Copa de Maestras

Muguruza, semifinalista a lo grande

La española, a la que le bastaba con un set, supera a Kvitova por 6-4, 4-6 y 7-5 y se medirá a Radwanska

Garbiñe Muguruza AFP

ENRIQUE YUNTA

Garbiñe Muguruza sueña en Singapur, expuesta este fin de semana a un reto mayúsculo. En su bautismo como maestra, la española ya está en semifinales, magnífica noticia para consagrase entre las grandes. Ante Petra Kvitova, la tercera zurda del Grupo Blanco, Muguruza sonrió a los 48 minutos porque su victoria parcial en la primera manga ya le valía, bien resuelta para confirmar su excelente progresión durante la semana. Y remató con victoria en un pulso de altibajos, un 6-4, 4-6 y 7-5 (en dos horas y 33 minutos) para firmar pleno en esta fase inicial. Clasificada como primera de grupo, el siguiente reto es Agnieszka Radwanska , penúltima etapa del viaje al paraíso.

Todo son titulares alentadores en Muguruza, disparada en este tramo final de curso que le ha catapultado en Asia hasta llevarle al podio del tenis mundial. Asombra a las rivales con un nivel altísimo y fue tan convincente en los encuentros previos ante Safarova y Kerber como madura cuando tocaba ante Kvitova, rival durísima que se lo juega al todo o nada.

Asombra a las rivales con un nivel altísimo y fue tan convincente en los encuentros previos como madura ante Kvitova

A partir del libreto de la checa, Muguruza se adaptó a las circunstancias. No había ritmo, algo previsible, y la española supo leer entre líneas para desnivelar la primera manga. Entendió que el resto jugaba un papel primordial y rompió dos veces el servicio de Kvitova, suficiente para contrarrestar su laguna en el sexto juego. El set, en cierto modo, era como una victoria.

Ese triunfo parcial alivió a Muguruza, resumida la paz en su significativa sonrisa. Pareció no conformarse al romper el saque de Kvitova nada más empezar el segundo capítulo, pero a partir de ahí se perdió en una fase de partido muy extraña, un carrusel de roturas que le tuvo siempre a remolque. Lo mejor es que jamás se rindió.

Hasta el 4-3 en contra, Muguruza no había sido capaz de ganar un juego al saque, abandonada por los primeros y demasiado irregular. Y ahí, en ese momento tan especial en el tenis, justo en la línea que separa el éxito de la nada, despertó la hispanovenezolana y fue a por la presa, aunque se le olvidó rematar cuando olía a sangre.

Reuters

Vivió alejada de sus formas porque fue Kvitova la que imponía estilo. La centroeuropea, quinta de la WTA , no concede opciones en su bombardeo, una jugadora que lo reduce todo a los mínimos golpes posibles. Y engatusó a Muguruza, penalizada porque se le escapó viva su rival. En el noveno juego, dos errores en sendas voleas de revés marcaron su destino cuando estaba a las puertas de la gloria y luego entregó su servicio de manera lastimosa. Tocaba desenlace dramático y una ración extra de esfuerzo.

Para entonces, el partido era una montaña rusa de emociones. A la española le costó un mundo volver a la vida, aturdida por esa desconexión. No había espectáculo y el epílogo se resolvía desde el diván, una batalla más mental que tenística. Aparentaba estar mejor Kvitova, pero sirven de poco esas apreciaciones en el tenis femenino, del frío al calor en un periquete. Muguruza, justa de fuerzas por el trajín de estos días, sacó energía de donde no había y se impulsó a partir de la fe, de la confianza en sí misma. Cuando asomaba al abismo, logró revertir la situación y quebró en el undécimo juego de manera definitiva, pues finiquitaría luego con su saque a la cuarta bola de partido. Esa cabeza, por sí había dudas, está muy bien amueblada.

Ya está en la zona noble, clasificada para semifinales en dobles y en individuales. En su camino hacia la eternidad, ahora se mide a Agnieszka Radwanska, clasificada como segunda en el otro grupo.

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