El Roland Garros más incierto

Laura Marta

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22/05/2022
Actualizado a las 22:19h.

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A estas alturas de primavera, Rafael Nadal ya había regalado varios mordiscos a la historia. Títulos en Montecarlo (11) o en Barcelona (12) o en Madrid (5) o en Roma (10) que llenaban su mochila de confianza para afrontar lo que siempre ha considerado el torneo de los torneos. «Si gano Roland Garros, la temporada está hecha», ha repetido más de una vez. Sin embargo, este año la primavera tenística del balear quedó marcada por una imagen: rostro compungido, ceño fruncido por el dolor, cojera. Sucedió hace apenas una semana, en la segunda ronda del Masters 1.000 de Roma, contra Denis Shapovalov (6-1, 5-7 y 2-6). Infalible en el primer set, el dolor del pie se fue adueñando de sus actos y, sobre todo, de su cabeza. «El dolor siempre está ahí; es algo con lo que vivo todos los días», asume el balear.

Son palabras que añaden incógnitas a este Roland Garros que siempre ha sido su oasis. Trece títulos, a pesar de las lesiones . Por eso, esta edición de 2022 se convierte en una atípica, menos alegrías y mucha incertidumbre por cómo responderá el pie ante todo lo que el torneo exige, cinco sets y los mejores del mundo.

En 2020, en un Roland Garros otoñal, fue el último mordisco en París, aplastante victoria ante Novak Djokovic. Pero en la edición de 2021, fue el serbio quien consiguió cambiar la partida a su favor, en una semifinal de muchos nervios para los dos, y que se resolvió en cuatro sets. En una rivalidad que va incluso más allá de los títulos, recuperar la plaza parisina ante el número 1 es también aliciente.

A pesar de todo, Nadal se ha encargado siempre de anular las alarmas cada vez que se han encendido, capaz de destrozar las dudas con otra de esas proezas de las que solo son capaces los elegidos. «En el deporte, lo que hoy parece imposible, pasados unos días dejan de parecer imposibles , e incluso empiezan a parecer muy posibles. Hay veces que no sucede eso, pero otras sí. Y debo estar preparado por si este clic ocurre. No creo que esté tan lejos», asumía en su presentación en París. Esos 'imposibles' que él redefine, como hizo en enero. Porque también llegó a 2022 con muchas dudas, muchos problemas, seis meses de parón, apenas cinco partidos de preparación en el circuito y conquistó el Abierto de Australia; un Grand Slam 21 como un «milagro», según sus propias palabras.

Y París es París, la luz que lo ilumina. «Si no creyera que es posible, no estaría aquí», argumentó el viernes, tras uno de esos entrenamientos dobles multitudinarios que ya se ha dado estos días en la Chatrier. Son trece mordiscos, 105 victorias y solo, solo, 3 derrotas (Soderling 2009, Djokovic 2015 y 2021).

Es el serbio, con el que podría enfrentarse en cuartos de final , quien ha disipado dudas. Olvidado el esperpéntico capítulo de Australia, recuperado de sus traspiés en Dubái (perdió en cuartos contra Jiry Vesely), Belgrado (cayó en la final contra Andrey Rublev por 2-6, 7-6 (4) y 0-6, después de varias semanas sin jugar) y en Montecarlo (en primera ronda ante Alejandro Davidovich 3-6, 7-6 (5) y 1-6) , el número 1 del mundo va lanzado hacia su tercera Copa de los Mosqueteros. Ganador en Roma por aplastamiento en la final ante Stefanos Tsitsipas (6-0 y 7-5), ya había regalado parte de su puesta a punto, excelso con el servicio y letal al resto, en los choques precedentes. Solo lo pudo frenar una semana antes en Madrid un tal Carlos Alcaraz , al que señalan todos como el más en forma del momento, como el más completo del circuito actual.

El murciano se estrena hoy, ante Juan Ignacio Lóndero , y se podría cruzar con Nadal o Djokovic en unas hipotéticas semifinales. Consolidada la revolución que ha protagonizado este año, títulos en Río, Miami, Barcelona y Madrid, seis del mundo, afronta su primer Grand Slam como favorito. Está preparado, dice desde hace meses, para catapultarse en estos torneos de cinco sets que se han establecido como la vara de medir al mejor del mundo. En 2021 cayó en tercera ronda en París, alcanzó ya los cuartos en el US Open. Pero no es aquel Carlitos recién cumplidos los 18. «Me motiva que me den como uno de los favoritos para ganar Roland Garros, más que presión es estímulo», avisa.

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