Fernando R. Lafuente - Grada de preferencia
Más que un clavo ardiendo
Llega la Champions. La sagrada. El bendito torneo en el que lavar todas las culpas. La gran ilusión y el apoteosis del tópico como «a este valle de lágrimas hemos venido a sufrir lo menos posible» (Fernán Gómez, «Las bicicletas son para el verano»), más vale tomarse lo del Madrid con cierta guasa, sobre todo en un día como hoy: martes de carnaval. En los días del carnaval de 1837 se suicidó Larra, y en los días de carnaval de 2019, el Madrid va dispuesto al suicidio. Uno, tras las horas pasadas el miércoles y el sábado en el Bernabéu, recuerda el viejo chiste que contaba Roberto Fontanarrosa: «Mi fracaso en el fútbol obedece a dos motivos. Primero: mi pierna derecha. Segundo: mi pierna izquierda». El fracaso del Madrid se produjo en lo único que no puede suceder: el gol. Pero de poco vale repetirlo. Si da lo mismo. En esto, este Madrid evoca el estupendo chiste de Mingote riéndose de las falsas elecciones franquistas: «Vote a Gundisalvo, ¿a usted qué más le da?»
Ya no hay remedio hasta junio. Como en otros ámbitos de la vida española, nadie se hace responsable de una patética y arrogante planificación. Nadie. Apeados (en marcha) de la Copa, tirada la Liga (como empieza a ser fatal costumbre), llega la Champions. Otra vez. La sagrada. La única. El bendito torneo en el que lavar todas las culpas. La gran ilusión y el apoteosis del tópico, sin miramientos. Lo que conmueve es la ilusión de los aficionados ante tal cosa.
No es que agarrarse a la Champions (no le queda otra) sea aferrarse a un clavo ardiendo, es que lo del «clavo ardiendo» queda pequeño. Por lo mostrado hasta aquí, y a pesar de la intermitencia en el juego, la desidia en varios encuentros, la manifiesta incapacidad para ver puerta contraria, el vaivén de titulares y suplentes, los miedos (¿ante quién?) de Solari a sentar de una vez a Bale como ejemplo y aviso para navegantes, el bajón de ilustres como Kroos, el crepuscular Asensio o el descolocado Nacho, el Madrid pasará estos octavos de final, esperamos, pero lo que venga después necesitará de una fe infinita en los milagros, o en las penitencias, ya que viene tiempo de cuaresma.