FÚTBOL
La Primera RFEF, un pozo económico
PRIMERA RFEF
La nueva categoría de bronce no ha paliado los lastres de la extinta Segunda B
Los ingresos prometidos tras la restructuración de la tercera división del fútbol español no han llegado y sin embargo han aumentado los gastos
La crisis del coronavirus afectó de lleno a todos los sectores y el fútbol no fue menos. Con un confinamiento severo, la opción de reanudar las competiciones quedaba en el aire y en el caso de España las dos categorías profesionales volvieron a disputarse bajo severas medidas de prevención.
No sucedió lo mismo en las categorías no profesionales y de hecho, el presidente de la RFEF Luis Rubiales optó por aprovechar una coyuntura indeseada para transformar la estructura del fútbol más modesto y hacer que la Segunda B pasase a ser una categoría profesional, impulsando así el balompié nacional. Esa era la idea inicial, la que se vendió, pero menos de tres años después ya se puede afirmar que una cosa era la intención y otra la ejecución.
En la recta final de la campaña 2019/2020, gracias a esa restructuración, los clubes en apuros clasificatorias en Segunda B vieron con alivio cómo la Federación anunciaba que ningún club descendería y que en la siguiente temporada habría un sistema de competición transitorio con 108 equipos para derivar en el nacimiento de lo que luego sería la Primera RFEF, una Segunda B más potente, pasando de 80 a 40 equipos en toda España para elevar el nivel de la categoría de bronce. En la provincia fueron cuatro equipos los que lograron el pasaporte: Algeciras, Atlético Sanluqueño, Balompédica Linense y San Fernando.
De entrada, el primer mazazo. De buenas a primeras, sin mayores explicaciones, la RFEF anunció que la categoría no sería profesional. Es decir, que el fin que había supuesto restructurar todo el fútbol nacional no se iba a alcanzar. El problema para los clubes es principalmente monetario. El hacer que el tercer escalón fuese mucho más potente trajo consigo que los jugadores tuvieran un mayor caché porque de por medio estaban equipos tan poderosos como el Deportivo de la Coruña, el Racing de Santander, el Albacete, el Nàstic y un buen ramillete de equipos históricos con grandes presupuestos, además de los dos filiales de Real Madrid y FC Barcelona.
A eso hay que unirle una distribución de los dos grupos que, en lugar de establecerse por proximidad geográfica, se llevó a cabo trazando una línea diagonal entre Cádiz y Cataluña, lo que disparó la partida destinada a desplazamientos. Como ejemplo, los clubes gaditanos tuvieron que ir la pasada campaña a Andorra, Tarragona, Sabadell, Barcelona, Cornellá, Palamós y Mallorca en lugar de ir a Almendralejo o Badajoz.
Como los clubes iban recibir, teóricamente, un importante respaldo financiero, se exigieron a cambio una serie de requisitos como la presentación de un aval de 100.000 euros para competir o la mejora de la iluminación, el césped y las gradas de los estadios. Pero en contraprestación no han recibido lo que se esperaba.
La RFEF estaba convencida de que podría vender los derechos televisivos a una operadora que garantizase fuertes ingresos a los clubes, cosa que no ha sucedido y que de facto supone el gran desequilibrio presupuestario de unas entidades que hasta el momento no ven color a la Primera RFEF porque han aumentado sus gastos en casi todos los conceptos, como en arbitrajes, una partida en la que se esperaba mayor bonificación de los casi 120.000 euros que se tuvieron que abonar el pasado ejercicio.
Tras el derrumbe de la plataforma Footters, que suponía un ingreso cercano a los 250.000 euros para los clubes, este año se llegó a un acuerdo global superior a los 9 millones con la plataforma InStat, pero que se reparten en función del número de aficionados de cada equipo que suscriba el producto, lo que perjudica a los clubes con menor masa social y puede aumentar las desigualdades en el fútbol modesto.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, se estima que la deuda de los clubes de Primera RFEF puede superar los 30 millones a finales de esta campaña tras solo dos años de vida, algo que casa poco con la concepción con la que nació una categoría que debía fortalecer el fútbol nacional.
Sin embargo, en la práctica, esto hace que las entidades acaben apostando más fuerte porque saben que la única solución a sus problemas económicos es ascender a Segunda. Y como solo cuatro lo logran, se convierte en un círculo vicioso que puede disparar aún más las deudas.
Esta situación es asimilable a lo que vivía el Cádiz en sus últimos años en la ya extinta Segunda B. Su necesidad de ascenso era imperiosa para que los ingresos de una categoría profesional aliviasen las cuentas, por lo que se elaboraba un importante presupuesto fiándolo todo a un ascenso que afortunadamente acabó llegando, pero que hasta entonces iba haciendo cada vez más tensa su salud económica.
Algunos clubes ya han protestado abiertamente porque aseguran que ingresan menos que antes pero sus gastos se han disparado.