El dinero kuwaití regresa veinte años después del caso KIO
El fondo soberano del emirato pone sus miras en el sector inmobiliario
Año 1984. En una España «preeuropea» que trataba de combatir el paro con un Acuerdo Económico y Social que consagraba, entre enérgicas protestas ciudadanas y el rechazo frontal de un sector industrial en descomposición, el que es hoy uno de los principales males del mercado laboral, la temporalidad, una sociedad internacional de nombre y procedencia exóticos, Kuwait Investment Office (KIO) realizaba su primera operación en el país.
El fondo soberano del emirato del golfo Pérsico,el primero de este tipo en el mundo, desembarcó en nuestro país durante con un par de inversiones menores: la compra de la finca «Las Lomas» en las proximidades del río Guadalete (Cádiz) y la compra en Bolsa de un 81% de la papelera Impacsa. Pero no será hasta dos años después cuando el grupo dé forma al que se convertirá en su brazo inversor en el país, Torras, tras su entrada como principal accionista de la papelera Torras Hostench, a la que transfiere sus participaciones en Explosivos Río Tinto, la azucarera Ebro y Banco Vizcaya. Nacía una firma fundamental en la historia de la economía española, responsable de alguno de los símbolos del despertar económico -las torres KIO, en Madrid-y que salió abruptamente en 1993 tras el mayor escándalo de corrupción de la etapa de Gobierno de Felipe González, por el que Javier de la Rosa, máximo responsable del grupo Torras, fue condenado a varios años de prisión.
Apetito inversor
Más de dos décadas después, el fondo kuwaití ha vuelto. Aunque aún no se ha determinado en qué medida contribuirá a la gestión de las compañías, si asumirá las riendas de las sociedades como hizo dos décadas atrás o el suyo será un papel de mero socio financiero, la compra a finales del año pasado por parte de KIA (Kuwait Investment Authority) de la división española de E.On, en alianza con la australiana Macquarie, y la posterior entrada en la filial de generación internacional de Gas Natural Fenosa, Global Power Generation (GPG), han certificado el regreso de los kuwaitíes. La entrada de KIA se enmarca en la explosión del apetito inversor que ha despertado la recuperación de la economía, especialmente en sectores como el inmobiliario no residencial.
De momento, el capital kuwaití no ha entrado en la que fue una de las ramas de su negocio en la década de los 90. Disponía de Prima Inmobiliaria como sociedad cabecera de estas inversiones, germen, junto con Vallehermoso, de la actual Testa, en manos de Sacyr. Su apuesta por el sector energético, hoy el epicentro de sus inversiones en España, se limitaba al grupo químico Ercros, que disponía de varias filiales de refino y lubricantes (Ertisa y Ertoil, hoy pertenecientes a Cepsa).
Fue la invasión de Kuwait por tropas iraquíes, en 1990, la que desencadenó la mayor suspensión de pagos de una empresa en España hasta la fecha (cerca de 1.460 millones de euros), y precipitó la salida de los árabes. Bajo la dirección de De la Rosa, que pidió desbloquear las cuentas de KIO en España para que los kuwaitíes pudieran financiar la compra de armamento y prestar apoyo en la lucha contra las tropas de Sadam Hussein.
En diciembre de 1991, la consultora KPMG Peat Marwick realizó un informe sobre el grupo Torras, en el que valoró sus activos en 1.742 millones de euros, frente a los 2.600 que establecía la contabilidad del emirato. La situación desembocó en la salida de De la Rosa de Torras en 1992 y la querella presentada por el fondo soberano contra los anteriores administradores, a los que acusó de estafa, delito fiscal y descapitalizar del grupo. La instrucción de caso se dividió en cuatro piezas judiciales: WardBase, Icsa-Impacsa, Pincinco-Oakthorn-Prima Inmobiliaria y Quail-ACIE (esta última, el único de los procesos por el que De la Rosa no fue condenado a prisión por la Audiencia), hasta que fue absuelto de todos los pleitos en 2011.