Cuando más es menos
La excesiva oferta de materias primas reta a a la economía mundial y hunde los precios
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El aleteo de la mariposa china, que llenó los bolsillos de los agricultores brasileños que vendían soja, ha perdido fuerza. Se acabó una era: la de los precios disparados de las materias primas, sostenidos por el vuelo de China, que alcanzó tasas de crecimiento que llegaron al 14,2% en 2007. El menor ritmo de su economía –el Fondo Monetario Internacional (FMI) espera que su PIB progrese en torno al 7% en 2015– ha reducido en gran medida su demanda de estos materiales. Y ha dejado a los agricultores y mineros de medio mundo con sus almacenes cargados.
El apetito chino derivó en una época de abundancia. Ahora, los inventarios están abarrotados. El petróleo fluye a chorros en pozos desde Oklahoma (Estados Unidos) a Riad (Arabia Saudí). Según el diario norteamericano The Wall Street Journal, a final de este año, habrá unos 110 millones de fardos de algodón en las fábricas de todo el mundo, un registro record desde 1973, cuando nacieron las estadísticas. La producción de soja en los campos de América, del norte al sur, ha rozado también niveles máximos.
Este exceso de producción no es bueno para la economía si no hay una demanda que lo asuma. El desequilibrio entre la oferta y la demanda –las dos variables que mueven el devenir de las economías– hunde los precios. El escenario mundial cambia.
Y, ahora, la economía internacional se recupera pero navega en aguas tibias. China, la gran locomotora que cuadraba esta compleja ecuación, ha echado el freno. Su Gobierno se ha planteado alcanzar un avance del 7% este año, medio punto menos que el crecimiento de 2014. Al gigante asiático le está costando adaptar un modelo económico basado en las exportaciones y la industria a una fórmula basada en el tirón del consumo de sus ciudadanos. Su frenazo se contagia: ya no consume tantas materias primas y golpea a los productores.
Juan Carlos Martínez Lázaro, analista y profesor de economía del Instituto de Empresa (IE), califica este cambio de rasante como «una corrección sana y normal» que deja atrás una época enloquecida. «Los inventarios seguían creciendo a la vez que China se enfriaba. El mercado ya no es capaz de absorber tantas materias primas», explica el experto por teléfono.
India no coge el relevo
Las posibles alternativas a China no dan la talla. La India, que ha sido sugerida como su sucesora, no tiene «el nivel industrial de China», razona Martínez Lázaro, aunque crezca más. El profesor de energías alternativas del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) Rodrigo Villamizar apunta que «el único país que puede hacer de locomotora y sustituir la demanda de los países emergentes es EE.UU.». Este relevo tampoco se ha producido, porque la revalorización de su divisa, la moneda de intercambio global, cuenta Villamizar, «borra con la izquierda lo que EE.UU. escribe con la derecha». Esta apreciación del dólar es otro factor que influye en la caída de los precios de las materias primas. Martínez Lázaro explica que la cotización de las materias primas suele variar «a la inversa» de la cotización de la divisa norteamericana, fortalecida por la buena marcha de la economía de Estados Unidos y la depreciación del euro.
Esta abundancia sin destino ha provocado así una espiral de caída de los precios. Según un informe del banco de inversión Goldman Sachs, en el segundo semestre del año pasado, el precio del petróleo cayó un 54% y el índice S&P GSCI –un termómetro de la cotización de las materias primas en el mundo– descendió un 39%. Una mala noticia para los países exportadores, la mayoría regiones emergentes.
El peligro de esta tendencia es que arrastre a la inflación (el índice de precios de consumo) y aliente al fantasma de la deflación: un periodo prolongado de caída de precios y de demanda, que ya merodea por la Eurozona. La deflación daña a la economía porque genera un ciclo negativo de difícil escapatoria. Los consumidores gastan menos porque esperan que los precios bajen más; aplazan las compras, lo que golpea a las empresas, que destruyen empleo. Con menos empleo, menos consumo y la espiral se repite. El profesor del IEB, Rodrigo Villamizar, señala que una situación de recesión es «aún más grave cuando va acompañado de deflación», pues afecta a los flujos financieros y a la capacidad de la economía de mantener un desarrollo sostenible. Un jaque al sistema.
En el otro lado de la balanza, Martínez Lázaro destaca que esta espiral de caída de precios, «una inflación negativa que no ha llegado a deflación», en las materias primas favorece a las economías que las compran fuera, como España y Europa. «Los precios, además, crecerán cuando tengan que hacerlo por el tirón de la demanda».
El jefe de estudios de «commodities» (materias primas) de Barclays, Kevin Norrish, explica en un correo electrónico que hay que ser cuidadosos y no generalizar con todas las «commodities». «Hay una sobreoferta de petróleo, por ejemplo; pero hay otros mercados como el del paladio (un metal valioso) donde la producción no cubre una demanda al alza».
Aún así, Norrish asegura que la tendencia de precios en caída es clara y que tiene recorrido. «La oferta en muchos mercados sigue creciendo demasiado rápido y los inventarios saturados son un lastre para los precios. En general, no habrá subidas de precios hasta después del segundo semestre de 2015», argumenta. Un informe de Goldman Sachs estima que este ciclo empezará a registrar ciertos signos positivos dentro de unos doce meses.
El papel del aleteo de China, a pesar de su retroceso, no puede infravalorarse. El analista de Barclays afirma que el gigante asiático tiene margen para «provocar sorpresas en los mercados internacionales». Su demanda de oro, por ejemplo, irá en aumento en los próximos cinco años y en 2020 puede llegar a consumir «casi la mitad del oro» que se produzca en el mundo. Su apetito por el café también está disparado. Con la caída de su industria, su influencia en los metales bajará. Cada sector, un mundo.
Estos precios atípicos, que se han trasladado a otros bienes de consumo por la cadena de producción, no han conseguido levantar el lento ritmo de la economía mundial. Villamizar cree que los ahorradores –muchos de ellos en los países emergentes, que han acumulado liquidez, donde también hay abundancia gracias a las políticas expansivas de los bancos centrales– comenzarán a invertir y a estimular la economía cuando China y EE.UU, que se estancó en el primestre trimeste de 2015, «muestren claros signos de crecimiento estable». Norrish señala que la fortaleza del dólar –unido a los cambios de impuestos a la gasolina– impiden que la brusca caída de los precios del petróleo se note en las gasolinas y, por tanto, en el bolsillo de los ciudadanos.
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