Fernando R. Lafuente - GRADA DE PREFERENCIA

La metamorfosis

Zidane es Kafka, pero no lo sabe

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La metamorfosis del Madrid no es, precisamente, la de Kafka, pero apunta maneras. Después de lo exhibido en el Camp Nou, lograr el silencio de más de noventa mil gargantas enardecidas, con goles o no, tiene su mérito. Si, además, el baño al Barcelona fue visto por más de seiscientos millones de personas de Pekín a Buenos Aires, no tiene campaña de publicidad que lo mejore. Y si, como rúbrica, tienes dos penaltis que no te pitan, lo cual permite dar la brasa durante unos días y dejar en el aire el resultado posible, permite llegar esta noche del invierno recién aterrizado con un recibimiento en el Bernabéu tal y como se merecen. Y como viene el Athletic, con Williams, quien como muchos declara que le ilusiona jugar en el Bernabéu y se inviste de Olentzero, el espectáculo está servido. La metamorfosis del Madrid es mágica, como la de Kafka, porque razones, a la manera de Descartes, no parecen claras. Nadie escribió, declaró, afirmó, aventuró, proclamó, profetizó que la entrada de un solo jugador, el joven uruguayo Valverde, fuera a cambiar no solo la fisonomía del equipo, sino su mentalidad ante la Liga. Como nadie aventuró, el fútbol se trata de aventuras, que Mendy ocupara, imperial, el lateral izquierdo y que con él no se pierda un solo partido, por muchas sean las genialidades de Marcelo en campo contrario, no precisamente en el suyo. Y pocos habrían apostado, en cualquiera de las casas dedicadas, y de qué manera, a ello, que Isco para Navidad iba a volver como el turrón y los villancicos, o que Varane volvía a ser el del Mundial y Kroos el de la presencia imperial en el centro del campo. De la excelente forma de Benzema, ya se sabía, del cumplimiento estricto de Casemiro en su incomodo cometido, también. Pero la metamorfosis es profunda. La Liga la gana quien no pierde. Este Athletic es un conjunto combativo, vertical, desigual, pero con ánimo de recuperar glorias pasadas. La ecuación es perfecta para que los noventa minutos del primer domingo de invierno y último partido de 2019 sean condenadamente atractivos. Zidane es Kafka, pero no lo sabe.

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