Emociones, las grandes «enemigas» del inversor

Existe un dicho entre los inversores que asegura que los mercados financieros se mueven por dos emociones: el miedo y la codicia . Se trata de dos debilidades que, según los expertos, influyen negativamente en la capacidad de los profesionales de la inversión para generar rentabilidad. Al invertir o al recomendar inversiones nuestro cerebro 'paleolítico' nos empuja a una conducta irracional que nos inclina, por ejemplo, a sobreestimar nuestra intuición, a seguir a la mayoría o a invertir en valores «familiares» porque se consideran más seguros. Estas son algunas de las conclusiones del proyecto «Investimente», financiado por la gestora Schroders, para estudiar los errores inconscientes en la inversión.

Su objetivo es entender cómo impactan las emociones en los profesionales de la inversión al realizar su trabajo y cuáles son las trampas que el cerebro les tiende al invertir o al recomendar inversiones. Este proyecto identifica cinco debilidades psicológicas que los profesionales padecen al desempeñar su trabajo: el recuerdo de pérdidas financieras pasadas, el deseo de asegurarse la disponibilidad, mantenerse en valores familiares y seguros, exceso de confianza y dejarse llevar por la masa.

El recuerdo de pérdidas financieras previas hace que el inversor venda cuando se produce una disminución de precios en su cartera. «Esto se produce por la aversión a la pérdida que tenemos los humanos», asegura Pedro Bermejo, neurólogo y presidente de la Asociación Española de Neuroeconomía. «Cuando invertimos no solo entran en juego nuestras capacidades racionales sino que existen unos componentes emocionales que complementan la decisión racional e influyen sobre ella. Entre ellos está el sistema de aversión a la pérdida, que puede llevarnos a no tomar la decisión inversora correcta».

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