Djokovic cae ante Rublev y su falta de rodaje

La cabeza enterrada en la toalla, gestos de dolor, de agotamiento. Una tímida sonrisa hacia la grada, con el pulgar hacia arriba para agradecer las muestras de cariño. Un revés lanzado a desgana, una doble falta, ni siquiera interés por saber si la pelota ha entrado o no en ese penúltimo juego... Novak Djokovic se acerca a Novak Djokovic, pero todavía no. El serbio cae en la final del ATP 500 de Belgrado ante Andrey Rublev (6-2, 6-7 (4) y 6-0) con una lección de pundonor al ganar el segundo set y un par de deberes todavía para la temporada de tierra: falta llenar el depósito de energía.

Celebró el ruso su victoria en Belgrado sin demasiada efusividad. Acababa de endosar un 6-0 al número 1 del mundo, pero era consciente de que no es el número 1 de los mejores momentos. Título para Rublev, y de cierta categoría, y respeto para Djokovic, que se llevó otra ovación en casa, ante los suyos, donde ha empezado a reconstruirse.

Llevaba el serbio casi siete meses sin pisar una final. En esta semana ha acumulado más partidos que en todo el año. Después de la pesadilla en la que se convirtió su intento por jugar el Abierto de Australia, tres partidos en el ATP de Dubái en febrero, una derrota en su estreno en el Masters 1.000 de Montecarlo y este torneo en Serbia para intentar encauzar el tenis ahora que ya van descontándose los días para el gran objetivo que supone Roland Garros. Pero falta todavía rodaje, hambre, competitividad, efectividad en los golpes y frescura de ideas . Es verdad que la final fue sudada por parte de ambos, dos horas y 26 minutos. Pero Rublev supo ver enseguida las heridas del campeón de 20 Grand Slams. Se quedaba corto el serbio en sus ataques y todavía más corto de piernas en sus defensas. Y atacó el ruso con latigazos profundos para no dejar que la fiera de Djokovic despertase.

El 6-2 del primer set ya mostró las cartas para uno y para otro. Mucho más competido fue el segundo parcial, más por orgullo serbio que por convicción o efectividad tenística. Pero ya no tuvo más gasolina el número 1. Desfondado, desganado, errado, no pudo ni siquiera maquillar el sonrojo de recibir un 'rosco' en el tercer set. Cinco dobles faltas, un 63% de primeros servicios, apenas un 27% de restos convertidos, él, rey de los restos. Una final más, la 124 de su carrera, y la sensación de que está en el camino. Pero el título es para Rublev, undécimo en su palmarés, con ese puntito de honor que otorga ganar a un campeón de 20 Grand Slams que es, además, número 1 del mundo. Aunque todavía no sea ese que fue.