Salvador Sostres
¿Qué os pasa, merengones?
Hace tres años, tres, que lo más parecido que el Barça ha podido hacer a ganar una Champions es que el Madrid la perdiera

Ganar siempre fue la ética y la estética del Real Madrid. El Barcelona quiere jugar bien, resolver los problemas de Cataluña, ser un equipo moralmente superior a los demás y si queda tiempo y a nadie le importa, pues finalmente ganar. Por eso el Madrid tiene 13 copas de Europa y el Barça 5. Nosotros jugamos más hermoso, nosotros encarnamos la épica de los pueblos que quieren ser libres y nosotros somos los que silbamos el himno de la Champions para darle a la UEFA lecciones de democracia. El Madrid, mientras tanto, sin molestarnos jamás en nuestros pitos, ni con la lógica de los Estados que quieren permanecer unidos, juega a ganar y colecciona orejudas. ¿Qué más queremos? Dios suele concedernos lo que le pedimos, pero exactamente lo que pedimos y no lo que creemos pedirle. Por eso a nosotros nos da la parábola y al Madrid le da los títulos, tal como a mí me da el talento y a mis detractores el tiempo para insultarme por mis artículos.
Lo que como culé más me sorprende es el contraste entre la yo diría que hasta educada resignación con que el barcelonismo ha asumido que el Madrid es un gran club y la ferocidad con que la parte resentida de la afición madridista todavía insulta a su presidente, Florentino Pérez. ¿Qué os pasa? Os lo pregunto por curiosidad.
De verdad que no doy crédito. El Barça sufrió la humillación de tener un presidente como Sandro Rosell y luego estos restos de serie del Señor que son Josep Maria Bartomeu. No es que hayamos perdido las últimas tres Champions, es que ni las hemos rozado. Este año llegamos mediocres y agotados a cuartos y nos eliminó un absurdo equipo de madres. No sabemos fichar, tenemos unos suplentes que que cuando Valverde los saca parece que lo haga porque desgravan en la Seguridad Social, y el propio entrenador jugó en Roma como sin en lugar de ser el Barça fuéramos el Albacete y saliéramos a proteger el empate. De verdad os lo pregunto, mis queridos merengones. ¿Qué os pasa? ¿Qué más podríamos hacer para que estuvierais contentos? ¿Creéis que lo de esta noche fue sólo un resultado? ¿Una casualidad? ¿Pasábamos por Kiev y sin saber muy bien cómo ganamos?
Era previsible que un empresario que gana dinero y encima gana al fútbol generara el típico resentimiento de base, en la tropa, en los iracundos que en todas partes los hay, la rabia que genera siempre la impotencia. Pero es que lo de Florentino es único en el mundo, porque le odian más en su club que en casa del eterno rival. ¿Cuántas Champions queréis más? Si algún día le echáis de Chamartín, nos lo llevamos al Camp Nou. Hay un tipo de gente, y es el tipo de gente que no sólo pierde sino que muchas veces nos hace perder, que se siente tan incómoda en la victoria, y cuando las cosas van bien, que aunque alguien le realice sus más hermosos sueños, corre a destruirle para volver a la frustración y a la derrota, que es donde se sienten cómodos.
Hace tres años, tres, que lo más parecido que el Barça ha podido hacer a ganar una Champions es que el Madrid la perdiera. Que el Barça tenga problemas y esté dirigido por una insufrible banda de patanes no puede en modo alguno quitar mérito al funcionamiento del Madrid como club. La semana pasada -¿fue la semana pasada, verdad?- los chicos del baloncesto ganaron la décima Copa de Europa y ayer la Champions volvió a dejar plantados a todos sus pretendientes y se fue con vosotros. Ha llegado un momento que hasta el odio se ha vuelto inútil y sólo nos queda felicitaros.
Recordad la noche de ayer, y tantas otras que como la que ayer habéis tenido, cuando llegue septiembre, el Madrid pierda en Huesca y queráis echar a Florentino o a Zidane. Parece mentira que tenga que venir a decíroslo uno del Barça. Las Champions se ganan de marzo a mayo, y el resto son llamadas perdidas del conserje, provincianos torneos de maridos contra mujeres por los que la Historia ni pasa ni se interesa.