«El récord que no logramos en Sevilla tendrá el nombre de mi madre y el de la esclerosis múltiple»

Eric empujará más fuerte que nunca la silla de Silvia, preparada para batir el Guinness en la Maratón de Barcelona tras haber vencido al Covid

La esperanza corre el Maratón de Sevilla en menos de 2.58:40

Silvia consuela a Eric en Sevilla después de haber llegado a la línea de meta sin batir la marca
Ignacio Liaño Bernal

Ignacio Liaño Bernal

Esta funcionalidad es sólo para registrados

«De verdad, te lo digo de corazón. Soy feliz porque estoy contigo , Eric. Y hemos llegado a la meta los dos juntos». Al final, como ocurrió siempre, estaba la madre. Aquellas fueron las palabras exactas que Silvia Roldán bisbiseó para intentar reanimar sin éxito el alma desconsolada de su hijo, Eric Domingo , que lloraba destrozado en su regazo mientras encajaba toda frustración: el Record Guinness a la hora de completar un maratón empujando una silla de ruedas se había esfumado por dos minutos en Sevilla. Tan sólo 110 segundos tras haber conseguido llegar al final en un tiempo final de 3:00:30. Nada, al fin y al cabo, en comparación a la lucha durante tantos y tantos años de una madre y un hijo que siguen dispuestos a hacer todo cuanto esté en sus manos y en sus pies para darle visibilidad a los pacientes de esclerosis múltiple como la propia Silvia, que ha dejado una nueva lección de resiliencia que merece ser contada y difundida.

En aquella carrera, Eric apenas pudo contestar a su madre tras haber llegado sin aliento a la línea de meta de la última Maratón de Sevilla que se celebró en febrero de 2020, a sólo un mes de que la pandemia zancadilleara sin aviso nuestras vidas. Para mayor desgracia, la extenuación física del equipo maternofilial, unida a un incomprensible desnivel a la hora de entrar en los últimos metros de prueba en el Pabellón de las Delicias provocó que la silla de Silvia volcara con Eric detrás. La foto finish pasó de poner sus rostros felices en todos los telediarios y titulares del mundo a sufrir la inapelable sensación de haber fracasado en el intento pese a haber firmado la mejor de las enseñanzas. Aquello dolió mucho más por dentro que por fuera. Y ya es hora de levantarse, dicen 623 días después de aquella mañana. Porque correrán la Maratón de Barcelona el 7 de noviembre buscando el récord que estuvieron tan cerca de agarrar en Sevilla. Y ahora tienen una nueva razón para conseguirlo, porque Silvia sobrevivió al coronavirus pese a haber estado en una situación grave. Muy grave.

«Ha sido un año muy duro , lo he pasado muy mal. Me motiva hacer la Maratón en Barcelona. Hacerla en mi ciudad, con todas las calles, mis amigos y los corredores, que a muchos los conozco. Y me hace una ilusión enorme y me da mucha vida saber que puedo hacerla con Eric», cuenta Silvia, consciente y decidida de que en esta ocasión conseguirá poner el nombre y el apellido de su causa a un registro internacional de colosal magnitud. Su hijo atiende a ABC de Sevilla en los días previos a la carrera, donde cuida ya cada descanso como si fuera un examen físico más. El trabajo ya está hecho y ahora hay que demostrarlo: «Mi madre ya no sé ni cómo está. Tiene esa presión del corredor también. Ahora me pregunta que a dónde vamos a llegar. Pues donde lleguemos, le digo, y está super feliz. Me pregunta cómo estoy, si estoy descansado, si el recorrido lo ve bien, me pide que tenga cuidado con el ritmo y que no me pase entrenando». Cosas de madres. Eric lleva tatuado el ojo de lo que más quiere en esta vida en su muñeca derecha porque sabe que a una madre no se le escapa ni el aire, que fue precisamente lo que más echó en falta en el hospital: «Me quedé con ella todas las noches durmiendo, y cuando me quedaba dormido, ella me seguía mirando para que descansara. Estando con respirador y todavía me seguía vigilando. Por eso cuando fui a correr una prueba a Islandia me dijo que, aunque ella no pudiese ir conmigo, allí estaría su ojo para que yo se lo enseñase».

A la altura de la Catedral, Eric y Silvia siguen adelante en Sevilla J.M. Serrano

Silvia entró y salió del hospital con su medalla de corredora de la Maratón de Sevilla al cuello, como cualquier atleta de élite más, porque ella corría antes y sigue corriendo ahora, pensando en batir el gran récord en cuanto saliera del atolladero. «Le puse su museo en la habitación con tres fotos impresas de Sevilla y cada vez que venían los enfermeros, preguntaban. Fue el maratón más importante de su vida . Una noche allí nos dijeron que tenía que apretar, que iba bien, pero que necesitaba un empujón. Miré el correo y me llegó la aprobación de la solicitud para el Guinness. Se lo dije y ahí empezó a mejorar».

La hora de la esperanza

No hay ninguna marca en el famoso libro de los récords que sea capaz de cuantificar el amor de una madre. Ninguna. Pero ambos esperan con respeto y ambición que cuando crucen la línea de meta en la Ciudad Condal, su reloj marque menos de 2:58:40 , la hora que la esperanza tiene reservada para esta prueba de larga distancia empujando una silla de ruedas. Ese es el objetivo, por más que muchos creamos que pase lo que pase esta familia ya ha conquistado lo más alto de cualquier podio. Lo más hondo de cualquier sentido. Suman ahora ocho millones de razones más para conseguirlo. Son todas y cada una de las visualizaciones del último vídeo que ha traspasado continentes asegurando que volverían más fuertes que nunca a la pista. Que Silvia se calzaría las zapatillas, Eric ajustaría los apoyos de su nueva silla y ambos regresarían a recorrer paso a paso los 42 kilómetros de distancia en unas condiciones que todos aplauden cuando los ven pasar.

Mientras su madre ha ido recuperando fuerzas después de haber superado el Covid, Eric no ha dejado de entrenar ni un solo día para llegar a la fecha lo más preparado posible, también en lo psicológico, y ha completado sin su otra mitad la Media Maratón de ciudades como Madrid, Valencia o la propia Barcelona, ya con Silvia (1:23:32), además de quedar tercero en la Volcano Ultra Marathon de Islandia, una de las pruebas más arriesgadas del planeta con temperaturas bajo cero y un gran desnivel. «Cuando fallé el año pasado, hice una promesa : que este récord que no logramos en Sevilla tendría el nombre de mi madre y de la esclerosis múltiple. Después de pasar uno de los peores periodos de nuestras vidas, vamos a batir el Guinness empujando una silla de ruedas. No os imagináis cómo visualizo ese día». Y lanzaba un mensaje para esa grada de escépticos que a día de hoy sigue completamente vacía: «No es sólo un intento, lo vamos a conseguir ».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación