US Open
Serena Williams ensucia su leyenda
Colean todavía las consecuencias de su comportamiento en la final del US Open por el que ha sido multada con 15.000 euros
Serena Williams , un icono que va mucho más allá del deporte, le dio el sábado por la noche una puñalada al tenis, a la lucha por la igualdad y a su propio ejemplo de ser mujer, madre y negra en un mundo donde esos tres factores ponen la vida cuesta arriba. Y a Naomi Osaka , también mujer, también negra -es hija de haitiano y de japonesa-, que le pegó un repaso dentro y fuera de la pista en la final del US Open .
Williams manchó la bandera de la igualdad de género cuando se envolvió en ella para justificar su lamentable actitud en el partido, en el que recibió tres advertencias del juez de silla por infracciones, comportamiento antideportivo e insultos que le acabaron costando un punto y un juego . «Lucho por los derechos y la igualdad para las mujeres», dijo después del partido, con la cabeza fría, en rueda de prensa. Esa lucha era haber llamado «ladrón» y «mentiroso» al juez de silla, el portugués Carlos Ramos . «Que yo lo llame ‘ladrón’ y él me quite un juego es algo sexista. Nunca le ha quitado un juez a un hombre un punto por decir ‘ladrón’», siguió.
Todo había empezado una hora antes, en el inicio del segundo set. Osaka, con una soltura y una confianza sorprendentes para una joven de 20 años que nunca había pasado de octavos en un «grande», vapuleó a la favorita con un gran saque, un juego de fondo fuerte y profundo y desgastándola por los ángulos. Williams trató de reaccionar y su entrenador, Patrick Mouratouglou, le hizo señas desde el palco para que jugara más por el centro, para evitar que Osaka le hiciera más daño por los lados. Ramos, el juez de silla, cazó el mensaje. Está prohibido recibir instrucciones del equipo durante un partido y anunció un «warning» a Williams, que protestó: «Yo no hago trampas, prefiero perder», le dijo al juez. Mouratouglou reconoció después del partido que sí dio órdenes a Williams.
El asunto alimentó la frustración que vivía Williams. Iba a ser su noche de gloria, en la que igualaría los 24 «grandes» que tiene Margaret Court y la colocaría como la mejor de la historia sin ambages, y lo conseguiría en casa, justo un año después de dar a luz, en su regreso triunfal al más alto nivel. Pero la realidad es que Osaka era mejor y Williams veía escapar los titulares de «leyenda viva» que tenían preparados todos los periódicos. En el siguiente descanso, volvió a recriminar a Ramos, que no se inmutó con sus quejas . Cuando iba con el set encarrilado -30-15, 3-1 en juegos- tiró dos dobles faltas y acabó perdiendo el saque. Desesperada, rompió la raqueta con furia. El reglamento no deja dudas en este caso: «warning». Con la segunda advertencia, se pierde un punto. Al enterarse de que había arrancado el juego 15-0 en su contra, enfureció y volvió a la silla. Apuntando a la cara de Ramos con su dedo índice, le gritó que el juez le debía «una disculpa» y se le subió a la cabeza el haberse convertido en símbolo de maternidad el último año: «¡Tengo una hija y lucho por lo que es correcto!».
Los gritos y los aspavientos no le valieron un tercer «warning», que significa la pérdida de un juego. Pero ya estaba fuera de sí: perdió dos juegos seguidos y se quedó con 3-4 en el marcador. Al volver a la silla para el descanso, estalló contra Ramos. Dedicó los noventa segundos del parón a increparle. «Quiero una disculpa», «me estás atacando», «no volverás a estar en pista conmigo mientras vivas», «dime que lo sientes», «eres un mentiroso», «no me hables» . Ramos no hizo nada hasta que Williams le dijo que le había robado un punto y lo llamó «ladrón». No tuvo más remedio que colocarle el tercer ‘aviso’ y quitarle un juego. De 3-4, Williams pasó a 3-5. En plena cólera, llamó a la pista al árbitro principal del torneo y a la supervisora del circuito, y criticó que «a los hombres no les hacen esto». El público abroncó al juez. Lo que es peor, también a Osaka, que, en medio de una tormenta con la que no tuvo nada que ver, tuvo un comportamiento ejemplar. Al recibir el trofeo, la grada la abucheó.
Más sorprendente que las formas de Williams -por las que recibió una multa de 15.000 euros - fue el de buena parte de la opinión pública de EE.UU., que demuestra lo difícil que es poner mácula a un icono. Sally Jenkins, periodista de «The Washington Post», acusó a Ramos de «sexista» y le acusó de «robar» la final. Billie Jean King, mito estadounidense del tenis, felicitó a Williams por «denunciar el doble rasero» en el deporte. Otras voces, como el ex juez de silla Richard Ings, que se enfrentó a todo un John McEnroe en los 80, defendió la labor de Ramos: «Todas sus decisiones fueron absolutamente correctas».
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