Rio 2016 | Natación
El precioso homenaje de la francesa Bonnet a la fallecida Camile Muffat
La gala nadó con un gorro en el que figuraba el nombre de su compañera, campeona olímpica en Londres 2012 que moría el pasado año en un accidente aéreo
Invisible, sobre la piscina olímpica de Río de Janeiro flotaba una de esas botellas con mensaje arrojada al capricho del mar. En la final de la prueba de 200 metros libres de esta pasada madrugada había cosas a la vista: tres generaciones de talento. La de la «vieja» italiana Federica Pellegrini (28 años), la de la sueca Sarah Sjostrom (22 años) y la de la estadounidense Katie Ledecky (19 años), la chica que desconcierta a los técnicos porque se sale de los libros sobre fisiología. Ni muy alta, ni muy fuerte... ni siquiera parece ambiciosa. Y lo es: quiere ser Phelps. Su secreto es la flotabilidad. Sencillo. No se hunde. No nada; surfea. Sobre las tres estaban los focos.
A su lado, invisible, barqueaba una botella con mensaje. Otra de las finalistas, la francesa Chartotte Bonnet llevaba en su gorro el nombre de Camille Muffat , la campeona olímpica de Londres que murió en una accidente de helicóptero mientras rodada un «reality» en Argentina. Ese impacto sucedió el 9 de marzo de 2015. Muffat ya no era nadadora. Buscaba una nueva vida. Y por el roce fatal entre las aspas de dos helicópteros, ella y otras nueve personas encontraron una muerte tan temprana. Dos años y medio antes, Muffat había ganado la final olímpica del 400. Su recuerdo nadaba esta madrugada en la cabeza de Bonnet.
«Charlotte, ¿puedes guardarme la medalla?». Charlotte Bonnet recuerda aquella noche en Londres . La noche del oro. Compartía apartamento con su mejor amiga, la nueva campeona olímpica, la chica que se había formado en una piscina municipal de Niza. La tímida y determinada Camille Muffat. El ajetreo del podio, las entrevistas, los abrazos... Muffat le pidió que le guardara el oro. «Es que me da miedo perderla», le dijo. Y ya las dos solas en la habitación, continuaron la juerga. «Nos grabamos bailando como dos niñas con la medalla. Apenas dormimos». Cuando al fin se acostaron, a Bonnet le despertó el crujido de una de las tablillas del suelo. Era Muffat que se había levantado a abrir la mesilla. «¿Qué haces?». Mirar su tesoro. Sonrisa noctura de la campeona: «Es que tengo una medalla olímpica».
Muffat, recuerda Bonnet, era el alma de la selección gala . «Fue a Londres a ganar. Sin ninguna duda. Era nuestra fuerza. Para mí eran los primeros Juegos. Ella me abrió el camino», agradece. Como una hermana mayor. El ejemplo. El alma del equipo.«Recuerdo el ataque de risa que nos dio cuando nos pusimos los pañuelos del uniforme oficial para la ceremonia», rescata. Muffat no era aún una estrella. Pero estaba seguro de serlo: «Cuando de vez en cuando alguien le pedía un autógrafo, le preguntaban quién era. Respondía que una nadadora francesa. En Londres me dijo que eso se iba a acabar. Que a partir de esos Juegos todos sabrían que era Camille Muffat , la campeona olímpica». Londres era su misión. Y cumplió. Sólo al final, ya con el oro, le confesó a Bonnet su único miedo. «A decepcionaros».
Tras Londres se fue apagando . Se apartó de la exigencia extrema que rige la vida de un nadador de élite. En 2014 anunció su retirada. Le bastaba con sus tres medallas en la capital inglesa: oro en 400 libres, plata en 200 y bronce en el 4x200 junto a su amiga Bonnet. A otra cosa. Y, en ese nuevo camino, se alistó en un concurso de supervivencia de la cadena francesa TF1, «Dropped». A los participantes los soltaban en un lugar remoto de Argentina para que, sin ayuda, buscaran un enchufe, símbolo de la civilización. «Estoy en lo mejor de mi vida», declaró Muffat, que tenía solo 24 años, unos días ante del accidente. Choque entre dos helicópteros contratados por la productora del programa en la Quebrada del Yeso, en La Rioja argentina. Diez muertos. Además de Muffat, el boxeador olímpico Alexis Vastine y la regatista Florence Arthaud .
El futbolista Sylvain Wiltord se salvó porque ya había sido eliminado. Y el nadador Alain Bernard, porque pesaba demasiado para el helicóptero. De repente, el apagón. «Evito pensar en todo eso -confiesa Bonnet-. A alguno de nuestros amigo, esa desgracia le da fuerzas para seguir. A mí... Ufff. Me vengo abajo». Se hunde en el agua de la piscina donde jugaba con Muffat. Cuando tras el accidente mortal se celebró un campeonato en Londres, en la misma piscina, Bonnet lloró antes de la competición. Lágrimas en el agua. «Me costó. Tuve que abstraerme y dejar de pensar que estaba en la misma piscina donde celebré con Camille las medallas de los Juegos». En Río, Bonnet lleva el nombre de Muffat en su gorro . Dos niñas nadando juntas. Bailando como locas con una medalla olímpica.