Eduardo Castro: «Mi pasión por la moto ha sido desmedida»
El empresario se lo sigue «pasando bomba» vendiendo motos y ayudando a jóvenes pilotos con la escudería de motocross que lleva su nombre
Es un hombre y un empresario de éxito hecho a sí mismo. Ha vendido motos desde que era un zagal, faceta que sigue ejerciendo siendo líder nacional, pero es que también ha pilotado, preparado motos, ha sido mecánico, probador y ha ejercido de mentor, mánager y hasta psicólogo de muchos jóvenes que soñaban con ser grandes en el motociclismo. A Eduardo Castro, que recibe a ABC de Sevilla en el concesionario oficial Yamaha que regenta, le queda energía e ilusión para rato.
¿Cómo empieza su historia?
En el Palmar de Troya, donde vivía. Puse mi propio negocio en 1966, con 16 años. Quité los muebles del comedor de mi casa y me ayudaron unos amigos del pueblo que me querían mucho. Me dieron algo de dinero para empezar, unas dos mil pesetas. Vendí en el pueblo muchísimas motos. Ya las transformaba, me gustaba mucho. Con 18 me fui de voluntario a la aviación.
Fue también piloto de motos.
Empecé a los 17 años porque antes mis padres no me dejaban. Gané 150 carreras y conseguí que Puch me fichara y me convirtiera en piloto oficial de la marca, pero cuando me casé y estaba a punto de ser padre, a los 26, me retiré. Yo vivía del taller, de reparar motos, echando trece y catorce horas, trabajando de noche. Correr me ha costado el dinero. Siempre. Yo lo he hecho por pasión. He tenido siempre una pasión fuera de lo normal, desde pequeñito, por las motos.
¿Cuándo deja El Palmar para instalarse en Sevilla?
Primero me vine a Alcalá de Guadaira. Fue como un paso intermedio, aunque tuve que empezar de nuevo. Ya había quitado a mi madre de trabajar. En Alcalá empecé con 22 años. Ya corría y preparaba motos. Las arreglaba de noche porque de día tenía mucho trabajo y no podía. También vendía muchas en Alcalá, unas doscientas al año. Y luego, en 1984, me trasladé a Sevilla porque se me metió en la cabeza que quería ser el concesionario de Yamaha en la ciudad y estar en la calle Luis Montoto. Me tiré seis meses puerta por puerta hasta que conseguí el local.
¿Cómo logró lo de Yamaha?
Siendo muy pesado. Tardé cinco años para que me dieran una oportunidad y al final la conseguí, pero para que sólo vendiera motocross. Las vendía en toda Andalucía y ya me dieron la marca en 1989. Me la había ganado.
La receta del éxito, ¿cuál es?
La base de mi éxito siempre ha sido la postventa, intentar que el cliente no tenga problemas. Y si surgen, que vuelvan para que yo se los solucione. Vivo mucho la moto. Esta pasión es lo más grande que he tenido siempre. Todo el mundo aquí, en el concesionario, tiene la pasión metida dentro. El que no la tenga se tiene que ir y lo cambiamos por uno que sí la tenga. Esto es como una familia. Aquí están mi mujer, mis dos hijas, mi yerno, yo y los demás trabajadores son como parte de la familia. El jefe de la recepción del taller lleva conmigo 35 años. Tenemos 32 empleados. Todos mis mecánicos tienen la categoría plata, la máxima distinción de Yamaha. Miran las motos como si fueran suyas y, quien no lo haga, no puede seguir conmigo. Eso lo tengo claro desde que empecé. Tengo muy buena relación con todos mis empleados. Hay muy buen rollo.
El concesionario lo renovó recientemente, ¿no?
En 2017. Hemos gastado muchísimo dinero y el taller tiene ahora las últimas tecnologías. Según Yamaha, es de los mejores de Europa. Quería dotar a las instalaciones de las mejores herramientas para que los sevillanos se sintieran a gusto. Yo, con tener para comer, tengo bastante. Hasta ahora, no he repartido beneficios nunca en mi negocio. Todo lo que he ganado, lo he invertido. Siempre. Con mi sueldo y el de mi mujer nos mantenemos.
¿Qué parte del presupuesto destina a la competición?
Más de lo que debiera, porque me gusta tanto... Me ayudan la financiera, la fábrica Yamaha también, mucha gente... Las carreras me cuestan bastante dinero, pero ayudo a los jóvenes. Carlos Campano lleva conmigo toda la vida. Tengo un chaval, José Antonio Aparicio, que está evolucionando con mucho trabajo, además de un chico con once años, Salvi, que se juega el Campeonato de España en dos semanas. Hay mucha gente a la que ayudo, incluso veteranos como Míguez, que lleva corriendo desde los nueve y tiene 50, siempre con Yamaha, conmigo.
¿Y cómo les ha ido a sus pilotos?
Campano estaba primero en MX1, pero ha tenido que faltar dos pruebas y ha quedado cuarto. Habría sido campeón seguro porque era el más rápido. Aparicio ha hecho dos podios y ha quedado quinto en el Campeonato de España. Este chaval tendría que ir al Campeonato de Europa el año que viene pero hacen falta en torno a cien mil euros y nosotros no podemos. Vale mucho dinero: moto, equipo, viajes...
Si se lo pudiera permitir, usted estaría en el Mundial de velocidad...
Yo ya estuve en el Campeonato del Mundo de velocidad con Pitufo Álvaro. Fueron cuatro años haciendo el Mundial completo: Australia, Malasia, Japón... Primero, con equipo mío particular en la categoría de 80 c.c. en Europa, teniendo Pitufo 16 años. Todo el mundo creía que era el nuevo Crivillé. Era un corredor muy bueno. Le surgió una oferta de Derbi y no salieron bien las cosas al final. Lo que hicimos nosotros sí salió bien. Nuestra moto privada corría igual que las oficiales y eso es un orgullo para mí. Había conseguido que Marlboro nos patrocinara con 200 millones de pesetas en esos momentos, pero salió lo de Derbi y se estropeó. Creo que me ha ido mejor sin estar en el Mundial y echando más cuenta de mi negocio.
¿Sus mayores satisfacciones a nivel empresarial y deportivo?
Las mayores satisfacciones de mi vida son mi mujer y mis hijas, eso por delante. A nivel empresarial, cuando me dieron Yamaha. Fue como si me hubiera tocado la lotería, algo muy grande. Y a nivel deportivo, cuando conseguí ser piloto oficial de Puch. Con una moto preparada por mí ganaba a las oficiales y al final los convencí de que les interesaba ficharme como piloto para que les desarrollara las motos. De hecho, cuando me retiré, la fábrica creyó conveniente que siguiera y luego me dieron todo el equipo para mí. Me lo trajeron a Sevilla y yo fichaba a los pilotos. Lo hacía todo durante ocho años y ganamos siete campeonatos de España.
¿Por qué es más difícil que surjan pilotos en Andalucía?
Porque aquí no hay apoyo económico. Marcos Ramírez ha salido a base de coraje. Su padre ha invertido en el hijo, pero lo han pasado mal. Y conseguir que ese chaval triunfe tiene mucho más mérito que cualquiera de otra comunidad autónoma. No han tenido apoyos, aunque ya los empiezan a tener. Conozco a su padre, el chaval es una bellísima persona y me encanta que esté triunfando, aparte del orgullo que supone para mí que un andaluz lo haga. Les ha costado mucho trabajo salir adelante y les doy la enhorabuena.
¿Algún sueño por cumplir?
En verdad... que dure mucho tiempo para que siga disfrutando.
Dice que no quiere jubilarse.
No, y es verdad que me divierto todo lo que puedo. Viajamos mucho, hacemos cruceros, fiestas... pero luego aquí estoy a las nueve de la mañana y me voy a las nueve de la noche. Es que me lo paso bomba. Qué puedo hacer mejor que estar aquí enseñando a la gente el taller, el banco de pruebas... Eso les gusta a los clientes, y a mí también, así como estar pendiente del negocio.