Grada de preferencia
La recta final
Uno de los encuentros más decisivos de esta jornada se juega en unas horas, futbolísticamente hablando, dantescas, buñuelianas
Por mucho Bilbao que sea, y el Norte, y las borrascas, y la Gabarra se repare, jugar a los dos de la tarde un cinco de julio forma parte de la más extravagante literatura fantástica que uno pueda imaginar. Ni Lovecraft se hubiera atrevido a tanto. A la extraña situación de que no haya público en el estadio se le suma la hora de la comida, las estancias en la playa o en la piscina comunal, o privada. O sea, el desaguisado familiar de sentarse a la mesa a la británica hora de la una de la tarde, o la castiza de las cuatro, lo cual, sea dicho modestamente y sin ganas de molestar, no deja de tener su (des)gracia.
Uno de los encuentros más decisivos de esta jornada se juega en unas horas, futbolísticamente hablando, dantescas, buñuelianas. Pero así está el panorama. Sin público presente, el que pueda (y le dejen en su casa) seguirlo por la televisión tendrá que llegar a pactos domésticos de evidente fragilidad posterior. A elegir, o la soledad del plato ante la mesa, mientras el resto conserva su costumbre horaria, o la alteración de las costumbres, con el riesgo que conlleva. Uno que se la juega hoy, por personalizar, que tanto gusta, es el Militao.
La ausencia del francés Varane le deja una buena papeleta frente a un Raúl García crecido, tras Mestalla, y Williams y Córdoba en las bandas. En ese juego tan pintoresco de Zinedine Zidane, parece que Marcelo vuelve y Mendy (que frente al Getafe no estuvo ni bien, ni mal, sino todo lo contrario) al banquillo. La tómbola del lateral izquierdo sigue abierta. No es la única. Lo llaman rotaciones. Un misterio que el técnico madridista no piensa desvelar.
Regresa el 4-4-2 y Hazard, que entra y que sale como en la canción de Luz Casal, que si subes o si bajas y no me importa nada. Aquí comienza la recta final. Cuatro puntos de ventaja. El Barcelona no puede hacer ya nada más por darle la Liga al Madrid, veremos como salen de San Mamés. No es plaza fácil, pero, ya ninguna lo es.