Una lenta decepción
Su absentismo, clamoroso, en bajar a defender y cubrir su banda, pasa a los anales del club
Gareth Bale no ha respondido a lo esperado, ni a lo deseado, ni a lo soñado, ni a lo imaginado por los aficionados del Madrid. «Lo que me parece lo más alto en el Arte (y lo más difícil) no es ni hacer reír ni hacer llorar –escribió Gustave Flaubert– ni excitarnos ni ponernos furiosos, sino actuar a la manera de la naturaleza, es decir, hacer soñar». Al Bernabéu uno va a soñar. Con lo que no existe, con lo que es posible, con lo que espera y no espera, con el asombro y la sorpresa. Pocos jugadores hacen soñar. Cada vez menos. Bale es, o fue, uno de ellos. Hizo soñar en la final de Copa frente al Barça, con aquel carrerón que humilló al bueno de Bartra y dejó en evidencia a Pinto; hizo soñar con el segundo gol en la final de Lisboa y arruinó al Atleti; hizo soñar con la chilena al Liverpool hace menos de un año. De Bale, el madridista esperaba más, mucho más, porque razones había dejado para ello.
Ejemplos sublimes de un jugador portentoso: velocidad, disparo, potencia. Cuando sale Cristiano las miradas se centran en el galés. No había porqué dudar de esas miradas esperanzadas, convencidas. Pero Bale no dio la talla. Nadie sabrá, ni siquiera él, si fue porque no quiso o porque no pudo, o porque su fútbol no iba por ahí. Bale, él se lo ha conseguido solo, ha sido, es una lenta y profunda, y dolorosa decepción para el madridismo. Hoy, finales de marzo de 2019, muy pocos creen en él. Se lo ha ganado a pulso. Tras más de veinte lesiones –mala suerte, sin duda– desde que fichó por el Madrid, superando así al jugador de cristal, Robben, y un equívoco profundo, Bale, para muchos, la percepción en el fútbol es un sexto sentido, está con un pie, sino los dos, fuera del Madrid. Lástima.
A los que solemos asistir a los partidos en el Bernabéu la actitud de Bale, tanto con Ancelotti, como con el primer Zidane, después la fugaz presencia de Lopetegui y el relámpago de Solari ha sido penosa, por decirlo con cariño y, como diría el clásico, sin acritud, sino con cariño. Su absentismo, clamoroso, en bajar a defender y cubrir su banda, pasa a los anales del club. Ciertas actuaciones de Bale, por ser benévolo en lo de ciertas, recuerdan aquello de que no siempre juegan once contra once, por mucho de que aparezcan veintidós futbolistas en el terreno de juego. De Bale se esperaba, lamentablemente para todos, más de lo que ha dado.