Tribuna
De Bankia a Kutxabank
Para Carmelo Tajadura, del Instituto de Macroeconomía y Finanzas de la Universidad Camilo José Cela, suponen dos ejemplos relativamente antagónicos en la trayectoria reciente de las excajas de ahorros
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Bankia y sus cajas antecesoras representaron la quiebra por antonomasia en esta crisis pero, tras borrar de su estructura a todos los políticos, hoy muestra una clara y casi increíble recuperación debida a una gestión profesional. Kutxabank y las cajas vascas que la precedieron representan una trayectoria histórica de éxito y de acumulación de capital, pero sufre ahora un acusado deterioro de la rentabilidad y se ha puesto de manifiesto en estas semanas el control político al que está sometida.
Bankia, por sorprendente que pueda parecer, es actualmente la entidad más rentable entre los grandes bancos españoles. No hay aún datos de diciembre, al haberse aplazado la presentación de resultados, pero en septiembre presentaba un ROE superior al 8%, como el de Bankinter, la entidad financiera privada más rentable. Resulta verdaderamente notable que una entidad que estaba literalmente quebrada en el primer semestre de 2012 pueda presentar poco más de dos años después unas cifras como estas. Los secretos de gestión para lograrlo son relativamente simples. En primer lugar, un saneamiento profundo tras disponer para ello de una fuerte aportación de capital, como manda la ortodoxia, quizás incluso más intensa de lo necesario debido al dudoso manejo de la crisis de la entidad por parte del ministro Guindos que acabó viéndose obligado a otorgarle «barra libre» de ayudas. En segundo lugar, una rápida e intensa actuación sobre los costes operativos que le ha llevado a tener el ratio de eficiencia exROF más favorable del sector, aplicando la máxima de que «lo que depende del entorno no se puede controlar, pero lo que depende de nosotros lo tenemos que asegurar». Y, por último, la progresiva vuelta a la normalidad del negocio, ganando tiempo para ello mediante la gestión profesional del dinero público recibido al haber comprado y mantenido en el balance importantes carteras de renta fija con tipos relativamente elevados, lo que optimiza la generación de márgenes mientras recupera ritmo la demanda de financiación del sector privado.
Eso sí, el contrapunto a los éxitos de gestión son los múltiples obstáculos que se va encontrando por el camino. Así, la permanente presencia mediático-judicial derivada de la gestión anterior, que le puede acabar asfixiando. O el flujo externo de fondos para atender reclamaciones de preferentes y ahora la OPV. Y, para colmo, podíamos leer la pasada semana, aunque desconocemos su verosimilitud, que el ministro Guindos quiere ahora que absorba BMN, lo que supondría dificultades adicionales para Bankia y, quizás, entorpeciera la maximización de la recuperación de ayudas.
Por su parte, Kutxabank, además de la unión de las tres cajas vascas incluye la adquisición (quizás con ayudas escasas) de Cajasur, una de las primeras entidades que quebró en esta crisis. Históricamente ha ocupado puestos de cabeza en los principales indicadores financieros que la comparaban con otros competidores, especialmente en los más relevantes: el resultado típico, la calidad del activo o el nivel de capitalización. Pero, en algunos de ellos, ha descendido ahora muchos puestos (entre las quince mayores entidades financieras españolas), por ejemplo en índices tan importantes como el ratio de eficiencia, el resultado de explotación o la rentabilidad sobre activo total y sobre fondos propios. Han influido factores como la persistencia de bajos tipos de interés, el efecto de la supresión de las cláusulas suelo sobre su abultada cartera hipotecaria, o el hecho de que haya sido la entidad que menos ha practicado el carry trade (compra de deuda financiada con recurso al BCE).
En mi opinión, aparte de reforzar los ingresos aumentando el peso del crédito distinto del hipotecario, es especialmente importante una clara reducción de costes operativos, lo que resulta necesario para ajustarse a la caída de ingresos y eliminar de paso redundancias tras la fusión, como otros competidores que han hecho ajustes muy intensos. Además, y por supuesto, no resulta lógico que una entidad financiera no se abra al capital privado en pleno siglo XXI y después de la crisis. Por dos razones: porque la haría más flexible para «levantar» eventualmente capital y porque impondría disciplina de mercado a su gestión.
Pero, en lugar de dejar que los excelentes gestores que tiene la entidad resuelvan estos problemas, nos encontramos con un enorme ruido político debido a que el PNV (de Bizkaia) no quiere perder el control, ha sustituido a su presidente y, para colmo, entre unos y otros han desatado una guerra interna que pone a la entidad en el disparadero ante el BCE y los mercados. La gestión adecuada en Kutxabank requiere un clima y entorno absolutamente diferente al que hoy se respira. Nuestros políticos no parecen aprender que, desde hace tiempo, sus injerencias en el sector financiero han sido muy costosas para los ciudadanos.
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