25 años del juicio

Alfredo Flores: «Llegué a discutir con el fiscal general por el Caso Juan Guerra»

Asegura que acertó con el pronóstico sobre cómo acabaría el caso y ve injustas las críticas porque dice que «se investigó a fondo»

Alfredo Flores Abc

Mercedes Benítez

Alfredo Flores tiene 86 años y ejerce la abogacía en el despacho Montero Aramburu. Era el fiscal jefe de Sevilla cuando estalló el caso Juan Guerra, del que recuerda todos los detalles. Desde aquel oficio que le llegó de la Fiscalía General del Estado en enero de 1990 con la denuncia presentada por IU que se hacía eco de las actividades de Juan Guerra con una carpeta llena de recortes de prensa. Se hacía mención al caso Puerto de la Plata (en Barbate) y se comenzaba a hablar del supuesto uso de un despacho en la Delegación del Gobierno.

Y Flores se puso a investigar. «Se hizo un buen trabajo», rememora recordando que, desde el principio, el foco se puso en el delito fiscal y en indagar las declaraciones del IRPF. Fue muy complicado ya que había un entramado de empresas (Fracosur, Litomed, Comasa, las tragaperras...). Sin embargo, si de algo está orgulloso es del pronóstico que hizo cuando vaticinó que todo quedaría en poco más de unos delitos fiscales. «Acerté cuando dije en lo que quedaría», asegura satisfecho por las condenas por delito fiscal o malversación que predijo en su día.

Pero Flores sigue teniendo una espinita clavada por las críticas que recibió ya que, según recuerda, a veces lo trataban como «sospechoso» y hubo «desconfianza» hacia la Fiscalía . Y admite que fue «injusto porque la investigación se hizo a fondo» y no quedó nada por indagar o que incluso se cuantificó el gasto de luz en la Delegación del Gobierno. De hecho insiste en que, a veces, «no tenía nada que ver» lo que la Fiscalía investigaba con lo que se decía. «En lo penal no valen los posiblemente; o hay pruebas o no puede ser».

La presión estaba en la calle

«Llegué a enfadarme con el fiscal general del Estado porque las decisiones no podían ser sólo nuestras y la Fiscalía General tenía que dar alguna indicación», explica insistiendo en que estuvo en todas las diligencias y luego recurrieron las sentencias. ¿Hubo presiones?: «La presión estaba en la calle», dice . Yrecalca la trascendencia de un caso que era «una patata caliente».

Flores recuerda el debate jurídico sobre «el chiringuito» de Guerra en la Delegación del Gobierno. Porque «aquello no encajaba en el Código Penal» y había que tipificarlo. Y, de hecho, fue el caso que provocó el cambio normativo para tipificar tanto el tráfico de influencias como la participación de una persona no funcionaria en la prevaricación. Rememora el libro de visitas, «unas hojas sueltas» en las que se registraba todo el que entraba en el edificio fuera o no fuera a ver a Guerra. Yes consciente de que, quizás con más medios, habrían podido hacer más.

Guarda recortes de prensa y caricaturas de la época. «Pocos sevillanos han tenido tres portadas como yo», dice.Y rememora anécdotas. Como cuando tras una larga declaración, Antonio Guerra, «el palomita», se despidió con un «adiós familia». También tiene claro que el caso «no tenía el calibre de desmoronar las instituciones» que han tenido otros posteriores». Pero «no fue ninguna tontería».

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