Mutua Madrid Open
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Ha sido tan repentino su estallido que la gente aún no se pone de acuerdo. Carlos, Carlitos, Charly... Desde cada zona del estadio el grito sale diferente por más que el destinatario sea el mismo. Falta consenso para nombrar al protagonista, algo que nunca pasó con Nadal, que será siempre Rafa para la gente.
Vibra Madrid con un nuevo ídolo al que le ha costado muy poco meterse a todos en el bolsillo. Le sobra desparpajo y naturalidad, interactúa con la grada y derrocha energía contagiosa. Hasta imitan el acento murciano de sus «¡vamos!».
No hay un hueco libre en la Caja Mágica para ver la final, y salvo algún despistado todos apoyan a Alcaraz . No fue así en su partido de cuartos. Aún no puede competir con Nadal por el cariño de la gente. La vieja leyenda atrapó bastantes más aplausos que el joven aspirante. También Djokovic tuvo su público en la semifinal, por más que ahí el nuevo campeón ya arrastraba masas. En la final, escrito está, no hubo color. Banderas españolas por todas partes y varias de la Región de Murcia. En uno de los palcos, el presidente de esa comunidad, Fernando López Miras, gozaba orgulloso, encantado por haber dado con semejante bicoca.
Lo peor de la final fue lo rápido que la ventiló Alcaraz, sin tiempo apenas para ir descubriendo a la multitud de famosos, actores y deportistas que se acercaron a ver a la sensación murciana. Si en los días previos lucieron palmito varias estrellas del Real Madrid y el Atlético, en el cierre lo hicieron Marc Márquez , junto a su hermano Álex y Alberto Contador. La cuota de futbolistas la pusieron Luis Figo y Radamel Falcao , quien sufrió también con la final de dobles que perdieron sus compatriotas Juan Fernando Cabal y Robert Farah.
El juego enérgico de Alcaraz engancha. Su derecha, sus recuperaciones y por encima de todo esas dejadas tan suyas, jaleadas ayer con «olés» ante la impotencia germana de Zverev . No hay subidas y bajadas en el tobogán. Todo es un éxtasis continuo por la velocidad con la que se suceden los acontecimientos, aunque pequeños detalles sí logran subir un grado más las revoluciones: el primer break de Alcaraz, el juego en blanco con el que cierra la primera manga y ya, por último, la doble falta con la que Zverev claudica. En ese momento desaparece el Alcaraz tenista y brota de nuevo el Alcaraz aún adolescente que mira a su entrenador y a su familia con gesto divertido, más satisfecho por darles una satisfacción que por el trofeo conseguido. «Desde la primera ronda he sentido un cariño brutal», admitía poco después de terminar su tarea. «Dar las gracias se queda corto porque ha sido un ambiente espectacular. Siempre he dicho que en todos los partidos hay momentos difíciles, pero con este apoyo es muy fácil salir de los baches y de los malos momentos».
La capital le despidió con confeti y una ovación cerrada, aclamado incluso por su desquiciado rival. Él prometió volver el próximo año para defender su corona. Madrid y Alcaraz ya son inseparables.
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