Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Tres partidos sin marcar un gol señalan el gran hueco que tienen los de Lopetegui en este arranque

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Como en el clásico de Stevenson, de arraigada tradición en la cultura europea, el bien y el mal se instala en el doble. Si lo traducimos a lo bueno y lo malo, el Madrid actual sería un alumno aventajado. Dos caras que no se corresponden con el personaje. La Liga y la Champions, uno y otro, y son el mismo. Tres partidos sin marcar un gol señalan el gran hueco que tienen los de Lopetegui en este arranque de temporada. Y la irregularidad. Se pasa de la exhibición frente a la Roma, a lo mostrado en Bilbao y Sevilla, y a la segunda parte frente al Atleti madrileño. Mucha posesión, llegadas a la puerta contraria con cierta expectativa de gol, y después nada. Es lo que va de Zidane y Cristiano a Lopetegui y Benzema. Pero no todo es inquietante. Porque los madridistas han resistido mejor sin Cristiano que el Barça, por lo que se ve, resistiría sin Messi. Falta el gol, la quintaesencia del fútbol.

Ya se ha recordado cómo el hecho de no fichar a un delantero centro (de verdad) ha permitido a Benzema, de nuevo, regresar al limbo. Cuando todavía la posibilidad de que llegara al Madrid una figura relevante para la delantera era una opción más que solicitada, Benzema destapó, si no el tarro de las esencias –que las tiene– sí un juego incisivo y eficaz que le permitió marcar como hasta entonces no se había visto. El fichaje no ocurrió y los aficionados volvieron a contemplar al intermitente Benzema de siempre. Se supone que después de lo mostrado el sábado, Ceballos será titular; que la ausencia de Ramos permitirá el debut europeo de Reguilón y que, si el entrenador analiza con criterio, Mariano debería figurar en el once inicial. Esto es lo que se supone. Esto es la Champions y aquí no hay crédito: un error, o un exceso de confianza (ya ocurrió en Bilbao y Sevilla) y el precio a pagar puede ser formidable. Ya veremos esta tarde en el otoño moscovita. «Mis intenciones eran un tanto precoces –escribió Adolfo Bioy Casares– pero las intenciones, no así los actos, siempre son precoces». Oído.

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