1997: el año que el sureste asiático hizo temblar a los mercados financieros
Hace 18 años los «dragones asiáticos» vivían en una situación envidiable con altas tasas de crecimiento y estabilidad macroeconómica. Sin embargo, su «éxito» tenía un reverso tenebroso que no tardaría en emerger...
El mes que está a punto de concluir deja tras de si un cierto poso de inquietud proveniente del sureste asiático, concretamente, del gigante chino. El pasado lunes 27 de julio, el principal índice de la Bolsa de Shanghai (el «Shanghai Composite») se desplomaba un 8,5% y vivía su peor día desde 2007, en los albores de la recesión recién concluida. Según estimaciones de algunos medios especializados, la pérdida de valor podría representar el 30% durante el último mes. Todo ello, a pesar de que el ejecutivo chino ha anunciado medidas «de emergencia». ¿ES la señal de algo más? Algunos esta semana se han acordado de la Crisis Asiática de 1997 . Un año en el que una de las regiones económicas más dinámicas del mundo nos hizo contener la respiración:
Si antes del 2 de julio de aquel año, algún analista sesudo o político de turno hubiera anunciado el advenimiento de una terrible crisis probablemente lo hubieran tachado de loco. Veamos, los países del sureste asiático disfrutaban de altas tasas de crecimiento , de superávit en sus cuentas públicas, de un relevante apertura comercial, de estabilidad cambiaria a merced de sus tipos de cambio fijos y de una baja inflación.
Sí, muy pocos le hubieran creído a aquel «agorero», que probablemente se habría revisado de arriba a abajo las desequilibradas balanzas de pagos de los países más afectados por la crisis: Tailandia, Corea del Sur, Malasia e Indonesia . El problema es que detrás de ese éxito, de esa luz, se escondía un reverso tenebroso en forma de regulación bancaria deficiente, especulación de divisas y concesión de préstamos de alto riesgo, muchas en divisas internacionales.
La semilla de la desconfianza
Sólo faltaba que alguien o algún suceso sembrara la semilla de la desconfianza, para que todo aquel castillo de naipes se desplomara. O como había sentenciado en una conferencia, el ex subdirector del Departamento de Asia y Pacífico del FMI Bijan B. Aghevli, «los países de Asia se negaron a creer que había problemas cuando estos surgieron». La mecha se encendió el 2 de julio de 1997 cuando el gobierno tailandés tuvo que devaluar su moneda - el bath- ante una masiva salida de capitales de fondos de inversión y especuladores, decepcionados por un rendimiento menor en sus inversiones de lo esperado. De por sí, el tipo de cambio de 24 a 40 bahts por dólar en apenas una semana.
Los inversores pidieron el reembolso de capitales en dólares, tras perder la divisa tailandesa un 80% de su valor y las deudas de empresas y entidades financieras se dispararon en cuestión de días. El resto vino en cadena: primeras suspensiones de pagos y bancarrotas; retirada de capitales y la economía tailandesa desplomándose. La desconfianza se contagió a los mercados financieros que registraron fuertes caídas y los conocidos como «tigres asiáticos» (Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Tailandia) se dejaron su ferocidad por el camino.
Por ejemplo, en Tailandia su moneda nacional se había devaluado en enero de 1998 hasta 56 unidades por dólares en enero de 1998. En Indonesia la fuerte inflación de la rupiah y las subidas resultantes en los precios de los alimentos llevaron aun levantamiento en el país, que puso fin a la dictadura de Suharto e inició la difícil transición hacia la democracia en aquel. En Corea del Sur, la depreciación de su divisa - el won- bajó de 1.000 hasta 2.000 dólares en un un mes, según añadió Bijan B. Aghevli durante una conferencia copatrocinada por la Reserva Federal de Chicago y el FMI entre el 8 y el 10 de octubre de 1998 en Chicago.
Crecimientos negativos
La crisis alcanzó tal magnitud, que se llegaron a registrar crecimientos negativos del PIB del 14%, que terminarían por contagiarse a otras partes y por afectar, en mucha menor medida, a China. E incluso, como si se tratara de un terremoto, las réplicas de este seísmo económico se extenderían hasta Rusia y Brasil en 1998 .
Al rescate salieron elFondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) junto a los países del G-7, especialmente este primero, que en total desembolsaron en ayudas 95.000 millones de dólares a cambio del compromiso de realizar reformas en campos como la política monetaria elevando las tasas de interés, para luego irlas reduciendo progresivamente hasta estabilizar al tipo de cambio. Además de incluir las consabidas reformas estructurales destinadas a reestructurar el sistema bancario y mejorar la gobernanza. El objetivo no era otro que impulsar un crecimiento económico sólido en el menor tiempo posible.
Estados Unidos y China
La recuperación definitiva no tuvo lugar hasta tres años más tarde, cuando las compras de Estados Unidos en la región se recuperaron , y China hizo su aparición definitiva en la escena internacional, con su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. Eso si, sin variar un ápice su sistema político y ofertando un jugoso mercado de 1.300 millones de personas, con una fuerza de trabajo barata y muy competitiva. Lo que le llevó a altas tasas de crecimiento en los años siguientes y soslayar la última crisis... Pero eso ya es otra historia.
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