Gimnasia
Ray Zapata, plata en suelo
El gimnasta español rozó el oro, que se lo llevó el israelí Artem DolgopyatRay Zapata, el niño que no paraba quieto en casa
Aunque son más valiosas, dicen que las medallas de plata se pierden y las de bronce se ganan. Subir al podio en unos Juegos Olímpicos es la gloria para cualquier deportista, pero esa sensación agridulce es la que flotaba anoche en el Pabellón Ariake de Tokio tras la final de suelo. Por solo una décima, el español Ray Zapata perdió la medalla de oro ante el israelí Artem Dolgopyat , logrando, eso sí, la de plata al quedar por delante del chino Xiao Ruoteng.
Igualado a puntos con el ganador, Zapata rozó el oro con la yema de los dedos, pero se le escapó en un controvertido desempate. Con la misma puntuación en la ejecución (8,433) y una penalización de 0,1 por salirse de la pista en uno de sus saltos, Dolgopyat acabó siendo primero porque los jueces valoraron su dificultad en 6,600 y la de Zapata en 6,500. Una decisión que provocó cierta sorpresa e incluso fue reclamada por el entrenador de Ray Zapata, Benjamín Bango , pero sin éxito.
Desde ese momento, en que supo que ya no sería oro, hasta que acabó la final, Ray vivió una montaña rusa de emociones. En el tiempo que tardaron en salir los otros cuatro participantes, lloró de rabia por haber perdido el primer puesto, se enfadó con los jueces, temió estar fuera del podio tras las actuaciones del coreano Ryu Sunghyun y del chino Xiao Ruoteng y, finalmente, decidió disfrutar de la alegría de haber ganado una medalla. «Sabía que era plata, pero estaba en un bucle porque pensaba que debía ser primero… Y luego, cuando he hablado con Alejandro Blanco (presidente del Comité Olímpico Español) y me ha dicho que tenía que disfrutar de este momento, he cambiado el chip. Ya dije que había venido a por el oro, pero que no iba a llorar si me llevaba una plata o un bronce», explicó horas después, con una sonrisa de oreja a oreja, en una rueda de prensa por videoconferencia.
Todavía exultante, Zapata repasaba su actuación, en la que estuvo majestuoso pese a no haber clavado su primer aterrizaje. Así se vio cuando, al terminar, liberó la tensión con un rabioso grito de satisfacción y se fundió en un abrazo con su entrenador. En ese momento ya sabía que acariciaba las medallas, pero le quedaba por delante mucho suspense porque faltaban por competir todavía seis rivales más.
Zapata, que salió en segundo lugar tras el ruso Nikita Nagornyy, prefirió no arriesgar al ver la floja de actuación de este, que fue penalizado por varios errores y se mostró vacilante. De hecho, optó no hacer el ‘Zapata II’ , el salto de su creación con el que obtuvo también la plata en el Campeonato del Mundo celebrado en junio en Doha.
«He hecho el ‘Zapata I’ y creo que hemos acertado porque, aunque el ‘Zapata II’ estaba preparado, era muy arriesgado para la final. Quería asegurarme el oro e hice el ‘Zapata I’, que lo clavé», razonó el gimnasta español. A su juicio, el ‘Zapata II’ exige más precisión y más riesgo y tuvieron «dudas en la clasificación». Por ese motivo, decidió junto a su entrenador centrarse en el ‘Zapata I’ porque «está más trabajado y competido, con mayores opciones de clavarlo». Con el objetivo puesto en las medallas, desveló la estrategia que había planificado a conciencia: «¿Para qué arriesgarnos a hacer un ‘Zapata II’ en plancha, que me puede hacer perder una décima o dos dando un paso adelante, cuando podemos clavarlo con el ‘Zapata I’?».
Pulpo y marisco
Al término de la final, con la medalla de plata ya colgada sobre el cuello, no podía contener las lágrimas en el podio. Tan contento estaba que, como había prometido en Cope, hasta se marcó unos pasos de reguetón. Para seguir celebrándolo, se dará unos buenos homenajes de pulpo a la gallega y marisco cuando vuelva a España, donde le esperan su mujer y su hija, que nació en mayo y a la que bautizó con el nombre de Olympia . Curiosamente, su madrina fue su buena amiga Ana Peleteiro, quien anoche también ganó la medalla de bronce en la final de triple salto.
Ray Zapata, nacido en la República Dominicana en 1993 y nacionalizado español, se saca con esta plata la espina que tenía clavada desde Río, cuando se quedó a las puertas de clasificarse para la final. Tras haber mordido las medallas de oro, plata y bronce en campeonatos mundiales y europeos, por fin ha saboreado la gloria olímpica con un magnífico ejercicio que bien podía haberle dado la victoria.
Zapata, que llegó de niño desde Santo Domingo a Lanzarote, descubrió la gimnasia muy tarde, cuando ya tenía diez años, el doble de la edad con que se suele empezar en este deporte. Supliendo las carencias técnicas que arrastraba con su fuerza bruta y con la creatividad de sus saltos, se ha consagrado como una gran figura de la gimnasia artística tras su admirado Gervasio Deferr, bicamepeón de salto en Sídney 2000 y Atenas 2004 y plata en suelo en Pekín 2008. «Me enamoré de la gimnasia artística viendo competir a Deferr por televisión y supe que mi sueño era venir a unos Juegos Olímpicos», contaba Zapata a ABC en los días previos a los Juegos. Gracias a Deferr, quien apostó junto a Víctor Cano por su admisión en el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat pese a que ya era «demasiado mayor», su sueño se ha cumplido en Tokio.