El «hotel rojo» que sucumbió al nuevo comunismo chino
En China, ambiciosos constructores se alían con algunas autoridades corruptas para dar «pelotazos» inmobiliarios
Durante la época de Mao, una pequeña pensión en el distrito pequinés de Haidian era el único negocio privado que existía en la entonces China comunista. Gracias a un certificado especial fechado en 1953, su dueño, Qiao Tianmin, había podido abrirlo como recompensa por sus servicios al Partido Comunista durante la lucha contra los japoneses y en la guerra civil. Alabado por el «Diario del Pueblo», que lo definió como «un modelo que había que preservar para siempre» en 1980, cuando el país empezaba a abrirse, el hostal «Tian Yi Ke Dian» resistió al intervencionismo estatal de la planificada economía socialista e incluso a la «Revolución Cultural» (1966-76). Pero ha sucumbido a la nueva China del desarrollismo que ha traído el capitalismo.
A pesar de su larga historia y simbolismo, este edificio de dos plantas y 14 habitaciones fue demolido el 20 de diciembre de 2013 para levantar en su lugar un nuevo proyecto urbanístico. Ubicado al norte de Pekín, su cercanía al parque tecnológico de Zhongguancun había disparado el precio de sus terrenos. Pero, en lugar de beneficiarse por dicha revalorización, a sus dueños no iba a traerles más que la ruina.
«Ese día llegaron 200 matones de una empresa inmobiliaria con máquinas excavadoras que derribaron el hotel, donde nos habíamos atrincherado, sin que la Policía hiciera nada por protegernos», denuncia a ABC Empresa Lao Qiao, el hijo del propietario original, ya fallecido. Mientras el resto de los vecinos se había marchado tras aceptar sus respectivas indemnizaciones, él y su familia se negaban a abandonar la pensión, que aguantaba en pie en medio de un desolador páramo de casas derruidas. A pesar de que su resistencia duró varios meses, finalmente no pudo impedir que echaran abajo su local. Para que no se opusiera, incluso se lo llevaron retenido varias horas.
Desde entonces, Lao Qiao viene protestando contra esta expropiación, que considera ilegal esgrimiendo la licencia otorgada a su padre hace más de seis décadas. Además, critica por insuficientes las dos indemnizaciones que ha recibido: una de 50.000 yuanes (7.340 euros) en verano del año pasado y otra de 80.000 yuanes (11.745 euros) que le dieron después de que su hijo Xuan, de 34 años, intentara suicidarse tirándose al lago de Houhai presa de la desesperación. En principio, la constructora les ofrecía varios apartamentos en un edificio de nueva construcción, pero Lao Qiao no se fiaba al sospechar que se trataba de una promoción ilegal.
«Hemos preguntado muchas veces qué van a levantar en el lugar donde estaba nuestro hotel y siempre nos dan una respuesta distinta: que si una escuela, que si un hospital, que si un centro de negocios…», cuenta Lao Qiao, quien también ha leído en la prensa que el proyecto consiste en edificios de oficinas. Mientras tanto, su hijo dice que ha preguntado a la Oficina de Urbanismo «y no tienen información sobre ninguna promoción en ese sitio».
Cansados de protestar, y sin hogar desde que les derribaron su hotel, viven en una habitación de hotel por la que pagan al día 278 yuanes (40 euros), pero el dinero se va rápido y no tienen adónde ir cuando se les acabe.
En China, donde la tierra pertenece al Estado y los inquilinos sólo tienen derecho de usufructo, uno de los mayores problemas sociales es la expropiación ilegal de terrenos por constructores ambiciosos que se alían con las corruptas autoridades locales para dar espectaculares «pelotazos» inmobiliarios. Con el fin de erradicar esta lacra, germen de la mayoría de protestas que sufre el país, la Asamblea Nacional Popular -el Parlamento del régimen- acaba de abogar por reforzar la ley para proteger mejor los derechos de los ciudadanos. Pero sus promesas llegan demasiado tarde para los dueños de la derribada pensión.
Todas estas injusticias ocurren porque, como observa Jean-Pierre Cabestan, experto legal de la Universidad Baptista de Hong Kong, «los secretarios locales del Partido Comunista actúan como pequeños dictadores». Víctima de este régimen autoritario, que persigue a quienes se manifiestan para reclamar sus derechos, el «hotel rojo» de Haidian ha acabado sucumbiendo al nuevo comunismo chino.
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