Copa ATP
Roberto Bautista, maestro de la constancia
Impecable durante todo el torneo, el castellonense brilla de nuevo con España
A Roberto Bautista los gestos lo delatan poco. Comedido en sus expresiones de ánimo o de victoria, se desmarca con ese dedo al cielo como recuerdo a sus padres. Poco más. Frente a otros tenistas que lo dicen todo con un gesto o una mirada, Bautista prefiere expresarse, y de maravilla, dentro de la pista; con su raqueta, su tenacidad, su paciencia y su impecable capacidad para domar sus emociones y desatar las del adversario para volverlas en su contra . Así apabulló a Coppejans, a Soeda, a Roncadelli, a Metreveli en esta Copa ATP. Así desquició también a Kyrgios (y a Dusan Lajovic en la final contra Serbia ).
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Con otra lección maestra de contención, embaucó al australiano con golpes certeros y milimetrados. Elegante y certero en la propuesta, cómodo en los intercambios largos , minó las expectativas del de Canberra desde el principio, con un 6-1 en menos de media hora rubricado con un saque directo final. Kyrgios, incapaz de llevar el partido a su terreno y enfangado cada vez más en la tónica de la paciencia que le proponía el español, destapó sus carencias: 22 errores, raqueta destrozada, descontrol absoluto, engullido por sus emociones. Allí donde Bautista es imbatible.
Distinto a todos
Cómodo sin que los grandes focos le apunten, ha escalado hasta la plaza diez del mundo de forma sutil. Armado con el mono de la constancia ha construido un tenis distinto a todos: alejado por edad de la potencia de las nuevas generaciones que protagonizan Zverev, Tsitsipas o Shapovalov; alejado por calidad innata de los Novak Djokovic o el propio Nadal que ya brillaban siendo veinteañeros. Ha dicho alguna vez su entrenador, Pepe Vendrell, que le falta tener ese golpe contundente con el que solucionar el punto en caso de peligro; o esa mayor velocidad en los saques que lo sitúen enseguida con la alternativa para ganar. Pero Bautista, 31 años, reivindica su lugar en el planeta tenis con una marca propia, especial, reconocible, respetada y que ya es referencia para tenistas y aficionados, convertido el castellonense en ejemplo de vida y de profesionalidad. Por lo que ha logrado, por cómo lo ha conseguido, por cuándo lo ha conquistado.
A Bautista le costó más que a otros dar el estirón en un deporte que exige caras nuevas mientras aplaude la longevidad. A su ritmo, se concentró en sacar lecciones de cada experiencia. Consciente con el paso de los años de que mirar hacia un objetivo muy lejano no le servía, se centró en su presente y consolidó lo bueno que tenía para hacerse un hueco entre los mejores. Sin mirar a los lados . Octavos en el Abierto de Australia y en el US Open 2014, octavos en Wimbledon y US Open 2015, octavos en Australia y Roland Garros 2016, octavos en Australia, Roland Garros y Wimbledon 2017, cuartos en Australia y semifinales en Wimbledon 2019, campeón con honores y aplausos de la Davis 2019.
De derrotas como la sufrida ante Cameron Norrie en la Davis de 2018 aprendió a lidiar con la presión de ser líder. De muchas otras, como ante Djokovic en las semifinales en Londres este pasado año, se llevó el respeto de los rivales. De las victorias, como todas las que logró en la Caja Mágica en noviembre, con el fallecimiento de su padre entre medias incluido, o las que lo llevaron a alzar sus nueve títulos ATP, la confianza para creerse por fin que es uno de los grandes. Y de los imprescindibles cuando de jugar en grupo se trata . Siempre dispuesto a pelear por España -ha renunciado a defender su corona en Doha por vestir la camiseta nacional en esta Copa ATP-, es Bautista el nombre que ya no puede faltar. Y que no falla. La constante que da la confianza, la tranquilidad, la seguridad y la inspiración.
Es Rafa Nadal quien mueve a las masas, salta hacia el cielo puño mediante y ensordece con su «vamos» universal. Pero es Bautista quien ofrece al balear la posibilidad de hacerse más héroe . Él lo es, a su manera templada, pausada, eficiente. Las tres armas con las que desfiguró ayer al volcánico Kyrgios y que lo impulsaron a la quinta victoria en cinco partidos en esta semana en Australia. Sin grandes aspavientos ni alardes. Su tenis lo dice todo por él. Eso, y ese dedo que señala al cielo tras las victorias. El gesto del maestro de la constancia.