Masters 1.000 Miami
La insólita maldición que persigue a Nadal en Miami
El español disputará esta tarde ante Federer su quinta final en Florida
Nadal vuelve a la casilla de salida para saldar una de las pocas cuentas pendientes con su pasado. Aquel niño de 18 años y 10 meses que puso contra las cuerdas en 2005 al entonces número uno del mundo regresa doce años después convertido en coleccionista de trofeos y plusmarcas: 14 Grand Slam, 28 Masters , más de mil partidos en la élite... Hay pocas cosas que se le resistan al balear, y una de ellas es el título de Miami. Allí donde comenzó a forjarse la leyenda también nació una maldición. Aquel 3 de abril de 2005, Nadal estuvo a dos puntos, apenas dos puntos de vencer a Federer, que llegaba a la final de Cayo Vizcaíno con un impecable currículum de 17 finales seguidas sin derrota.
Nadie le había tosido entre octubre de 2003 y abril de 2005 de la manera en que lo iba a hacer esa tarde el mallorquín. Sus rivales en las 17 finales de esa etapa – Roddick, Hewitt, Ljubicic – aguantaban a duras penas tres sets sobre la pista. Nadal resistió cinco (en aquella época las finales de los Masters Series se disputaban a cinco mangas). «Nadal encontró la llave para perturbar el juego preciosista de Federer en sus golpes cruzados», relataba al día siguiente Domingo Pérez en su crónica de ABC. «Detrás de la pelotita, pegado a ella como una lapa, se movía el de Manacor, devolviendo golpes imposibles. El suizo no daba crédito. Donde la inmensa mayoría de sus rivales ni llegaban, el español lo hacía y encima ponía presión en sus respuestas superando una y otra vez al de Basilea (...) El descaro de Nadal no conoce límites», remataba el cronista de este periódico. Nadal empezaba a ser Nadal.
La historia comenzó fenomenal aquella tarde en Miami. Pero tras vencer el español en los dos primeros sets y tener al suizo con 4-1 en el tercero, Federer tiró de veteranía, llevó esa manga al desempate y luego se adjudicó con solvencia los dos últimos capítulos. La derrota en tres horas ante el número uno dejaba un sabor agridulce. Por una parte, quedaba claro que Nadal era capaz de superar al que muchos consideraban ya entonces el mejor jugador de todos los tiempos, extremo que se ha venido demostrando en los años sucesivos, pues el español le ha ganado al suizo dos de cada tres partidos que han disputado. De hecho, un año antes, Nadal ya había sorprendido a propios extraños apeando a Federer en la segunda ronda de ese mismo torneo.
Otras tres veces llegó Nadal a la final de Miami. En ningún otro sitio ha perdido tantas finales , y es junto a la Copa de Maestros y los Masters 1.000 de París y Shanghái, los únicos trofeos importantes que faltan en las vitrinas de su casa. Esta tarde, tendrá la oportunidad de dar carpetazo a la maldición contra el mismo contrincante que la inició.
A tenor de los últimos precedentes, parte como favorito el suizo, que este año le ha vencido las dos veces que se han visto las caras:en la épica final de Australia y venció en otra épica batalla en Australia y le arrolló después en los octavos de final de Indian Wells. Pero hoy, una vez más, los relojes se ponen a cero y de nada valen las estadísticas. Juegan Nadal y Federer. Con esa frase está dicho todo.
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