La 'Operación Triunfo' del tiro con arco español

«Fueron unos años muy duros y exigentes. Con muchas horas de sacrificio y de entrenamiento. Los tres que llegamos a Barcelona 92 somos los que aguantamos aquel ritmo infernal. Todos los demás fueron cayendo. Nos levantábamos y a las ocho ya estábamos tirando 100 flechas con unos elásticos. De ahí nos íbamos a entrenar y luego ya, hasta la hora de comer, estábamos en el campo de tiro. Comíamos, descansábamos una hora, y de nuevo a tirar flechas hasta las siete de la tarde que nos íbamos al gimnasio o la piscina… no contento con eso, alquiló un pabellón para que pudiéramos tirar también de noche, y después de cenar nos hacía ir otra vez a lanzar hasta las doce de la noche. Lo único bueno es que un día a la semana teníamos descanso, pero nunca sabíamos cuándo. Ese día, lo que hacíamos era descansar, porque no nos quedaban ganas para nada más», recuerda Antonio Vázquez, en conversación con ABC.

Aquellos meses, lejos de su familia, estaban cargados de incertidumbre. Porque, en realidad, no sabían hacia dónde caminaban. «Dejas todo por un deporte minoritario y no sabes cómo va a funcionar. Si tendrás luego un futuro o un trabajo. Si sacarías algo de aquella experiencia», reconoce.

Los Juegos de Barcelona se inauguraron con una flecha. La que lanzó el arquero Antonio Rebollo y que, tras cruzar el cielo del Estadio Olímpico, encendió el pebetero. «Aquello fue como una premonición de lo que íbamos a conseguir después en la competición. Algo impensable, porque nosotros nos conformábamos con pasar una ronda. Con ser finalistas». Ese objetivo se consiguió al ganar a Dinamarca en octavos de final: «Al ganar a los daneses ya nos relajamos. Nos tocaba entonces con el equipo unificado -Rusia- que era un equipazo. Los tres arqueros eran campeones del mundo. Un auténtico 'dream team' del arco. Les ganamos muy fácil y ahí fue cuando nos dimos cuenta de que podíamos aspirar a todo».

Tal fue la euforia que Sidoruk tuvo que leerles la cartilla para que estuvieran centrados el resto del torneo. «Empezaron a hacernos fotos, entrevistas y se nos fue un poco la cabeza. El 'Ruso' nos apartó y nos pidió tranquilidad para afrontar las semifinales contra Reino Unido». Un duelo que España resolvió de manera milagrosa en el último momento. «Nosotros tirábamos tres flechas cada uno y teníamos tres minutos para hacerlo. El técnico nos tenía muy estudiados y teníamos un orden determinado. Alfonso tiraba primero, porque era el que más tardaba en armar; luego iba Juan Carlos, que se adaptaba al ritmo; y el último era yo. Contra Reino Unido hice tres dieces y ganamos por dos puntos». El recuerdo de Vázquez se hace más vivo al hablar de la final, que disputaron ante Finlandia en medio de una gran expectación. «Había mucha gente en la grada. Había venido hasta un amigo de mi madre con el bombo, que no dejaba de darle, pero nosotros no escuchábamos nada. Estábamos entrenados para abstraernos totalmente. Recuerdo que apenas me quedaron 40 segundos para lanzar, que era muy poco, y que cuando terminé de tirar mi segunda flecha, el finlandés ya había acabado. Ahí me quedé yo solo, en la línea y con la diana enfrente. Me sobraron dos segundos y cuando acabé, miré hacia atrás donde estaba Alfonso y vi que levantaba el puño. Ahí me llevé las manos a la cabeza y todo fue una locura».

En la celebración, al que se le fue de las manos fue al 'Ruso', que sacó una botella de vodka para repartir con sus pupilos. «Aquello estaba fuerte de cojones… Yo hacía como que bebía, pero realmente lo tiraba con disimulo. Llevábamos años sin probar el alcohol, te puedes imaginar cómo era para nosotros. Si hubieran sido unas sidriñas…», se ríe Vázquez, que trabaja en un club de tiro con arco en Barcelona y es responsable técnico de la base en la federación catalana.

Hasta llegar ahí, pasó más de dos décadas trabajando en diferentes ámbitos, pues en cuanto se acabó su carrera, apenas tuvo ayuda: «Después de los Juegos te prometen mucho y luego nada. Nos mantuvieron la beca ADO un año, pero cuando cayeron los resultados, nos quedamos sin ella. Pedí ayuda en la federación y solo me ofrecieron un puesto de vigilante en el CAR. Decidí que no era lo mío y tuve que emigrar a Ibiza para trabajar en una empresa de un conocido del tiro con arco. Ahí estuve diez años, hasta que me mudé a Barcelona y encontré el lugar donde trabajo ahora». Holgado sí que quedó ligado al deporte que marcó su vida; estuvo años trabajando para la federación internacional en Suiza. Allí sigue viviendo, enrolado ahora en el deporte universitario. Menéndez, que sigue en Asturias, es gerente en el club de natación Santa Olalla. «La federación se durmió un poco en los laureles los primeros años y se perdió la ola que se pudo generar con nuestro oro. Todo se quedó un poco muerto y hasta hace 4-5 años, con la llegada de Elías Cuesta, no se ha empezado a trabajar bien. Ahora sí que se está haciendo un buen trabajo y ya hay chavales que podrían llegar con opciones de medalla a París 2024», apunta Vázquez, convencido de que el tiro con arco nacional está más cerca de repetir un éxito que era impensable hace 30 años.