Fernando Rodríguez Lafuente
Ya están de oyentes
El «oyente» fue una figura en la Universidad española que creó su propia leyenda. Cuando entonces había dos formas de estar matriculado en cualquier facultad: oficial o libre. Los que optaban por lo segundo sólo se examinaban, pero no asistían a las clases, salvo los que solicitaban al profesor de turno su permiso para seguir las clases. Esos eran los que iban de «oyentes». Y de oyente está el Madrid en la Liga, y así lo estará hasta la última jornada.
Han tirado la Liga 2017-2018 por desidia, por soberbia, por plantear algunos partidos con una cierta desconsideración al rival, por pasearse en las primeras partes en el Bernabéu, eran cuarenta y cinco perdidos; por alineaciones que parecían surgidas de un cuento gótico de Edgar Allan Poe, por una falta de acierto, en los comienzos, ante la puerta contraria digna de ser tratada por el Dr. Freud, y así han seguido, jugadores y cuerpo técnico, salvo luminosas ráfagas en los que recuperaban ser lo que fueron y a veces son, hasta quedarse de «oyentes».
No es de extrañar que a estas horas queden sin vender un buen montón de entradas. Sábado noche, frío, lluvia y la pregunta: «Oye ¿y el Madrid qué se juega? Nada, seguir de terceros». Y seguir de terceros no es para el Madrid. Sólo se cae muy deprisa cuando se sube muy deprisa. Los cinco títulos cegaron e hicieron perder la perspectiva, esa que ya advertía Doña Rosa en La colmena que no hay que perder, pero nadie dijo que la caída fuera tanta y de qué forma.
Lo mostrado el martes en Cornellá es algo que produce una profunda vergüenza en cualquier aficionado. Y esa salida de divo enfadado e incomprendido de Isco muestra por dónde van las cosas. No es propio de un club moderadamente serio colocar todas las bazas en una sola carta. La Liga tirada, en la Copa vergonzosamente eliminados, le queda la Champions y toda la fanfarria que le acompaña, con los lugares comunes más atorrantes de la Historia. Como recordaría el viejo Groucho Marx: «esto no es forma de entrar, esto es forma de salir». Sí, del más hondo pozo del ridículo. Y, además, de «oyentes».