Sergio Ramos

Sergio Ramos es mucho más que un futbolista. Carismático como pocos, el camero se ha convertido en la voz de España, capitán con todas las letras que actúa dentro y fuera del campo. Lleva media vida jugando con la selección, desde marzo de 2005, y no se cansa de sumar internacionalidades (151 antes de los dos amistosos previos al Mundial), empeñado en tener la foto que más feliz le haría: quiere levantar la copa el 15 de julio en Moscú y ser protagonista de una portada eterna.

Fue lateral derecho en la Eurocopa de 2008 y en el Mundial de 2010, expeditivo e intenso, y desde hace ya unos años se exhibe en el eje de la zaga junto a Piqué, con mantiene una relación peculiar, pero con quien mezcla de manera sobresaliente en el césped. Manda, organiza, se vacía y contagia al resto del equipo, un líder con mayúsculas.

Ramos es un futbolista muy difícil de superar. Es duro, contundente en el corte y siempre al límite del reglamento, pero es una garantía tenerlo en el once de España. El madridista llega hinchado después de levantar la tercera Champions del club blanco de manera consecutiva y es importante que transmita esa ilusión a los jóvenes, que guardan un profundo respeto por el capitán. Lopetegui también le tiene en cuenta para muchas decisiones, fundamental que se alimente esa relación entre el cuerpo técnico y la caseta.

Tiene Ramos, además, el don del oportunismo. Suyos han sido los goles más milagrosos y poco tiene que ver con la suerte. El andaluz se trabaja esa fortuna, héroe de los minutos noventa y pico porque la pelota siempre va a él, o es más bien al revés. Por alto es un portento y, para ser defensa, tiene una relación con el gol envidiable.

Con 32 primaveras, le sobran agallas y tiene más experiencia que nadie entre los 23 de Lopetegui. Será titular sí o sí, y será también quien apague los fuegos o quien dé la cara en el caso de que fuera necesario en Rusia. Por eso es el capitán, por eso es el líder de España.