Todo irá bien
Luis Suárez, un error histórico del Barça
A Suárez lo echaron los aficionados culés, que cada tarde le pitaban en la absurda rivalidad que se inventaron entre Kubala y él
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Lo menos sabido, sin embargo llamativo y sintomático, del paso de Luis Suárez por el Barcelona es que a través de su figura se organizó la primera gran expresión de catetismo culé. La primera que además tuvo dimensión internacional. De nada sirvió que en 1960 ... fuera el primer español en ganar el Balón de Oro, y el primer y único jugador español del club en lograrlo hasta la fecha. Suárez no se marchó al Inter con Helenio Herrera, como dicen sus biografías. A Suárez lo echaron los aficionados culés, que cada tarde le pitaban en la absurda rivalidad que se inventaron entre Kubala y él. Es muy catalán -y muy barcelonista- que tenga que ser el uno o el otro y que no puedan convivir los dos.
La revista 'France Football' había dicho de él: «Tiene la autoridad de un duque, la precisión de un geómetra y la belleza de un apolo». De nada sirvió a los barcelonistas, que insistieron en el aldeanismo de su falsa guerra -las falsas guerras, otro clásico catalanista, y barcelonista- hasta que 'el arquitecto', tal como lo había apodado Alfredo Di Stéfano, dejó el club en el que quería quedarse, harto de los desprecios y de que la directiva no pusiera las cosas en su lugar. Además, el Barça pasaba por dificultades económicas, porque el coste de las obras del Camp Nou se había triplicado, y tuvo interés en venderlo.
Luis Suárez fue la primera de muchas estrellas que el Barcelona fue incapaz de patrimonializar, ni siquiera de cerrar bien su ciclo con ellas. La cobardía del entonces presidente, Francesc Miró-Sans, se parece a la de Joan Laporta con Messi: los dos se deshicieron de sus estrellas por dinero, pero sin explicar la verdad y dejando a los jugadores con el culo al aire. Los dos presidentes tuvieron igualmente miedo de enfrentarse a su masa social: Miró-Sans no se atrevió a defender a Suárez de los irracionales silbidos de cada tarde y Laporta ha hecho en los últimos meses la pantomima de que estaba acercando posturas con la familia Messi -que por no quedar mal con los culés ha hecho como que escuchaba la oferta- cuando la realidad es que este acercamiento no ha existido, que nunca ha habido una oferta del club, y que la posición del argentino es de resentimiento y odio y se mantiene firme en no regresar al Barcelona mientras esté el actual presidente.
Tal como el dinero de las famosas palancas se ha usado en fichajes más que discutibles, la directiva de entonces malgastó los 25 millones de las antiguas pesetas que ingresó por la venta del gallego con fichajes de medio pelo como Silveira o Cubillas. Sólo Chus Pereda dio algún resultado. Fue un error histórico vender al que sin duda era el mejor jugador del continente. Mientras el Barça se pasó la década de los 60 sin ganar un título, el Inter, que hasta entonces no había ganado nada, conquistó de la mano de Suárez dos Copas de Europa y una Intercontinental.
Luisito se había integrado muy bien en Barcelona. Vivía en la calle Casanovas, en un antro mitad piso, mitad pensión que compartía con Goikolea, el portero suplente de Ramallets. Ambos crearon una fábrica de género de punto y por la tarde iban por las tiendas del barrio a vender lo que fabricaban. Pero el local que más visitaban era el restaurante Guría, de Jesús Errasti, donde almorzaban y cenaban casi todos los días por 50 pesetas de la época.
A las órdenes de Helenio Herrera, Luis Suárez fue el Iniesta de su tiempo, aunque a él le gustaba más que le compararan con Pirlo, que tenía una forma más amplia de interpretar el partido y más gol que el manchego. No tuvo tanto entendimiento con un anterior entrenador, Franz Pltako, que al verle muy delgado le ordenó que tomara clases de boxeo. Suárez le hizo caso durante unos días pero lo acabó encontrando humillante y el Barcelona aún conserva la nota manuscrita que el jugador mandó a la directiva acusando al técnico húngaro de ser un maleducado y de no saber nada de fútbol.
Luis Suárez Miramontes (La Coruña, 2 de mayo de 1935) estuvo 7 temporadas en el Barça, de 1954 a 1961. Jugó 253 partidos y ganó 177. Marcó 137 goles. Ganó dos Ligas y dos Copas de Ferias. Su último partido como azulgrana fue la final de la Copa de Europa perdida en Berna por 2 a 3 contra el Benfica. Cuando al final de aquella temporada fichó por el Inter de Milán, se convirtió en el primer futbolista español en ser fichado por un club italiano. Su traspaso fue el más caro de la historia del fútbol hasta entonces, por el equivalente de 204.000 euros.
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