El drama de Campofrío en primera persona

Incertidumbre y miedo, pero también esperanza entre los trabajadores de la fábrica burgales

El drama de Campofrío en primera persona RICARDO ORDÓÑEZ

p.abascal

Julián es uno de los veteranos de la plantilla. Asegura que quiere confiar en las promesas de los directivos de la empresa y de las administraciones. Sin embargo, tiene dudas. «Aquí nadie ha firmado nada. Ahora todo son buenas palabras, pero habrá que ver». Se muestra convencido de que lo justo es que las ayudas lleguen. «Si ha habido ayudas para los que nos han hundido el país, para los que sacamos el país adelante con nuestro trabajo y pagamos los impuestos tendrán que sacarlas de donde sea», señala. Tiene claro que el cierre temporal será «un golpe duro» para toda la ciudad.

Leticia todavía mantiene la sonrisa. Cree que no es de los que peor está porque «hay compañeros con una situación muy mala, que tienen familia a su cargo o se han metido en pisos y tienen que pagar hipotecas». Solo tiene un año y casi dos meses de paro porque llevaba poco tiempo trabajando. Recuerda el día que empezó el fuego, cuando llegó y había allí muchos compañeros en silencio. «Es algo que no se puede imaginar», sentencia. Asegura que está dispuesta a hacer las maletas para ir a trabajar a cualquier otra fábrica, si se lo ofrecen. Su padre y su hermano también trabajan en Campofrío.

Miguel Ángel todavía mira hacia las ruinas de Campofrío como sin creer que lo que queda de la fábrica es un amasijo de hierros y hormigón . Estaba durmiendo cuando le llamó su hermano para decirle que estaba ardiendo. Creyó que era una broma. Sintió «impotencia» cuando se acercó y confirmó que Campofrío estaba ardiendo. Cabecea y baja la voz para decir que «todavía parece imposible». Recuerda que unas semanas habían hecho un simulacro de emergencia. «Todos salíamos medio riéndonos, porque parecía que no podía pasar nada tan grave en una planta tan moderna y con tanta seguridad».

Carlos señala la fábrica. «Las vigas de acero que se ven son enormes y están totalmente deformadas. No queda nada». Cuando vio el humo la mañana del domingo pensó que los bomberos apagarían el fuego, habría algunos daños y la planta recuperaría la normalidad «en unos días, o como mucho en unas semanas». Reconoce que con su edad y después de estar toda la vida trabajando en Campofrío no tendrá más opción que esperar a que se construya la nueva planta . Habla con admiración del presidente de la compañía, Pedro Ballvé. «Pedro ha tenido valor para comprometerse a luchar por su fábrica y seguir tirando del carro, porque a los accionistas chinos y mexicanos les habría dado lo mismo irse a cualquier otro lugar o repartir la producción de forma definitiva», destaca Carlos a las puertas de la fábrica a la que durante décadas acudía a diario.

El drama de Campofrío en primera persona

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación