% del PIB este año y un 2,8% el siguiente, Bruselas se muestra más pesimista y estima que el Gobierno terminará 2015 en el 4,5% y 2016 en el 3,5% : tres y siete décimas por encima de lo apalabrado con España. Cada décima equivale a unos 1.000 millones de ajuste adicional.

Y es que el efecto sobre la economía real de los errores de cálculo van más allá de los enfrentamientos políticos. El propio economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, admitió en 2012 que erró al calcular el impacto de los ajustes y medidas de austeridad sobre las economías europeas y reconoció que fue entre dos y tres veces mayor de lo que el organismo previó entre 2010 y 2011. El error del impacto de los recortes en el PIB fue del 1,2% para el FMI y del 0,8% en la Comisión. Sin embargo, este reconocimiento no sentó bien en Bruselas, que rechazó cualquier equívoco en sus cálculos, en una guerra con el FMI encubierta en informes. Una prueba de que, a pesar de que las previsiones intentan aportar frialdad para analizar el rumbo económico de los gobiernos, una desviación de décimas y sus consecuencias suelen contener una buena dosis de política .

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