Catar 2022

Las últimas cruces de Zlatan, la gran amenaza de España en Sevilla

En su alforja de peregrino caben, a sus 40 años, goles y polémicas que lo han convertido en uno de los delanteros con mayor magnetismo del presente siglo

«Se cree un dios, pero no es un dios; es un jugador de fútbol, no un cirujano», apunta en ABC Andy van der Meyde, excompañero en el Ajax

Ibrahimovic celebra un gol con la camiseta de Suecia @svenskfotboll
Ignacio Liaño Bernal

Ignacio Liaño Bernal

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Zlatan se quedó dormido ayer en Sevilla soñando con volver a abrir los brazos en un campo de fútbol. Cantando gol en la almohada, porque él sabe que aquí se canta lo que se pierde, y el perdió a su familia en muchos momentos de su vida. Aquello se lo leyó a Machado. Fantaseará hoy cuando su metro noventa y cinco de altura, sus 40 años y sus casi 600 goles entre clubes y selecciones hagan acto de presencia en el estadio de la Cartuja en el último entrenamiento oficial de esta tarde a poco más de 24 horas de uno de los partidos más decisivos de la historia reciente de España. En juego está entrar directamente en el Mundial . Y lo que es más importante para un símbolo nacional: dejar al rival fuera pese a que esté en su casa. Pero es Suecia la que tiene ahora esa compleja sensación que anudaba el estómago de los de Luis Enrique antes de que ganasen a Grecia y copasen el liderato. Ahora son ellos quienes deben dar ese paso adelante si quieren el billete directo a Catar. Y tienen en sus filas una de las mejores de las zancadas que ha visto el continente. Pero no hay que olvidar que el que gane mañana por la noche manda al otro a la repesca. Y que en un partido de estas características puede pasar absolutamente cualquier cosa. Sobre todo si en ese partido juega un baluarte del fútbol europeo que responde o no, según le pille, al nombre de Zlatan Ibrahimovic.

Se han escrito muchas líneas acerca del carácter intimidatorio de un futbolista de época por tal cantidad de goles y una trayectoria digna del más presuntuoso de los escaparates, donde brilla tanto su palmarés colectivo como deslucen sus episodios personales. Buena parte de todas las leyendas de barrio que circulan por la red ha admitido habérselas ganado él en cada jugada de la vida, donde en el fondo demuestra seguir siendo aquel chiquillo de padre bosnio y madre croata que sólo sonreía cuando robaba alguna bicicleta a cualquier vecino de Malmo y que no le quedó otra que salir adelante pese a su ambiente familiar en su adolescencia. No lo hizo indemne. Porque la vida siempre deja huella a quienes pisan, porque pisan sólo si han sido pisados antes.

Ibrahimovic, en San Pablo @svenskfotboll

Y esa falsa actitud de maleante nacida de una infancia herida ha trascendido en muchas ocasiones su forma de jugar: su estilo directo, de gran capacidad física a la hora de fijar a los centrales, su fuerza mental dentro de ese oxímoron que es su inestabilidad lúcida , su extraordinario cabeceo, su potente disparo a media y baja altura y alguna que otra acrobacia que sigue levantando al público... menos a los ingleses en Estocolmo, donde firmó una de las chilenas más antológicas que se han visto en un campo de fútbol. La gente disfruta siempre mucho más de las condiciones del futbolista que las de la persona. La imponencia de su altura ha condicionado en gran medida los esquemas defensivos de sus adversarios. Por eso la delantera que conforma con Alexander Isak , goleador de la Real Sociedad, es una de las más peligrosas del mapa intercontinental, y a ella deberá hacer frente con su estrategia Luis Enrique este domingo. Ibrahimovic volvió a defender el escudo con la cruz escandinava tras superar una lesión en el sóleo y aspira a vivir sus últimas apariciones con el país que le vio crecer a base de dianas. Y pese a no haber visto portería ante Georgia junto a su compañero realista, espera resarcirse de ello en el coliseo sevillano y clasificar a su selección para despejar su espalda y abrazar al mundo en forma de cruz, justo como celebra desafiando a la vida, y él piensa que también a la muerte, cada vez que ve muchas cosas donde otros sólo atisban una portería.

«Él cree que es un dios»

Sus declaraciones fuera del campo y algunas acciones dentro de él han eclipsado en demasiadas ocasiones la pulida técnica de una de esas estrellas que ha tenido la oportunidad de aportar su fútbol en los mejores vestuarios de Europa. Le entristeció saber el motivo por el que su padre no iba nunca a los entrenamientos cuando era pequeño, y veía cómo el resto de sus amigos sí tenía quien les recogiese o les animase cuando fallaban delante del portero. Maduró con ello y otras tantas cosas en una infancia a la que regateó con varios desmarques de ruptura. Supo lo que era descender con el Malmo para volver a ascender tras sus primeras incursiones por Suecia en clubes amateur, aunque estas historias se cuenten menos. Y cayó de pie en el Ajax de Ronald Koeman , como fichaje más caro, donde lesionó a Van der Vaart cuando jugó con Suecia frente a Holanda y al día siguiente marcó el que para muchos es el mejor gol de su carrera, un tanto inspirado en la danza clásica más que en su deporte. El único que no lo celebró fue Van der Vaart. No encajó tan bien en el Barcelona de Guardiola, donde Pep le dio libertad a Messi y a Ibrahimovic le dio la sombra que nunca soportó por detrás del mejor diez de este deporte. «No me gusta hablar de él», comenta brevemente a ABC de Sevilla Andy van der Meyde , compañero de aventuras y desventuras del genio sueco en sus primeros pasos en Holanda: «Él cree que es un dios, pero no es un dios. Sólo es un jugador de fútbol, no es un cirujano . Sólo él es capaz de hablar como habla de sí mismo», espeta sobre la construcción de su ego, antes de reírse sobre la posibilidad de que mañana sea protagonista de cualquier historia en la Cartuja sin la que no sería quien es.

Un peregrino del gol

Confió en él Fabio Cappello para su Juventus antes de jugar en el Inter de José Mourinho, donde siempre había soñado acompañar en la punta a Ronaldo Nazario, pero llegó tarde pese a que su vida fuese una mudanza del gol que no tiene final. Allí marcó casi 60 goles. Y cuando llegó el invierno de la 2009-10, estalló su relación con Guardiola, donde le contó a David Lagercrantz cómo voló la caja metálica del utillero en el vestuario debido a una patada del sueco porque dejó de ser titular pese a que estaba marcando y conducía el Audi del club, en una actitud colegial que el resto respetaba, como expresa su biografía «Soy Zlatan Ibrahimovic», donde lamenta cómo el equipo azulgrana acataba las premisas del entrenador con la cabeza gacha mientras él miraba al frente y no dudaba en mostrar su desacuerdo cuando podía. Pep lo recogió todo en silencio porque sabía que era Ibra realmente quien tomaba sus bártulos de Barcelona para recibir la llamada directa de Galiani y así poder firmar con 28 años por el Milan de Robinho y Ronaldinho. En dos temporadas a la milanesa vio portería 42 veces. Hasta que cambió Italia por Francia en otro de los fichajes impulsados por su agente y confidente, Mino Raiola. Quizá la persona que nunca dejó solo a un jugador que sufrió de soledad más de lo que le hubiese gustado reconocer públicamente.

Lo que no esperaban algunos ya, con la treintena asomando en el carné de identidad, sería que «Ibracadabra» volvería a hacer magia fichando por el PSG en 2012. Allí alzó sus alas en la Ligue 1 un total de 113 veces durante cuatro exitosas campañas, las mejores a sus niveles cuantitativos, donde superó con creces su récord individual del Inter de Milán, aun sabiendo que el nivel de la competición gala está considerada en un escalón inferior. No contento con esa carrera meteórica que le catapultó a ser la gran cabeza futbolística visible de Suecia, volvió a ser Mourinho quien le incorporó aprovechando su rol como técnico del Manchester United, pero tras una primera temporada en la que marcó 17 goles, tomó las maletas y se marchó a Los Ángeles Galaxy, donde volvió a superar sus propias expectativas con grandes números. Parecía el clásico retiro anunciado en Estados Unidos de un futbolista que ya había demostrado todo en Europa, hasta que nuevamente Berlusconi se puso en su vida para regalarle una nueva oportunidad en el Milan con la que llega hoy a su tercera temporada -de su segunda etapa-, donde quizá dé sus últimos trancos como profesional. Unidos siempre esos pasos a los de la selección de su país, a la que ha regresado tras cinco años de ausencia por una retirada tras ser eliminado de la Eurocopa de 2016.

A buen seguro podrá recordar Ibrahimovic cómo su madre, desde un quinto piso del pobre barrio de Rosengard , gritaba al pequeño Zlatan en serbocroata mientras un niño imaginaba voleas en un patio que ahora lleva el apellido de su padre, el que siempre quiso que brillara a su espalda para que cuando marcase, se viera a la perfección su nombre y el de su familia en cada confín del mundo, enseñando cómo todas las caras de la vida también tienen una cruz que no todo el mundo conoce.

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