Fernando Rodríguez Lafuente

La danza de los mil toques

Dejar en el vestuario el bulímico toque y superar la anorexia de goles, porque en este departamento han dejado solo a Diego Costa

Todo tiene su fin, puede ser por k.o. o a los puntos. La danza de los mil toques que ha caracterizado el juego de la Selección desde, al menos, 2008 comienza o culmina una agonía que se exhibió en Brasil, que Lopetegui consiguió velar, pero que en los dos encuentros que llevan los de Hierro en Rusia, el estilo, o el modelo, ha pedido la hora. No da más de sí. No hay que ser el más listo de la banda para comprobar cómo la cosa se ha agotado y, algo peor, es tan previsible el juego que desarrollarán los españoles que el resto de los equipos los están esperando, tan tranquilos. Se vio con Portugal, se confirmó frente a Irán. El truco, sin trato, es tan elemental como efectivo: les dan el balón, éstos lo soban hasta la náusea, hasta que, como recuerda un personaje de Philip Kerr en su novela futbolística Falso nueve (2018): “La batería se agota cuando llevas dos mil toques”. Éste es el máximo reto al que se enfrenta Hierro esta tarde en la ciudad del ámbar, la tierra de Kant, la antigua Koninsberg, y con las inmensas picaduras de mosquitos implacables que traen de Krasnodar. Dejar en el vestuario el bulímico toque y superar la anorexia de goles, porque en este departamento han dejado solo a Diego Costa. De esa danza de los mil toques, que aburren al más fervoroso, bueno sería recordar, seguimos con Kerr: “Y, lo que es más, lo hacía todo con tal economía de movimientos que parecía como si fuera de lo más sencillo. Ese es primer principio de excelencia deportiva: hacer que parezca sencillo.” Dicho en términos plásticos: abandonar el barroquismo y abrazar la línea clara. Hay que tirar más desde fuera del área, o desde donde sea. Esa obsesión por meterse hasta la cocina, cuando no en la alacena genera constantes errores en el último pase. Cuidado con Marruecos, le presentó cara a Portugal y le hizo una segunda parte memorable a la que solo faltó lo más querido: el gol. Pero nada de bromas, Achraf lo ha dejado claro cuando recordó que sí, que España se jugaba la clasificación, pero que ellos se jugaban la dignidad. Y eso en el Magreb es mucho más que aquí.

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