Un salto estratosférico que marcó a una generación
Se cumplen diez años de la caída libre de Felix Baumgartner que cambió los límites conocidos del ser humano

Mientras Joe Kittinger, veterano oficial de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos al mando de la misión Red Bull Stratos, dirigía sus últimas palabras a Felix Baumgartner, el mundo entero contenía la respiración. «Muy bien, sube al escalón exterior. Enciende las cámaras ... y nuestro ángel de la guarda cuidará de ti». La cápsula se había elevado hasta los 39.000 metros y había llegado el gran momento del piloto austriaco. Embutido en un aparatoso traje de astronauta, Baumgartner se colocó fuera de la escafandra y no pudo resistirse a emular a Neil Armstrong. «Sé que todos están mirando y desearía que pudieran ver lo que yo veo. Cuando estás aquí arriba te das cuenta de lo pequeño que eres en realidad. Vuelvo a casa ahora». Después, realizó un enérgico saludo militar y se lanzó al vacío.
Hoy se cumplen diez años de aquel salto desde la estratosfera, una hazaña que cuestionó los límites humanos y que puso un nuevo tope a varios récords oficiales, entre ellos la velocidad vertical máxima (1.357,6 kilómetros por hora) y altitud de salida más alta (38.969,4 metros). En total fueron 4 minutos y 16 segundos de caída libre y otros cinco hasta que, con el paracaídas abierto, consiguió tocar tierra en el desierto de Roswell, en Nuevo México. Baumgartner se convirtió también en el primer ser humano en romper la barrera del sonido. El aniversario trae consigo un documental, 'Space Jump', que recuerda aquellos momentos con imágenes inéditas y declaraciones de varios de sus protagonistas con las que conmemorar el legado de aquella misión espacial.
Se cuenta que la idea de saltar desde la estratosfera partió del propio Baumgartner, un personaje pintoresco que a lo largo de su vida había alcanzado cierta notoriedad por sus saltos en paracaídas desde edificios emblemáticos o por cruzar el Canal de la Mancha con un ala de carbono. El austriaco quería convertirse en el primer hombre fuera de un avión en alcanzar la velocidad del sonido (Mach 1), y le pidió consejo a Art Thompson, un ingeniero con el que había trabajado en el pasado. «¿Es posible saltar en paracaídas desde el espacio y caer a una velocidad supersónica?». Juntos explicaron su locura a Red Bull, y la idea derivó en un proyecto de cinco años en el que acabaron trabajando 300 personas. Una de ellas, fundamental, fue Kittinger, que hasta el salto de Baumgartner poseía el récord de caída libre más larga con un salto de 31.333 metros realizado en 1960. «Si quieres escalar el Everest y solo hay un tipo en el planeta que ha estado en la cima, probablemente quieras hablar con él», explicó Baumgartner, hoy 53 años, sobre la presencia en el proyecto del militar, que en 2012 contaba con 83. Kittinger acabó asumiendo el puesto de coordinador general y su labor fue imprescindible en los momentos de mayor crisis, cuando Baumgartner estuvo a punto de abortar la misión porque se angustiaba dentro de su traje espacial. Fue Kittinger quien le convenció para seguir adelante. Poco después se decidió que solo el exoficial podría hablar con Baumgartner durante la tensa ascensión a la estratosfera.
Girando sin control
Una vez en el aire, el peligro mental dio paso al riesgo físico. Millones de personas vieron cómo al inicio de su salto Baumgartner descendía sin control, girando sobre sí mismo mientras alcanzaba su máxima velocidad. Era un efecto del aire ligero de la estratosfera sobre el que Baumgartner estaba alertado. El héroe de la misión sabía que según se fuera acercando a la atmósfera lograría «controlar al diablo». Con todo en orden, Baumgartner abrió el paracaídas a unos 1.500 metros de altitud. El centro de control estalló en gritos y aplausos. Misión cumplida.
'Space Jump' profundiza en el legado de aquel salto. En primer lugar, a nivel técnológico. Los avances que se llevaron a cabo en ese campo para hacer factible que Baumgartner saltara desde la estratosfera evolucionaron la manera de afrontar las futuras misiones aeroespaciales. «El efecto que tuvo a nivel mundial en la educación y en la próxima generación de ingenieros aeroespaciales o de pruebas de vuelo fue enorme», explica en el documental Art Thompson, el director técnico de la misión. «Además, usamos la tecnología y los datos del sistema de soporte vital que diseñamos en la cápsula para cambiar la configuración de soporte vital de jets de gran altitud». Por ejemplo, desde entonces los trajes espaciales ofrecen ahora una mejor movilidad y existen nuevos protocolos para proteger la vida de los aviadores expuestos a gran altura.
El desafío tecnológico también influyó en la manera de poder retransmitir la misión. El salto fue retransmitido en directo por 77 canales de televisión y en streaming a través de YouTube, cuyos servidores estuvieron a punto de romperse al mantener tal cantidad de espectadores. A día de hoy sigue siendo la transmisión en vivo más vista en la historia de la plataforma. «En las primeras dos semanas había más de 100 millones de reproducciones del evento. Diez años después cuenta con casi mil millones de vistas. Es increíble ver el interés que mantiene», cuenta en la película Tim Katz, director de YouTube.
«Éramos un grupo de personas ambiciosas con una visión que convertimos en realidad. Después de años de arduo trabajo, lo logramos», relata el propio Baumgartner en el documental. «Realmente creo que dejamos un legado, todos nosotros, porque todos jugamos un papel importante para que fuera una misión exitosa. Diez años después es hora de celebrar».
El salto fue retransmitido en directo por 77 canales de televisión y en streaming a través de YouTube. A día de hoy sigue siendo la transmisión en vivo más vista en la historia. Baumgartner se gana hoy la vida como piloto de helicópteros acrobáticos. Su récord permanecerá en la memoria colectiva por décadas, pese a que apenas duró dos años. El 24 de octubre de 2014 Alan Eustace, un vicepresidente de Google de 57 años, sorprendía con un salto desde 41.150 metros, un logro que ni se vio ni alcanzó eco mediático.
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