Equilibrando los desajustes externos e internos de China
La administración del presidente Xi Jinping intenta agresivamente equilibrar la economía del país
La economía mundial se encuentra abrumada por sus desajustes dado que países con grandes superávits intentan incrementarlos mientras los que tienen problemas intentan devolver sus deudas. Europa esta acumulando un enorme superávit de cuenta corriente sin precedente histórico de casi un 3% de su PIB. El crecimiento del consumo nipón sigue tan débil que solamente superávits crecientes pueden absorber toda su producción, y el yen ha perdido mas de un tercio de su valor desde 2011. Mientras tanto los EE.UU. han visto como su déficit por cuenta corriente se ha reducido a la mitad desde el máximo más reciente, y pocos americanos quieren ver este proceso al revés. Al ver cómo cada país intenta incrementar su superávit o reducir su déficit, esto se parece mucho a una guerra comercial.
Y aunque en China la administración del presidente Xi Jinping intenta agresivamente equilibrar la economía del país, pocos economistas parecen entender que la floja demanda global quizás limite las posibilidades de maniobra de Pekín. China ha acumulado grandes superávits de cuenta corriente durante todo el año, pero si no es capaz de mantenerlos o aumentarlos, en vez de darle mas espacio para poder llevar a cabo reformas, el clima económico global puede volverse en su contra.
El superávit de cuenta corriente chino es la diferencia entre el ahorro y la inversión de una economía. Cualquier presión desde el exterior, afecta la relación entre los dos conceptos. Para que China pueda volver a equilibrar su economía tanto su excesivamente alta tasa de inversión y su aún más alta tasa de ahorro tendrán que reducirse rápidamente con relación al PIB. La inversión debe ralentizarse porque los bancos sistemáticamente dirigen una gran parte del crédito a inversiones derrochadoras, siendo incapaces de reconocer las pérdidas y dejando a los bancos con grandes y cada vez mayores agujeros en sus balances. De esta forma, la deuda china durante este siglo creció mucho mas rápido que la capacidad de pago.
Como todo país que ha adoptado un modelo de crecimiento parecido, la vulnerabilidad mas grande que China debe afrontar ahora es la deuda, y mientras la reciente reducción de las tasas de interés quizás haya aliviado a prestamistas del sector publico excesivamente endeudados, también ha empeorado la situación a largo plazo. El gigante asiático aún debe recortar su crecimiento crediticio si quiere evitar endeudarse por encima de sus posibilidades ya que las bajas tasas de interés promueven mas inversiones despilfarradoras. Una vez que los bancos chinos no puedan aumentar la cantidad de préstamos y depósitos al ritmo visto hasta ahora, entonces el crecimiento solo puede caer en picado y el desempleo dispararse.
Pero esto no tiene por qué ocurrir. Si China reduciera su ahorro e incrementase su consumo interno a la velocidad suficiente, la demanda interna podría absorber la producción del país. Sin embargo, políticamente es muy difícil aumentar el consumo. La tasa de demanda de China es la mas baja del mundo principalmente porque en relación al PIB la renta de los hogares del país es la más baja del planeta.
La tasa de ahorro solo puede reducirse de dos formas. O el desempleo sube, o el consumo se ve estimulado por políticas que incrementen el ingreso medio de los hogares a expensas de las empresas estatales y los gobiernos locales. Nadie prefiere la primera opción, obviamente, pero la segunda solo puede llevarse a cabo si Pekín ejecuta urgentemente reformas. Muchas de ellas fueron propuestas en el Tercer Pleno del año pasado. Ello incluye eliminar regulaciones existentes que solo dan acceso a servicios municipales a residentes nacidos en dicha localidad, reformar las leyes de propiedad de la tierra e inmuebles, y liberalizar las tasas de interés y la asignación de créditos.
Dado que estas reformas aumentan la riqueza de los hogares a expensas del Estado, han sido criticadas con gran fuerza por «intereses creados». Reformas residenciales, por ejemplo, permitirían que trabajadores inmigrantes tuvieran acceso a servicios municipales al mismo tiempo que subirían notablemente los gastos de las entidades locales. Las reformas de la propiedad de la tierra ayudarían a los agricultores y ganaderos, mientras que reducirían bastante los ingresos por arrendar la tierra a los poderosos gobernantes locales. Tipos de deposito mas altos transfieren ingresos del deudor que durante mucho tiempo ha disfrutado de un acceso privilegiado a créditos baratos, principalmente gobiernos locales y empresas estatales, a hogares que ahorran.
Muy pocos economistas han reconocido que estas difíciles reformas están forzosamente limitadas por las presiones sobre el desequilibrio externo de China. Otra manera de expresarlo: si la débil demanda global fuerza una caída en la cuenta corriente china, por definición los ahorros se verán reducidos mas rápidamente que las inversiones.
Esto crea un problema difícil para Pekín. Si la oposición política a la transferencia de riqueza limita la habilidad del Gobierno para poder reducir la tasa de ahorro, el crecimiento de la inversión, y los prestamos arriesgados, deben decrecer mas lentamente que en el caso contrario. Si Pekín intenta reducir la inversión rápidamente, los ahorros solo pueden bajar si el desempleo aumenta. Transferir riquezas a los hogares agresivamente, en otras palabras, es la única manera de prevenir una subida del paro.
Las opciones que tiene China están limitadas y un clima global flojo complica aún más la situación. Algunos analistas argumentan con optimismo que Pekín puede desatar una ola de inversión productiva al reformar el gobierno del sector financiero a las muy eficientes pequeñas y medianas empresas chinas. Quizás pueda, pero no sin una resistencia muy poderosa. Tal tipo de transformación no tiene precedentes históricos y es muy poco probable.
Por supuesto que Pekín debe, y lo hará, reformar el sector financiero para subir la inversión productiva, pero a menos que sea capaz de hacerlo mas rápido que incluso Deng Xiaoping fue capaz de cambiar instituciones muy arraigadas, China tendrá que elegir entre tres inexorables opciones: un rápido incremento de la deuda, un agresivo programa de redistribución de riquezas, o una alta tasa de desempleo.
La velocidad con la que Pekín sea capaz de transferir riqueza a los hogares -enfrentándose a una oposición nacional poderosa- determinará las proporciones finales entre la deuda china, el desempleo, y el crecimiento. De momento el éxito del Presidente Xi ha superado las expectativas, pero el tremendo reto que le espera será aun más difícil dado el clima externo en fase de deterioro que se le presenta. La forma de enfrentarse a la oposición determinará el éxito del equilibrio chino.