Andrés Iniesta

Cualquier cosa que se diga o que se escriba de Andrés Iniesta está de más, pero toca hacerlo. He aquí un jugador irrepetible, el héroe de todos los españoles, tan normal que hasta parece que no hablemos de un futbolista. Iniesta, para siempre en los corazones del país con ese gol de Sudáfrica en el minuto 116 de la final, apura sus últimas horas de rojo porque ya no parece que le den las piernas para mucho más, o eso cree él. En realidad, podría jugar toda la vida, no habrá otro igual.

Estamos ante un jugador de leyenda que ya ha anunciado que deja el Barcelona y se va a Japón, imposible no echarle de menos desde ya. La próxima despedida será la de la selección, así que queda, simplemente, disfrutar de su juego, de sus regates, de sus asistencias, de su visión de juego, de sus llegadas al gol (pocas, pero decisivas), de su trabajo, de su conducción, de su todo.

Lleva en la selección toda una vida, desde 2006, y nadie discute su papel fundamental en el próximo Mundial. Iniesta es de los veteranos y traslada esa experiencia al campo, un referente para los más jóvenes que admiran estar cerca del manchego. España, esta España, tiene mucho del ayer todavía, pero sube una generación estupenda y de ahí que la mezcla vaticine buenos resultados.

Se da por hecho que Iniesta tendrá mucho que ver en eso. El manchego, que actúa también con un liderazgo absoluto en la caseta (es el segundo capitán, por detrás de Sergio Ramos), se ha propuesto terminar su carrera internacional en lo más alto (no ha confirmado aún que lo deja, pero sí ha dado alguna pista) y lleva meses con Rusia en la cabeza. Con Rusia y con otras cosas, pues el carrusel de emociones ha sido incontrolable en estos últimos meses.

Difícilmente habrá habido un jugador como él en la historia del fútbol español. Ha dado sentido a esa idea tan romántica que terminó con la furia y las pesadillas de los cuartos de final y la mejor noticia es que los niños, hoy y mañana, quieren ser como Iniesta. No hay un deportista que mejor represente al país y no hay nadie que tenga una mala palabra para él.