innovación
Marc Randolph, de Netflix: «Cualquiera puede lograrlo»
Emprendedor nato, el cofundador de Netflix puso en marcha una idea que hoy vale 20.000 millones de euros y tiene 44 millones de usuarios
«Sólo se necesitan tres cosas para ser un emprendedor: «Tener una idea, una gran tolerancia al riesgo y confianza en uno mismo». Marc Randolph, cofundador de Netflix, la compañía de vídeo por streaming que ha revolucionado la industria audiovisual y que podría iniciar su actividad en España el próximo otoño , hoy comparte todo el aprendizaje que ha acumulado a lo largo de cuatro décadas, transformando ideas en proyectos, con todo aquel que esté buscando un pequeño resorte que le haga ponerse en movimiento. «Porque no hay otra fórmula que la de empezar a hacer algo, cualquiera puede lograrlo», repite con enorme amabilidad tras participar en la presentación del rediseño del International MBA de IE Business School hace unos días en Madrid.
-La idea no tiene que ser necesariamente grande. ¡Mark Zuckerberg lo único que quería era conocer chicas! Ni siquiera tiene que ser buena. ¿Pero quién sabe lo que es bueno? La única forma de averiguarlo es poniéndola en marcha.
Este emprendedor tecnológico, inversor y asesor de éxito de Silicon Valley, con cuarenta años de experiencia a sus espaldas, pelotazos como el de Netflix, varias startups en pleno despegue y otros tantos fracasos, recuerda cómo tejió junto a varios amigos la idea del «videoclub» online que ha dado la vuelta al mundo en el camino de casa al trabajo. Cómo no, hablamos de California, a mediados de los noventa.
«Brainstorming» sobre ruedas
«Por la mañana comentábamos en el coche en qué ideas pensábamos trabajar; y por la tarde, ya de regreso, compartíamos de nuevo en el coche lo que había o no funcionado», resume. «Durante tres largos años -continúa- estuvimos fracasando una y otra vez, pero aprendimos a seguir adelante con ese fracaso. ¡Hasta mi familia pensaba entonces que Netflix era una completa idiotez!»
Un buen día, el 14 de abril de 1997 para ser más exactos, la idea funcionó. «Comprobamos llenos de emoción cómo entraban los pedidos, por aquel entonces de vídeo, en la web. Cada visita sonaba con un “ding”; en cuestión de minutos el ruido era el de una impaciente campanada, ¡¡“ding-ding-ding”!!, recrea. «Cuando estábamos a punto de empezar a descorchar las botellas... ¡el sistema se cayó! Un falló técnico nos delvolvió a la cruda realidad», relata con humor.
Pero desde entonces, Randolph ha servido de guía a emprendedores, empresas, escuelas de negocio... Y su fe en la innovación y en la capacidad del ser humano resulta tan contagiosa como su sencillez en el trato. ¿Se dan cuenta las grandes corporaciones de que esa «chispa» nace fuera de la oficina, en un trayecto de coche? «¡O en la ducha! Dedico la mayor parte de mi tiempo a trabajar en eso, en convencerles de que quién no apueste por la innovación morirá aniquilado. Es difícil porque, durante años, lo que se ha hecho es precisamente crear sistemas de protección para que nada cambie». Pues aquí tiene a una conversa.
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