Patron del «Alexia» «Maratdor» y «Azzurra»
Guillermo Parada: «Tengo más ganas que cuando era joven»
«Todo lo que somos en este equipo se lo debemos a Alberto Roemmers»
Considerado como uno de los mejores patrones del mundo, el argentino lleva muchos años ligado a la familia Roemmers, que confió el él para asentar sus proyectos deportivos del «Alexia», «Matador» y «Azzurra».
¿Cómo y dónde comenzó z navegar?
Con mi hermano en Cadete en Argentina. Mis padres navegaban. Mi padre llevaba a mi madre a navegar embarazada de mí y de mi hermano, así que comencé muy temprano. A competir comencé con Mariano (Cole) en los años 70, con 10 y 7 años. Ganamos el Mundial de Cadete y yo me retiré por la edad, pero Cole volvió a ganar el Mundial de patrón junto con Matías Blanco. Ahí comenzó todo. Mi padre nos metió el gusanillo. Él navegaba aunque nevara o diluviara hiciera sol o mucho calor.
¿Cómo comenzó la aventura del «Matador»?
Bueno, yo tenía una relación con Alberto Roemmers hijo y navegábamos enfrentados en J 24 con 15 años. En el año 96 ya había terminado mi especialización de Administración y Finanzas, trabajaba en un banco, pero quería navegar y como venía el Mundial de Snipe me la jugué renunciando a mi trabajo. Cuando se me acababa el dinero recibí un mensaje de Alberto que me invitaba a navegar en la Semana de Antigua en un 73 pies, lo que para mí era toda una aventura. Comencé haciendo la mayor, pero notaba que estábamos muy desorganizados y era muy peligroso, sobre todo en las salidas de las regatas. Lo dije claramente porque creía que debíamos tener una persona que se hiciera responsable del barco y distribuir bien a la tripulación. Y Alberto padre dijo: «Ok, me parece bien, a partir de mañana lo haces tú». Yo tenía veintipocos años y cuando volví a mi casa pensaba que «quién me mandó abrir la boca». Pero el caso es que acabamos ganando la regata. Alberto le compró el primer «Alexia» a Doug DeVos y me confirmó como responsable del barco. Fuimos a navegar a Newport contra el «Boomerang», que era un diseño de German Frers de carbono y muy moderno y me tocó hacer de táctico con la buena suerte de ganar al «Boomerang». Se fueron dando las cosas bien y al siguiente campeonato, que Alberto faltó, me dieron el timón. Modificamos el barco y le llevamos a los 80 pies para poder navegar en la clase ILC. Corrimos el Mundial y quedamos terceros con barcazos como el «Sayonara», «Morning Glory», «Falcon 2000», «Boomerang»… Como la cosa funcionaba y Alberto no podía hacerse cargo del barco, me lo dio a mi para que organizara la logística de regatas, transportes y todo lo demás.
¿Cómo nace el binomio «Matador»-«Azzurra»?
Después de varios años de navegar con el «Alexia» en el exterior, Alberto me dijo que quería hacerse un barco para correr en Argentina. Contactamos con Javier Soto y diseñamos un 40 pies. Alberto quería un barco puro y que no tuviera más de dos metros y medio de calado. Propuse que se llamara «Matador» y a Alberto le gustó la idea. Eso fue en 1998 y el primer barco de carbono que se hizo en Argentina. Y en 2005, Alberto hijo decidió hacerse un Botín de 46 pies para correr la Copa del Rey. Lo hicimos muy bien y en ese momento llegaron los TP52. Alberto padre los vio y se enamoró. Tras la Copa América de 2007 en la que estuve con Oracle, Alberto me llamó y me dijo: “Hagamos un TP52”. Antes, habíamos ganado la Copa del Rey con el «Paches», con Pedro Perelló y la de 2007, ya con el «Matador». En 2010, Alberto dejó de navegar porque los médicos le dijeron que no era aconsejable que lo hiciera. Como existía la posibilidad de que José Cusí comprara el «Matador» y el Yatch Club Costa Esmeralda se uniera a nosotros para posibilitar un proyecto, Alberto me dijo: «es tan buena la idea que no me la creo, pero si lo llegas a conseguir, directamente haz el barco sin preguntarme, pero no va a suceder». A los 15 días, Cusí compró el «Matador», nosotros nos convertimos en «Azzurra» y teníamos como patrocinador a Audi. Ahí comenzó nuestro matrimonio con el Yatch Club Costa Esmeralda. Con ellos hemos ganado tres veces el Circuito, a Alberto le dieron el Banderín de Oro del Club, que solo lo tienen cinco personas… y somos un referente.
¿La relación de Alberto con el equipo es de 10?
Alberto es increíble. Todo lo que somos en este equipo se lo debemos a él. Tuvo la oportunidad de salir a contratar a estrellas consagradas y hacer un gran equipo a base de talonario, sin embargo él quiso formar su propio equipo desde abajo en vez de ir a comprar figuras y nos dio la oportunidad, a un grupo gigante que pasamos por sus barcos, de poder crecer y hacer de esto una forma de vida. Alberto, sin ninguna duda, ha transformado la vela de crucero en Argentina. Todas las experiencias que hemos ido adquiriendo durante estos años se fueron pasando a otros regatistas del país y ha hecho que el nivel de la vela de crucero en el país haya subido mucho. Su filosofía siempre ha sido no la de participar, sino la de ir a muerte a ganar. Mucha veces lo vi enfadado por quedar segundos. Así que siempre hemos sido un equipo de «ganar o Hospital», que se dice en el motocros.
¿Qué falta por hacer en este equipo?
Siempre faltan cosas por hacer. Lo que más me gusta de esto es que tengo muchas más ganas que cuando era joven. Estoy más viejo, pero tengo más perspectiva para valorar lo que me está pasando. Competir al primer nivel durante un montón de años te dan ganas de seguir. Me gustaría volver a ganar esta temporada no porque me falte, sino porque lo llevo dentro. En otro momento me hubiera gustado terminar la Copa América, porque ahora esta competición se transformó para navegantes de otra generación. Disfruto de lo que me toca vivir y lo hago con mucha pasión y muchas ganas.
Toda una vida navegando con tu hermano Cole, ¿no es monótono?
Aunque no lo creas durante la regata él hace su parte del trabajo y yo hago la mia. Salvo cosas imprescindibles no hablamos mucho más. En otras categorías hemos navegado enfrentados muchas veces, nos hemos peleado, nos hemos protestado, nos hemos descalificado y hemos estado sin hablarnos por temas de barcos durante meses. Cole tiene su lugar en nuestros proyectos por mérito propio y no por ser mi hermano. Salvo en las regatas, nos vemos poco. En Buenos Aires vivimos lejos y coincidimos muy poco en el club, entonces el TP52 termina siendo el punto de unión donde aprovechamos para compartir momentos
¿En una tripulación de argentinos, que pintan los italianos?
Lo que intentamos es mantener el espíritu latino. Trajimos a Cirili para reemplazar a Juan Garay, que no podía hacerse cargo de la navegación, las velas y muchas cosas más. Vascotto es un mundo aparte, y salvo un neozelandés el resto somos todos latinos. Los sajones tienen sus características, que seguramente en un montón de aspectos son mejores que las nuestras, pero los barcos latinos son más impulsivos, tienen el volumen más alto, se habla más, se grita más, somos más talentosos y más irregulares. Nosotros nunca vamos a ser sajones, aunque trabajemos de la forma más ordenada posible, pero respetando nuestro espíritu. Tenemos una cultura y una personalidad y eso es parte de nuestro equipo. Si mañana apareciera el «Azzurra» con cinco «guiris» no sería el «Azzurra» por más que sea azul y ponga «Azzurra». Estos circuitos tan difíciles se ganan en los días malos, no en los buenos. Es decir, el que mejor reaccione en un día malo tiene ventaja, y nosotros tenemos la ventaja que reconocemos nuestros errores individuales y la reacción es positiva.
¿Cómo es navegar sin Vascotto?
Es único en su clase. Reemplazarlo no fue fácil. Teníamos una lista de 4 personas que tenían un nivel similar y elegimos a Santi porque sabíamos que iba a responder como miembro del equipo y que un día malo iba a ser mucho más agradable pasarlo con Santi, que pasarlo con un desconocido. Pero no resultó fácil reemplazar esa personalidad tan fuerte que tiene Vasco y a principio del año pasado pagamos un precio muy alto porque estábamos un poco perdidos. Vasco es un tipo con muchísimo liderazgo y personalidad. Él era el que dominaba y mandaba arriba del barco. Un estilo distinto al de Santi, que es mucho más democrático y reflexivo, que al principio nosotros esperábamos que alguien nos dijera como hacer las cosas. Nos llevó un tiempo de adaptación. Es uno de los mejores tácticos del mundo con el que hemos navegado durante muchos años y, además, es un amigo. Para ver el viento y elegir el lado, Santi tiene una sensibilidad increíble. No es un puesto fácil de reemplazar, sobre todo cuando los que se van son los buenos.
¿Este circuito ha dejado de ser cosa de dos?
Creo que sí. Nosotros hace años tenemos de compañero de entrenamientos a “Provezza” y salvo alguna vez no habían logrado destacar en el circuito. En marzo, en los test de Valencia andábamos exactamente igual y no sabíamos si estar contentos o preocupados. En las regatas de entrenamiento vimos claramente que cualquiera puede ganar. Después de tantos años hemos llegado a un nivel de evolución donde está todo tan igualado que cambió el juego. Antes éramos dos o tres equipos que a la larga siempre terminaban ganando y que además disfrutaban de una diferencia de velocidad. Hoy en día hay tanta igualdad que las diferencias está en como se mueven las herramientas que hay en el barco. Ahora es más apasionante.
¿Cómo ha sido el avance tecnológico en la clase?
Los primeros TP parecen una carabela de Colón. Son el día y la noche. En el primer TP que navegamos llevábamos 10.000 ligras de tensión en el stay de proa, ahora llevamos 18.000. Las velocidades en ceñida eran 8,2 y ahora vamos un nudo más rápido. De la velocidad de popa, ya ni hablamos. Es otra historia y además, los tripulantes han evolucionado mucho para bien. Es un gran avance del que no podemos renegar, aunque sea menos romántico. Hace 30 años los pilotos de fórmula uno eran superdotados y ahora son máquinas. Hay que adaptarse y subirse a la ola de lo que viene. Navegamos de una manera completamente distinta a la que navegábamos hace 10 años. La primera vez que vimos un TP nos pareció un plato volador.
¿Los catamaranes van a acabar con los monocascos?
No creo. Es una rama distinta de este deporte. Son dos deportes diferentes en uno. Hay que tener otras destrezas, otras habilidades. No quita para que un buen catamanero no pueda ser un buen monocasquero. Hay lugar para todos y cada uno tiene sus características, su gente y sus seguidores. A mi me encantan los catamaranes, pero no creo que sea comparable. Es como comparar la Fórmula Uno con el Dakar, es el mismo deporte, pero muy distinto.