tribuna

Difícil entorno para nuestras grandes empresas

El economista Carmelo Tajadura analiza el impacto para las compañías españolas de la crisis en los países emergentes

Difícil entorno para nuestras grandes empresas Pablo M. Díez

carmelo tajadura

Es indudable que la economía española ha mejorado bastante en el pasado reciente pero el precio en Bolsa de las principales empresas españolas cotizadas no muestra mucha fortaleza e incluso es objeto de fuertes correcciones. Esto se explica porque el mercado bursátil siempre está cotizando expectativas, más que los datos actuales, y la realidad es que hay dudas sobre el futuro económico y su posible impacto negativo en los beneficios empresariales.

En primer lugar, parece que el ritmo de crecimiento de la economía española está ya desacelerándose y su futuro en entredicho. Porque se ha basado sobre todo en el consumo, sin que el sector exterior haya mejorado todo lo deseable en el marco de unas condiciones excepcionales en forma de precio del petróleo y cotización del euro. Máxime en una economía con una fortísima deuda externa en la que sería imprescindible una mayor tasa de ahorro. Y habiendo realizado insuficientes ajustes/reformas. Además, hay incertidumbre sobre los resultados electorales próximos, que pudieran deparar un gobierno menos comprometido con la ortodoxia económica y la consiguiente penalización del mercado a nuestra prima de riesgo. Cabe recordar que, con una elevada deuda como la nuestra, la elevación de su coste podría tener un efecto demoledor.

Pero lo más importante es el empeoramiento en la economía internacional. Esta misma semana el BCE ha rebajado las previsiones de crecimiento y el FMI ha apuntado la probabilidad de que ocurra lo mismo en el mundo . Existe incluso un riesgo de recesión mundial como consecuencia de los problemas en China . Lo que podría aplazar el previsto inicio de subida de tipos de interés en USA (cuya principal motivación es la de dar margen para poder bajarlos cuando haga falta). Pero lo que más nos está afectando es que la mayor parte de las economías de países emergentes está atravesando situaciones de notable dificultad, con un funesto cóctel: caída de precios de las materias primas (que dura ya algún tiempo); salida de capitales; desaceleración o decrecimiento económico, en algunos casos intenso como en Brasil; y depreciación de las monedas, bastante generalizada y que pudiera dar lugar a una guerra de divisas.

Pues bien, la mayor parte de las principales empresas españolas cotizadas dependen en mayor medida de la evolución económica en otros países que de la de España. Y cabe constatar que la exposición a países emergentes es ciertamente elevada en la mayoría de los casos, no tanto en China pero sí sobre todo en América Latina. Así, por ejemplo, Brasil es el principal negocio -más que España- de Santander y Telefónica . México es el negocio más importante -con gran diferencia- de BBVA , que además está sufriendo también la devaluación turca. Ambos países pesan bastante en compañías energéticas como Repsol o Iberdrola. Otras, como por ejemplo las constructoras, también tienen importantes negocios en Latinoamérica. Y nuestra mayor empresa por valor en Bolsa -Inditex- tiene casi la tercera parte de sus ventas en países no OCDE (y el 80% en el exterior).

Así que los problemas en los países emergentes son un peligro potencial para la cuenta de resultados. Por una doble vía: a través del menor pulso de la actividad y de los márgenes; y a través de l os tipos de cambio, que minoran las cifras expresadas en euros y además deprecian la inversión. Esto último solo podría evitarse si las inversiones se financiaran en la misma moneda del negocio, pero resulta problemático hacerlo en países emergentes. Por ello, las empresas españolas suelen financiar las inversiones con euros que, además, resulta mucho más barato en tipo de interés (en todo caso, se hace alguna cobertura puntual normalmente cara y contra resultados). Pero ello implica un casi cierto impacto devaluatorio futuro, intenso en la coyuntura actual.

En las presentaciones de resultados, para intentar disimular el efecto de la depreciación, las empresas se empeñan en mostrarnos las «variaciones a tipo de cambio constante», como si el dividendo se calculase así, o en restar importancia a las diferencias de cambio que se cargan contra patrimonio, como si ello no impactase en el accionista. Sólo consiguen crear confusión. Habrá que confiar, no obstante, en que, a la hora de invertir, se hagan los números debidamente y se asegure que el crecimiento del negocio que se está comprando será suficiente para compensar la depreciación previsible.

En definitiva, hay preocupación por la economía mundial, especialmente, por los países emergentes, lo que se une a las propias insuficiencias de la economía española. Así que no puede haber tranquilidad para los beneficios empresariales. Y el mercado lo está cotizando.

Difícil entorno para nuestras grandes empresas

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