Lo que falta es lo que faltaba

Falta un delantero que golee, que vea el gol donde nadie lo ve, que olfatee el hueco, y atine entre palos

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Desde agosto, falta. Tal ausencia se manifiesta como los espíritus anhelantes invocados por Conan Doyle o Welss en sus curiosas sesiones anhelantes hacia lo desconocido, o el otro lado, o el lado oscuro, con mayor y atorrante ímpetu en los partidos relevantes, como, por ejemplo, el del pasado miércoles. Falta. Desde agosto. Un delantero. Uno que meta goles. Uno que se llame Lewandowski, Kane, Cavani, Agüero, Salah, Lukaku, hay tantos por ahí. Pero en el Madrid, que sabios tiene a tropel, se consideró (¿quién?) que Benzema (bastante esta haciendo y todo bien) o ese manifiesto fracaso que responde al nombre de Gareth Bale reemplazarían los goles de Cristiano. Y no. Se pensó en un recambio de última hora, Mariano. Otro. Que ni es convocado, no lo fue el miércoles de tristeza. Entonces, como en una película de suspense, surgió Vinicius y ese comité de sabios de debió pensar: asunto solucionado.

El chaval de dieciocho años sería la solución. Esto sería otro hallazgo del comité de sabios, el mismo que había decidido, en agosto, que Vinicius jugara en el Castilla. Ni Pitágoras, ni Escoto, ni Descartes, ni Spinoza o Kant habrían mejorado tan profunda y exquisita reflexión. Pero Vinicius tiene dieciocho años. Todos los tuvimos, creo. Y el chico, que puede ser un extraordinario jugador, llega hasta donde llega. Y ese llega, no llega todavía al gol. Bastante hace. Como Benzema. Pero no es la solución.

Falta en marzo lo que faltaba en agosto: un delantero que golee, que vea el gol donde nadie lo ve, que olfatee el hueco y atine entre los tres palos. ¿Es tan difícil? Parece que sí. Ahora, hoy, esta noche, otra vez el Barcelona, en pleno carnaval. Otra vez se repetirá la efusión del himno combativo, la ilusión (enésima) de la hinchada y el ritual de costumbre. El miércoles el Madrid fue moderadamente superior al Barça en diversas fases del encuentro. Reguilón, espléndido. Vinicius marcó la diferencia. Benzema, impecable. Bale, a lo suyo, que es nada. Al Madrid le faltó lo que faltaba en agosto y lo que faltará esta noche. Pero el azar también juega. Menos mal. O eso creemos, bienintencionados, algunos.

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