GOLF
Yo jugué en Augusta: las cicatrices de los españoles que han vivido el Masters
Un escenario único con marcado tinte nacional, pues desde 1959 ha habido 14 profesionales que lo han jugado con cinco chaquetas verdes de premio. Algunos de ellos lo recuerdan para ABC
Jon Rahm: «Espero ponerme la chaqueta verde en algún momento»

De los cuatro torneos que forman el Grand Slam del golf, el Masters de Augusta es el más especial de todos. El Open Británico es el más antiguo; el de los Estados Unidos el más mediático y el PGA Championship, el más abierto. Pero ... a esta cita anual con la primavera competitiva se le tiene más ganas que a las otras tres porque es la única que se repite siempre en el mismo escenario, el mítico Augusta National.
En un momento en el que el golf lucha por popularizarse en todo el planeta, los rectores de este club siguen optando por la exclusividad más absoluta. Y así debe seguir siendo si quieren mantener el espíritu que Bobby Jones impregnó en esta parcela del estado de Georgia hace nueve décadas. Así es su entidad y el torneo que cada año concita las miradas de millones de aficionados de todo el planeta y las ilusiones del apenas centenar de golfistas que cada año tienen la suerte de jugarlo. En toda su historia, catorce profesionales españoles.
De Miguel a Rahm
Se puede hablar de tres etapas en la asistencia de golfistas ibéricos a este magno evento. Una primera con los pioneros Ángel Miguel, Sebastián Miguel y Ramón Sota (debutaron entre 1959 y 1964); otra con la llegada de las chaquetas de Ballesteros y Olazábal junto a Antonio Garrido, Manuel Piñero, Miguel Ángel Jiménez e Ignacio Garrido (1977 a 1998) y una última más reciente entre 2009 y 2017 en la que pincharon la bola por primera vez Álvaro Quirós, Gonzalo Fernández-Castaño, Rafa Cabrera y Jon Rahm. Curiosamente, dos de los jugadores que ganaron la chaqueta posteriormente (Olazábal y Sergio García) habían participado también como amateurs en 1985 y 1999, igual que Alejandro Larrazábal en 2003.
En todos los casos, los que asisten a este 'major' viven la experiencia de llegar al club por la conocida Magnolia Lane, una avenida flanqueada por ese tipo de vegetación que le da carácter al campo desde que se ingresa en él. Para Chema «según va pasando el tiempo es más especial el hecho de entrar por la puerta principal. Siempre procuro que sea la conducción más lenta y más larga posible. En esos 250 metros trato de recordar todo lo que he vivido a lo largo de los años y por eso los disfruto conduciendo lo más despacito que puedo».
«Cada año intento conducir más despacio por Magnolia Lane, para saborear el ambiente»
José María Olazábal
Y luego, una vez superada la casa club colonial, se accede a una inmensa pradera en las que se suceden todos los tonos de verde imaginables. Ahora bien, que es una vez en el recorrido cuando llega el momento de apreciar todos los detalles que se les ocultan a los aficionados, como apunta Fernández-Castaño. «Al principio con el público no te enteras de nada, pero luego por debajo de los pinos vas viendo los hoyos y la finca y es entonces cuando te impresiona. A mí desde luego me impactó la grandeza del sitio y el cuidado al detalle. Uno de mis amigos le dijo a otro 'mira, mira cómo está el césped artificial' y el otro le siguió la broma: 'si es que parece de verdad, jeje'. Y es que parecía imposible que fuera tan perfecto. Augusta es como Disneyworld, pero para golfistas», concluye asombrado.
Recuerdos de ganadores
De los tres ganadores de chaquetas verdes que ha dado el golf español sólo Olazábal y García siguen acudiendo puntualmente a su cita con el torneo, junto al espíritu de Severiano, fallecido en 2011. A sus dos éxitos de 1980 y 1983 se sumaron los de 1994 y 99 del vasco y el de 2017 del castellonense. Aún guardan recuerdos muy vívidos de esos momentos, que han querido compartir con ABC.
En la última ronda del Masters del 94 Chema y su mánager Sergio Gómez estaban sentados en un banco dos horas antes de su hora de salida. «Teníamos tiempo y estábamos viendo salir a los partidos sin decirnos nada, ni uno ni el otro. Hacía un día maravilloso. Estábamos al lado del roble que está pegado a la casa club y entonces le dije: esto, esto es la leche, mira quién está pegando ahí en el 'tee' del uno, es Tom Watson. Fue un momento de disfrute tan íntimo y personal, que aún lo tengo grabado en la cabeza», recuerda José Mari. Y es que los detalles que deja este campeonato en la memoria pueden llegar por cualquier parte.
«Nunca olvidaré la emoción que sentí al ver a la gente celebrando con los brazos en alto mi victoria»
Sergio García
En el caso del de Borriol, los detalles más intensos se refieren a su victoria en 2017. Después de toda una carrera con sentimientos encontrados con el recorrido, la chaqueta verde de ese año lo curó todo. De ahí que el primer recuerdo que se le viene a la mente es el de «mi segundo golpe del domingo en el hoyo 15. Es el último par 5 y pegué un hierro 8 estupendo que me permitió hacer 'eagle' y optar de lleno al triunfo. La sensación que viví después de embocar y ver a toda la gente celebrándolo con las manos en alto es algo que nunca olvidaré», relata. Y en cuanto a la situación de júbilo más intenso del resto de la jornada, señala «la emoción del último 'putt' en el 'play-off' para ganar también es algo que siempre me quedará grabado. Esos dos son los mejores momentos que recuerdo de ese día».
Ahora bien, que no se piense que todo es éxtasis al colocarse la ansiada chaqueta. La anécdota que cuenta el campeón vasco es definitiva, «Me estaban esperando todos en la fiesta para celebrar mi primer Masters y al no aparecer yo, salió mi mánager a buscarme y me encontró apagado sentado en el coche sin moverme. Me soltó toda suerte de improperios al verme así, pero no podía ni salir; me había quedado tan vacío por el esfuerzo que no tenía ganas de celebración ni de nada».
No todo es ganar
No es fácil competir con la memoria de quien ha ganado un título es Augusta. Pero como los campeones son minoría en cualquier repaso, el resto de los competidores debe contentarse con otro tipo de recuerdos. Como el que detalla Álvaro Quirós de su participación en la edicion de 2011. «Ya era mi tercer Masters y estaba camino del segundo golpe del hoyo 18, hacia el 'green'. Hasta entonces me había llevado siempre desencantos con el torneo, porque en teoría era un campo que me iba bien y no terminaba de sacarle provecho.
Pero en ese instante me reconcilié con él«. ¿Qué pasó para que de repente un jugador profesional se enamorara del campo de manera tan inesoerada? El gaditano reconoce que »fue la primera vez que sentí esa especie de magia que todos describen en Augusta. Iba en uno de los últimos partidos de la jornada y el sol ya había caído. Yo estaba entre luces y sombras, con esos árboles majestuosos brillando, y cuando llegué al 'green', me di la vuelta y para mí un momento mágico. Esas vistas me hicieron ver el torneo de otra manera«.
También tuvo otra experiencia similar su gran amigo Gonzalo Fernández-Castaño. Uno de esos momentos tan personales que uno se los guarda para sí mismo y que son difíciles de explicar con palabras. «El mejor recuerdo de mi paso por Augusta tengo clarísimo cuál es. Fue en el hoyo 12, el mítico par 3 que está en mitad del 'Amen Corner' en un sábado en el que tuve la suerte de jugar con Tiger Woods de compañero.
Como se sabe, ese agujero es el único en el que después de la salida no se le permite a nadie pasar, ni siquiera hay cuerdas que separen al público, ni marcadores, ni árbitros... vamos, que una vez que llegas al 'green' no hay nadie. Y si te fijas un poco, las azaleas, un cámara por ahí detrás y un árbitro escondido detrás de un matojo«, bromea. De ahí que lo que más le impresionara al madrileño fuera »estar mirando la caída de mi bola de cara a la calle y de repente darme cuenta de que en medio del silencio estaba Tiger pateando con las azaleas al fondo. Y yo frotándome los ojos al pensar que era todo tan perfecto, él y yo solos en ese hoyo, como si estuviese dentro de un videojuego«.
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