Japón examina la política económica de Shinzo Abe

Los comicios convocados por el primer ministro son un referéndum a sus planes de estímulo a la economía

Japón examina la política económica de Shinzo Abe afp

pablo m. díez

El próximo domingo, día 14, Japón celebra unas elecciones anticipadas que, en realidad, suponen un referéndum para la política económica de su primer ministro, Shinzo Abe, bautizada en inglés como «Abenomics». Después de que la economía cayera en recesión durante el tercer trimestre, Abe adelantó estos comicios cuando solo lleva dos años en el cargo. En teoría, pretende así que la sociedad ponga a prueba su plan de reformas económicas, que consisten fundamentalmente en multimillonarias inyecciones de dinero público y en una extrema flexibilización de su política monetaria. Pero, en la práctica, su objetivo es blindarse cuatro años más en el puesto porque sabe que la oposición está tan dividida y debilitada que difícilmente podrá plantarle cara en estas elecciones, que ha convocado como un signo de fuerza más que de debilidad.

Aunque una encuesta de la cadena Nippon TV de noviembre revelaba que el 67% de los consultados consideraba que la política económica «no iba bien», frente al 16% que la apoyaba, todos los sondeos apuntan a una clara victoria del conservador Partido Liberal Democrático (PLD), que lidera Abe. A tenor de las últimas encuestas de los periódicos Asahi, Nikkei y Yomiuri, la coalición que forman el PLD y la formación budista Komeito podría hacerse con 317 de los 475 escaños con que contará la Cámara Baja de la Dieta (Parlamento) la próxima legislatura, tras la reducción prevista de cinco asientos. Con esa supermayoría, sus diputados de la Cámara Baja tendrían las manos libres para controlar los comités más importantes y sacar adelante las leyes que quisieran ignorando a la Cámara Alta. En la actualidad, la coalición gobernante cuenta con 326 escaños, mientras que la oposición del Partido Demócrata de Japón (PDJ) tiene 62 y se ha propuesto llegar hasta 100.

Una campaña simbólica

«Estas son unas elecciones para juzgar las políticas económicas denominadas “Abenomics” que hemos estado impulsando», anunció el primer ministro esta semana durante la inauguración de su campaña. Cargada de simbolismo, su carrera hacia las urnas arrancó en la ciudad de Soma, a 40 kilómetros de la siniestrada central nuclear de Fukushima 1, para mostrar su apoyo a la reconstrucción tras el devastador tsunami de marzo de 2011. En Iwaki, cerca también de la planta atómica, su rival del PDJ, Banri Kaieda, le acusaba de haber convocado «estos comicios para ocultar el fracaso de su política económica».

Con el fin de incentivar la alicaída economía nipona , Abe puso en marcha hace dos años una agresiva política de estímulos multimillonarios y crédito fácil que ha disparado la Bolsa y potenciado las exportaciones gracias a la depreciación del yen. Pero sus críticos le reprochan la creciente precariedad laboral y el aumento de la deuda pública, la más elevada entre las naciones desarrolladas al doblar el Producto Interior Bruto (PIB), el tercero del mundo tras EE.UU. y China.

Para colmo de males, la economía lleva dos trimestres consecutivos encogiéndose y ha caído oficialmente en su cuarta recesión desde 2008. Un varapalo que el Gobierno ha atribuido a la subida del IVA en abril del 5 al 8%, aprobada hace dos años por el anterior Parlamento y que ha lastrado los planes de Abe para incentivar el consumo. Como dicho impuesto tenía que elevarse hasta el 10% en octubre y el Ejecutivo temía otro impacto negativo, Abe lo ha ido retrasando hasta fijarlo finalmente en abril de 2017.

Causas de la recesión

«No creo que el aumento del IVA sea la única causa de la recesión. El principal problema es que el Gobierno no ha podido revertir la tendencia a la baja de la economía nipona, como se ve en su pobre consumo y en la situación del sector inmobiliario», analiza para ABC Albert Hu, profesor de la Escuela Internacional de Negocios Chino-Europea de Shanghái (CEIBS). A su juicio, «los estímulos de “Abenomics” no están funcionando porque Japón necesita reformas estructurales, ya que hay muchas tasas, los consumidores no gastan y las empresas han perdido su confianza y se siguen deslocalizando».

Para atajar estos males, el profesor Hu recomienda «más flexibilidad laboral, mayor responsabilidad de las compañías con sus accionistas, implicar más a la mujer en el mercado laboral, frenar el envejecimiento de la población y permitir la entrada de inmigrantes para trabajar».

«Aunque con una mayoría menor que hace dos años porque la gente está desilusionada con su política, lo más probable es que Abe gane las elecciones, siga adelante con sus estímulos y retrase la subida del impuesto al consumo hasta 2017, pero será complicado que la economía mejore», vaticina el profesor Hu, quien alerta del efecto que puede provocarle la ralentización de China, uno de sus principales mercados.

Más optimistas son los analistas del banco de inversión Nomura, para quienes «las medidas de estímulo impulsarán los gastos de los consumidores y las economías regionales como respuesta al reciente deterioro de la situación». A tenor del diario Yomiuri, Abe planea una inyección de dinero público de entre dos y tres billones de yenes (entre 13.500 y 20.000 millones de euros), para incentivar el consumo en los hogares, aliviar sus altos costes energéticos y revigorizar el sector inmobiliario.

«Aunque la economía ha perdido impulso en el tercer trimestre, no vemos necesidad para el pesimismo en las previsiones», señala Nomura en un comunicado. Entre los aspectos positivos, la consultora destaca que «el gasto en el consumo se recuperó gradualmente en agosto y septiembre tras tocar fondo en julio, los pedidos de maquinaria pesada han crecido durante cuatro meses seguidos desde junio y las empresas han empezado a mostrar señales de inversión de capital». Ante tales perspectivas, Nomura prevé que «el retraso en la subida del impuesto al consumo combinado con la reciente debilidad del yen impulsará la tendencia a la recuperación de la economía».

Al margen de estas predicciones, lo cierto es que la economía nipona ha perdido vigor desde mediados de los años 90, lastrada primero por el estallido de la burbuja inmobiliaria y luego por la crisis financiera que sacudió a Asia. Prueba de ello es su deflación crónica porque los precios llevan bajando desde hace 15 años por culpa de la caída continuada del consumo, agravada por la subida del IVA. El consumo, que aporta el 60% del PIB nipón, solo subió un 0,4% en el tercer trimestre con respecto a los tres meses anteriores, mientras que la inversión de capital disminuyó un 0,2% y la compra de viviendas se desplomó un 6,7% (24% con respecto al mismo periodo de 2013).

Los japoneses acuden con poca ilusión el día 14 a las urnas, una cita que pocos consideran necesaria porque costará a las arcas públicas 400 millones de euros y solo servirá para revalidar en el cargo a Abe. Y, aunque de momento no estén funcionando, sus recetas para mejorar la economía seguirán siendo las mismas.

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