Río 2016
La máquina perfecta
Katie Ledecky, de 19 años, es una nadadora insaciable que destroza récords y aspira a ser la reina en la piscina de Río
La cámara no podía encuadrar a todas las nadadoras. O Katie Ledecky o las demás. No podía dividirse entre los dos extremos de la piscina. Así de contundentes son las victorias de la estadounidense. Así de temibles sus brazadas, así de sorprendentes sus carreras. Hoy salta a la piscina de Río 2016 y el espectáculo estriba más en de cuánto se puede ganar a sí misma que a las rivales. Tiene 19 años, pero la inocencia que desprende de sus ojos claros y su sonrisa aún más blanca esconde una ferocidad carnívora en cuanto se enfunda el bañador.
Katie es una chica normal: usa las redes sociales, sale de fiesta con los amigos, se disfraza para Navidad. Incluso es voluntaria en varias obras benéficas. Pero el bañador la convierte en Ledecky, una máquina de nadar. Si sus compañeras de entrenamiento la ven en la sala de llamadas con la capucha de la chaqueta puesta evitan todo contacto posible. Se está transformando. Se vuelve agresiva, hostil, despiadada . Y no con sus rivales, a quienes tiene como daños colaterales, sino consigo misma. Ledecky siempre quiere ganar a Ledecky.
Para lograrlo ha desarrollado una máquina perfecta: su cuerpo. Da igual la distancia que recorra, la estadounidense realiza cada largo como si fuera el último . Una teoría que a ella le funciona, pero que contraviene todas las leyes de la natación, acostumbradas estas a definir que en largas distancias se llega más lejos si se guarda energía para el último largo. Eso no funciona para Ledecky. Como tampoco su cuerpo mantiene la norma de un desarrollado tronco superior. La estadounidense apenas marca musculatura, y, sin embargo, son sus brazos los que llevan todo el peso del desplazamiento del agua. Sus pies solo se mueven para mantener la posición horizontal sobre el agua. Solo para no hundirse más y tener que mover más cantidad de agua, solo para manejar el timón, no para impulsarse. Está diseñada para el agua.
Aunque la patente de su forma de nadar tiene un origen. En 2011, cuando todavía la entrenaba Yuri Suguiyama, vio un vídeo de Michael Phelps y tomó buena nota de sus brazadas y su estilo. A partir de 2012, Ledecky introdujo una variante que todavía le minimizaba el impacto con el agua: comenzó a respirar solo por un lado y no girando la cabeza a los dos lados, y sin levantar la cabeza demasiado. A menor contacto con el agua, mayor rapidez, más victorias, récords.
Tan perfecta es su maquinaria que una vez conquistadas las pruebas de larga distancia atacó las cortas . Ledecky ganó el oro en los 800 metros de Londres 2012 ; en Barcelona 2013 subió al primer puesto del podio en 400, 800, 1.500 y 4x200. En el Mundial de Kazán 2015, volvió a superarse conquistando la medalla dorada en 200, 400, 800, 1.500 y 4x200. Absolutamente todo lo que nadó. Pocos atletas, de cualquier disciplina, son tan completos.
Cuatro oros en perspectiva
Más madurez y mayor confianza cada vez que se lanza al agua, Ledecky genera respeto y temor. Con 19 años todavía no se ha convertido en profesional por lo que sus únicas aspiraciones son sumar carreras, conquistar oros. No hay dinero entre medio de su perfecto cuerpo para nadar y su ambición en la piscina. La niña que daba clases de baile irlandés y jugó al fútbol y al baloncesto hasta los once prefiere centrarse en ganar prestigio y metales. Retrasó su entrada en la Universidad de Stanford para asegurarse un buen año de entrenamientos y resultados.
Ha establecido once récords mundiales y en grandes competiciones no se ha tirado nunca al agua si no era para recoger el oro al otro lado de la piscina. Quiere repetir en Río porque ya sabe lo que son unos Juegos. En sus brazos, un repertorio espectacular de oportunidades para pasar a la historia. Y sonreír con su inocencia después.
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