tribuna
La grave enfermedad y las aspirinas
El subdirector del Instituto de Macroeconomía y Finanzas (IMF) de la Universidad Camilo José Cela, Carmelo Tajadura, analiza los errores del Banco de España antes y después de la crisis
![La grave enfermedad y las aspirinas](https://s1.abcstatics.com/Media/201411/03/mafo-caruana-solbes--644x362.jpg)
El anterior gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez, publicaba recientemente en un importante diario nacional un artículo que podríamos calificar como auto-exculpatorio. En mi opinión, es difícil negar la falta de acierto de la autoridad bancaria durante la crisis, cuando se intentó curar una enfermedad gravísima con aspirinas, sobre todo en los primeros años; pero tampoco puede olvidarse que la génesis de tal enfermedad estaba dentro de las entidades financieras desde antes, sobre todo en el mandato del anterior gobernador, Caruana.
La crisis bancaria se intuía al menos desde el verano de 2007, cuando la liquidez en los mercados era ya un problema agudo y nadie podía ignorar que nuestras entidades financieras se habían endeudado en ellos enormemente para incrementar el crédito en una proporción desconocida. Pero nuestras autoridades económicas y bancarias actuaron con una premiosidad desconcertante, a pesar de los avisos de su propia Inspección. Se argumenta que, tras la pertenencia a la UE y también por la politización de las cajas, no existían ya las armas con las que se enfrentó la crisis bancaria de finales del siglo XX. Es cierto pero, por eso mismo, la urgencia era mayor y, sin embargo, el FROB no se creó hasta mediados de 2009. Mientras tanto, en otros países se actuaba con contundencia: en EE.UU. el TARP se creó en octubre de 2008. En diversos países europeos se dotaron provisiones gigantescas y se rescató o dio una solución con inmediatez a las entidades afectadas, por ejemplo al RBS en octubre de 2008 o a Fortis en los meses siguientes.
Es verdad que la pérdida latente que existía en la mayor parte de los activos bancarios nacionales de mayor riesgo –los créditos promotor, sobre todo– resultaba difícil de cuantificar en los primeros compases porque dependía de la evolución futura de la situación económica; pero resulta evidente que la pauta de dotación de provisiones fue demasiado lenta e inadecuada. Basta con echar un vistazo a la secuencia del saneamiento realizado por el sector bancario: las provisiones dotadas contra resultados en 2009 y 2010 (28 y 26 mil millones) no fueron muy diferentes de las de 2008 (unos 20 mil millones), a pesar de que la crisis estaba en toda su crudeza; y el esfuerzo importante no se hizo hasta 2011 (46 mil millones) y 2012 (122 mil millones), para volver en 2013 a una cifra parecida a la de los primeros años (28 mil millones
En definitiva, cuando en España nos decidimos por fin a sanear en serio, lo que aconteció en 2012 tras la catastrófica gestión por parte del gobierno del asunto Bankia, en el resto del mundo desarrollado ya se estaba recuperando el dinero puesto por los gobiernos en las entidades bancarias tres o cuatro años antes.
Se perdió el tiempo también con los famosos SIP´s, con los que se intentó promover una integración de baja intensidad de las ex cajas de ahorros venciendo resistencias políticas y buscando la generación de plusvalías contables para dedicarlas a sanear. Pero una crisis tan intensa como la existente requería la aportación de dinero fresco, no apuntes contables. Algunas de las operaciones así realizadas fueron desastrosas (Bankia, Catalunya Banc, Nova Galicia…) aunque al menos luego se acabaron reconduciendo a fusiones plenas y logrando ahorros de costes operativos para la racionalización del sector, tan necesaria por el exceso de capacidad existente.
Pero, en cualquier caso, como decíamos al principio, el problema ya estaba dentro de «las tripas» del sector cuando el anterior gobernador llegó a su puesto, en 2006. Es increíble repasar ahora las tasas de crecimiento del crédito a lo largo de la etapa de expansión. Algunos datos son los siguientes:
–desde 1997 hasta 2007, todos los años hubo un crecimiento de dos dígitos en el total de crédito al sector privado; en concreto en 2005 y 2006, el avance anual fue superior al 27 y 25% respectivamente, lo que resulta realmente descomunal
–y, en el caso del crédito promotor, por ejemplo en 2005 y 2006, el crecimiento anual era del 40/50%, acumulable a tasas superiores al 30% en años anteriores.
Está claro que, a toro pasado, es muy fácil opinar. Pero esas tasas solo podían engendrar lo que luego nos encontramos: un pinchazo de la burbuja crediticia y un nivel de mora brutal que solo se está consiguiendo empezar a revertir siete años después (y recurriendo para ello a maniobras contables como canjes por otros activos, ventas de cartera o traspaso a fallidos).
Los principales responsables del desaguisado son las propias entidades, cuyos directivos gestionaron muy mal. Antes de la crisis y también durante la misma (hubo un diagnóstico erróneo sobre la intensidad/duración de la crisis que llevó a refinanciaciones y falta de provisiones). Pero no cabe olvidar la responsabilidad por omisión de de las autoridades económicas y bancaria, desde principios de la década. Por obviar la situación real de un sector muy mal gestionado desde principios del 2000; y por perder la oportunidad en los primeros años de la crisis de dar un golpe de mano efectivo y contundente, sincerando el valor de los activos, reduciendo el patrimonio de los accionistas y aportando dinero en cantidades importantes (pero no tanto como se necesitó luego) como se hizo en otros países.
La actuación preventiva, antes de una crisis bancaria, y, tras desencadenarse, la celeridad en la toma de decisiones y la aportación de dinero fresco para resolverla resultan absolutamente fundamentales. En nuestro caso falló todo ello.
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