Fernando R. Lafuente - Grada de preferencia
Bienvenido al club
El Madrid puede perder, pero no puede tirar otra Liga ni arrastrarse por los campos de España y de Europa
De los perdedores. Sí, Zidane es humano. Ha descubierto lo que es perder. Tres Champions seguidas es algo memorable. Todo fue un Paraíso. Pero como señaló Borges solo existen los Paraísos perdidos. Los mejores. El de los perdedores. Y si se pierde hoy, y se repite una imagen desfallecida y vencida, mal va. La Liga se gana por etapas. El primer tiempo ante el Levante, primoroso; el segundo, para olvidar. Alguien lo rompió: los cambios de Ramos y Casemiro resquebrajaron las líneas y se terminó pidiendo la hora, como los buenos perdedores. Si esta noche sevillana no se rompe la tendencia, comenzada en el final de la temporada anterior, prorrogada en la nefasta -y humillante-pretemporada y anunciada en París, la cosa se pone fea, no solo para Zidane, sino para el Madrid en todas sus escalas. De abajo a arriba.
La renovación no ha llegado. Las salidas, inexplicables para muchos, y faltas de explicar desde el club, de algunos, por ejemplo, cambiar a Reguilón por Mendy; la salida de Llorente al Atleti, el fiasco de Pogba; el sobrepeso de Hazard; la incógnita de Jovic; los despistes de Militao; la soledad de Benzema y la recuperación no deseada de Bale y James colocan a un equipo al borde del ataque de nervios. Ya se verá esta noche. Porque en una semana le espera el Atleti en el Metropolitano, y letal sería una repetición de lo ocurrido en agosto. Mejor, ni pensarlo.
Mala planificación, falta de entusiasmo, repetición de los errores y desbarajuste general definen al Madrid en este comienzo de temporada. Si Zidane, ojalá, se lo merece, tiene la solución que no dude en aplicarla, con todas las consecuencias. El crédito se agota. Es un momento especial. Nada está perdido. pero hay que mover unas cuantas fichas, sin remisión. El club de los perdedores tiene su romanticismo, pero molesta. Más en el Madrid. No puede tirar otra Liga. Puede, cualquiera lo hace, perder, pero no hacer el ridículo, ni arrastrarse por los campos de España y de Europa. No solo es cuestión de los once que saltan al terreno de juego. He ahí el fondo del vaso. Salgan del club de los perdedores cuanto antes.