¿Qué pasó con... Peter Cutino?
Hijo de una leyenda del waterpolo estadounidense, el deporte que ha marcado su vida, este californiano apareció en 1985 por Sevilla para jugar con su selección. Aquí lleva ya 33 años en los que se ha desarrollado como arquitecto, profesión que sigue ejerciendo ahora en el estudio Sánchez Carrero, y formado una familia (tiene dos hijos) mientras continúa luchando para que la llama del waterpolo perviva en la ciudad
Se enamoró de esta ciudad cuando en 1985 llegó con su selección para disputar un Torneo Ciudad de Sevilla de waterpolo, el deporte de su vida. Y aquí se quedó, en los albores de la Expo. Tan alejado de su Monterrey (California) natal, una ciudad ... pesquera en la que se asentaron sus abuelos de orígenes sicilianos, este arquitecto formado en la Universidad de Berkeley, a cuyo salón de la fama pertenece, fue entrenador y jugador de la extinta sección del Club Natación de la calle Trastamara. Ahora preside el Club Waterpolo Sevilla.
¿Cuántos años ya en Sevilla?
Desde 1987. Estuve en el primer Torneo Ciudad de Sevilla y volví al año siguiente, en 1986. Me di de baja en la selección y seguí aquí. El primer año del torneo vinieron las selecciones de Estados Unidos, Cuba, URSS, Yugoslavia, Hungría...
¿Quedarse aquí fue una decisión meditada o lo pensó poco?
Meditada. No era definitiva, sino un poco de prueba. Pensaba que con el trabajo que tenía estaría una temporada. Y salió bien. Fue una buena experiencia. Conocí a mi mujer, formé una familia y aquí estoy, 33 años más tarde.
¿Se adaptó rápido? ¿Le costó el idioma?
Cuando empecé a trabajar no sabía nada de castellano. Estudié francés en la Universidad y hasta la fecha no hablo bien del todo. Conservo mi acento, no lo pierdo. Aprendí escuchándoles a ustedes, trabajando, y fue difícil. Tardé unos meses en poder comunicarme. Eran los años previos a la Expo, una etapa emocionante para estar aquí en España, de expansión.
Siendo arquitecto, ¿no participó en proyectos en la Expo?
No los teníamos. Trabajamos en el proyecto Marina de Sevilla, que no salió; luego, en el Stirling frente al estadio del Sevilla. Tampoco salió. Hicimos el Zaudín, Montecastillo, proyectos en Gelves y también Torneo Parque Empresarial, durante diez años.
Es hijo de una leyenda del waterpolo en Estados Unidos.
Sí, mi padre es muy conocido y querido. Hay una gala con su nombre que se celebra cada año (Peter J. Cutino Award) para premiar a los mejores jugadores masculinos y femeninos del país. Escribimos dos libros juntos de waterpolo. Berkeley fue cuna de la libertad de expresión, de los hippies, de las protestas contra Vietnam... A la Universidad de Berkeley la conocemos como Cal y desde que tenía cuatro o cinco años y corría por la playa sabía que mi futuro estaba allí.
¿Cómo era él?
Disfrutarlo como padre y entrenador fue una gran experiencia a nivel personal y deportivo. Él decía en una entrevista que sólo hablábamos de waterpolo en la piscina, pero en realidad lo hacíamos las 24 horas. Le encantaba.
¿Tiene nostalgia de su tierra? ¿Qué echa de menos?
Ahora mismo sí, porque por primera vez no he podido viajar en 33 años. Los primeros años se enviaban cartas y hacer una llamada era carísimo. Lo que más echo de menos es a mi familia. Mis padres volvieron de Oakland a Monterrey, que es un pueblo pequeño. Sevilla es una ciudad grande, aunque a veces se siente también como un pueblo. Yo no me he movido de un radio de 200 metros desde que llegué. Sigo en Los Remedios.
¿Qué le enamoró de Sevilla?
Sevilla era muy diferente a como es en la actualidad. La vida era mucho más lenta. En los ochenta sentías que estabas en un lugar con una personalidad propia. Me gustaba eso. Yo hasta fui a las corridas de toros y llegué a entenderlas, lo cual no es fácil, aunque perdí la afición. Recuerdo haber visto a Curro Romero. También iba al Rocío, donde me aceptaban como uno más. Sigo teniendo muy buenos amigos, personas magníficas. Llevo ya más tiempo aquí que en mi país.
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